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Mostrando entradas de agosto 21, 2022

#1920 - GUTIÉRREZ VEGA: Poema del cuerpo | Letanías para canonizar a Jaime Sabines

  Poema del cuerpo Este cuerpo que ahora me pertenece y que algún día se verá deshabitado y roto como un mecanismo sin cuerda, se quedará en la sombra recordándolo todo: la mañana del amor primero, las tardes en que la carne se levantaba siguiendo al polo de los deseos y las noches en que los hijos anunciaban su vida rozando levemente los bordes de la cuna. Lo revivirá todo: tu cuerpo recorrido por mis labios hirientes, el jardín expectante de tu vientre y el punto de luz de mi cigarrillo muy cerca de tus pechos rodeado de la tiniebla jadeante y sin respuesta. Estará bien reviviendo y permanecerá mientras le quede alguna noche pendiente. Hugo Gutiérrez Vega (1934-2015) Letanías para canonizar a Jaime Sabines –Canonicemos a Jaime Sabines por haber canonizado a las putas, los tristes, los amorosos, los vivos, los por morirse y los muertos, saltándose a la chiapaneca los preceptos del canon. –Canonicemos a Jaime Sabines por haber dado a todas las gentes pequeñas –es decir, todos

#1919 - SANDOVAL: [-Cada día te pareces más...] | Y abres los ojos

  –Cada día te pareces más… –Cada día te pareces más a tu padre: La misma nariz, la misma nuca, el muro de cemento, la espalda de la fábrica, tu padre, el clima, el mismo rostro de Fraguas: Los estanquillos, la cerveza los domingos; por esas fechas los niños y sus juegos en las calles, bolas de cristal, trompos claveteados, áureas monedas perdiéndose en los árboles. Fraguas en las tardes: –Un bruñido color en las doncellas, adolescencia de metal, un espejo en el que todos anhelaban repetirse. –Cada día eres más la imagen de tu padre: El secreto fulgor que alondra el entrecejo, los puños sobre las caderas, las esquirlas de luz abriendo paso. Su voz entre cadenas sensible a la garganta; por sus vetaduras un azaroso agrio licor de espinas, erguida bayoneta de silbidos. Víctor Sandoval (1929-2013) Y abres los ojos… Y abres los ojos con espanto. Vienes del sueño a la ferocidad del sol. Abres los ojos al horror de esta mañana. Si naciste en Fraguas, la de calles perdidas, la de sordas campan

#1918 - VILLORO: El giro del bailarín

  El giro del bailarín Todo es presente. Todo es eternamente ahora sobre el metatarso. El gesto que congela la intención ha detenido el cosmos. Diría que se dispone espiga antes del viento diría que está a punto de, que el cuerpo es el instante víspera de la catástrofe. Escucha su latido: no hay sirena de barco que suene más profundo, ni estampa de gacela rompiendo la quietud de la sabana que sea comparable al fugaz pero estático impulso de la sangre. Porque en el metatarso está el dilema, justo en ese peñasco en donde el cuerpo libera como cinco espadas sus cinco extremidades hacia los cinco puntos cardinales. Ahí en ese montículo de hueso donde se apoya el mundo escucha el hombre claramente el ya próximo desprendimiento de sus hojas. Entonces gira. Los músculos se tensan y el desierto, la arena ingobernable con sus sueños fragmentados en dunas, el mar desde sus márgenes, la aprisionada hoguera en el cuerpo del ámbar, el aire con sus pájaros de

#1917 - GARRO: [Que cada una de mis lágrimas...]

[Que cada una de mis lágrimas…] Que cada una de mis lágrimas ahogue en sal cada uno de tus días y cada uno se te convierta en roca y cuando sueñes sólo seas tú solo perdido en las salinas, muerto bajo un viento de sal. Que mires los ojos de la muerte en los ojos que mires y te miren y los caminos intrincados de mis lágrimas de aquel viernes se hundan en tu piel hasta volverte una máscara tatuada. Que ellas tengan la virtud de borrarte la memoria de la dicha y días vacíos encadenen tu tedio. Baste una sola para amargar el más dulce de los frutos y otra para cegarte a la belleza. Una, ligera, leve, se te convierta en roca y todas en río caudaloso en el que nades a contracorriente por todas las edades venideras persiguiendo un punto luminoso engañosa estrella fija como esta inexplicable desdicha de perseguir aquel viernes aquel balcón de piedra aquel adiós aquel árbol flotando solo en el aire nocturno alejándose más a medida que avanzo en la memoria. Elena Garro (1916-1998) Cristales