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#1937: ESPINOSA GUERRA: La voz de un agnóstico | Voz décima

 

La voz de un agnóstico


Ahora que puedo sentarme y cerrar los ojos
retorno al primer silencio
y algo me produce el mismo movimiento
extraño y satisfactorio
que el viento en las praderas que cubren a
Roringen.
Cualquiera diría
que sentarse es un ejercicio prosaico
parte de esa rutina que acaricia nuestra espalda
antes de abrir los ojos del todo
y darnos cuenta
del aroma a vida que se cuela por nuestras narices
para animar al personaje que nos habita.
Pero hay algo
quizás no es el sentarse
ni tampoco el repetir la práctica de los muertos
sintiendo cómo gime la flor al abrirse.
Lo más probable
es que ni siquiera sea yo.
Es algo que habita en las paredes amarillas
en el blanco de la alfombra
en el silencioso paso sin zapatos
que retumba en el pozo de un ayer nunca vivido.
Puede ser el plano
el espacio abierto del comedor
que se prolonga en las ventanas
hasta tocar una parte de cielo
o pueden ser las chucherías
los cuadros, el pan y los libros
que se han quedado inmóviles
para observar al extraño que osa desentrañar su misterio.
Aunque nada de eso es seguro
y no sea más que mi imaginación
la que se divierte a costa de mi mirada
demasiado simple
para ver la sencilla bondad de lo cotidiano
algo así como beber una copa de vino
para pasar la tristeza o la alegría.
Entonces lo mejor es dejar de escribir estas
palabras
pararme
escrutar desde este faro
las techumbres cubriéndose fraternalmente de los días
y al mismo tiempo
tocar en lo infinito de las sillas y los marcos de las puertas
ese algo que habita en las paredes
y que nunca podremos comprender.

Julio Espinosa Guerra (1974)



Voz décima


Te veo leyendo sobre mi cama
mientras escucho como caen los pelos de los gatos
sobre la alfombra del primer piso.
Comprendo entonces
que el silencio se creó para escuchar tu voz
y las frazadas
para que tu peso quede en ellas.
Mirándote
es fácil pensar que algo queda tras la sombra
que las cosas siguen ahí
intactas
aunque las cubra el olvido
y que pronto
para las sillas
seguirás creciendo en el pasamanos de la escalera
y hasta en mi voz
aunque mi cuerpo
sólo sea una pisada más en el jardín.
Observando cómo hilvanas tus palabras
estoy seguro de que somos y morimos en las cosas
y que poco sirve hablar sobre humanidad y existencia.
Algún día
sólo quedará tu tibieza en la página de un libro
y absorbida por la madera
la tiza con que marcaste tu nombre:
será de noche
y mis ojos verán la moneda del tiempo sobre ellos.
No es difícil creer eso ahora
que te has quedado en silencio
para escucharte a ti misma
en esta habitación donde los objetos hablan
y el polvo no mata el recuerdo
sino que lo guarda en su profundidad
esperando que el viento lo reviva.
Pero todo no pasa de ser una ilusión
porque sabemos que las canciones no dicen la verdad
aunque todos las recordemos
y que sólo los viejos que lloran con un poema
saben de la guerra y del amor.
Mas a pesar de eso
seguirás aquí
en el mismo rincón de mi cama
clavando tus ojos en otro mundo.
Es cierto
el silencio se creó para escuchar tu voz
lo sé ahora que los gatos se han quedado dormidos
porque todavía siento tu tibieza
tu peso
tus palabras desmigajándose
cuando abro aquel libro
te busco
y no encuentro nada.

Julio Espinosa Guerra (1974)
Todo es poesía menos la poesía. 22
poetas desde Madrid.
Editorial Eneida, Madrid, 2004.


1937 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
13-IX-2022. Selección de Horacio Cárdenas Zardoni / Felipe Garrido.
Miguel Ángel Porrúa, editor; Academia Mexicana de la Lengua; Creadores Eméritos (INBAL)


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