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Mostrando entradas de agosto 28, 2022

#1927 - GARCÍA TERRÉS: Tres poemas de honores a Francisco Terrazas

  Tres poemas de Honores a Francisco Terrazas 1 Sí. Por el índice fetal del numen que desvela ciudades obsesivas; por el sacro monarca y los espíritus empecinados en la lucha contra Satán, por los trescientos hijos de los conquistadores, cuyo reino creció muy diferente del soñado; por las armas traídas de todas partes, por aquellos daños, por los chismes, embustes y marañas, la gran soberbia, la mayor malicia, los desprecios, el modo riguroso, por la burda codicia que perdura y la verdad cortada a su medida; por el placer magnánimo, recluso entre paredes inquisitoriales, al tiempo que a la lumbre venidera dejaban las estrellas el designio, llegamos a vivir en la precaria confusión del occidente. Nos fueron épocas oscuras las del aprendizaje. Recibimos herencias discordantes. Esclavitud y señorío. Cuatro fanegas de maíz sembradas con fortuna, y después el hambre; rencores lentos; una piedad a duras penas impartida; un sosiego de dientes afuera; orgullos y derrotas; la lengua no tan dies

#1926 - ARREOLA: Libertad

  Libertad Hoy proclamé la independencia de mis actos. A la ceremonia sólo concurrieron unos cuantos deseos insatisfechos, dos o tres actitudes desmedradas. Un propósito grandioso que había ofrecido venir envió a última hora su excusa humilde. Todo transcurrió en un silencio pavoroso. Creo que el error consistió en la ruidosa proclama: trompetas y campanas, cohetes y tambores. Y para terminar, unos ingeniosos juegos de moral pirotécnica que se quedaron a medio arder. Al final me hallé a solas conmigo mismo. Despojado de todos los atributos de caudillo, la media noche me encontró cumpliendo un oficio de mera escribanía. Con los últimos restos del heroísmo emprendí la penosa tarea de redactar los artículos de una dilatada constitución que presentaré mañana a la asamblea general. El trabajo me ha divertido un poco, alejando de mi espíritu la triste impresión del fracaso. Leves e insidiosos pensamientos de rebeldía vuelan como mariposas nocturnas en torno de l

#1925 - DE TERRAZAS: Soneto

  Soneto de Terrazas Dejad las hebras de oro ensortijado que el ánima me tienen enlazada, y volved a la nieve no pisada lo blanco de esas rosas matizado. Dejad las perlas y el coral preciado de que esa boca está tan adornada, y al cielo, de quien sois tan codiciada, volved los soles que le habéis robado. La gracia y discreción, que muestra ha sido del gran saber del celestial maestro, volvédselos a la angélica natura, y todo aquesto así restituido, veréis que lo que os queda es propio vuestro: ser áspera, cruel, ingrata y dura. En Flores de baria poesía. Prólogo, edición, crítica e índices de Margarita Peña. UNAM, México, 1980 1925 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria. 1°-IX-2022. Selección de Felipe Garrido. Miguel Ángel Porrúa, editor; Academia Mexicana de la Lengua; Creadores Eméritos (INBAL) Imagen vía Pixabay

#1924 - PLASCENCIA ÑOL: Cuando vuelo, pienso en Juan de Yepes encerrado en una celda

Cuando vuelo, pienso en Juan de Yepes encerrado en una celda He volado por el mundo, mi flaca lo sabe. Ayer por la tarde recibió una postal de la nube accidentada en Zimbabwe. Hace dos meses la mandé y lo había olvidado, como aquella otra de Lisboa que nunca llegó y tuve que describírsela. Mi flaca es una fiera que quiere saberlo todo. Por ahora voy y vengo entre aviones y aeropuertos, entre cielos de un color distinto y sé que prefiero sus ojos, el gris desnudo de la tarde. Turbulencias aparte, al descender en Mazatlán creí ver a un ángel jugar con la hélice y en mi estómago; en Madrid llovía; en San Pedro Sula la pista era un río; en Bogotá vi una serpiente que parecía la cordillera de los Andes, aunque era de noche y los whiskys saben mejor para el sediento. He visto montañas, ríos, planicies, volcanes y escojo sentarme en el pasillo. La claustrofobia, digo a quien me lo pregunta. Ya se sabe, nunca he visto un falcinelo pero sí las caderas de mi flaca que me espe

#1923 - GELINAS: Venus | Ciudad de cal

  Venus Despojada del velo, la mascarilla, y el rubor más sutil de virgen eterna; libre el cuerpo del corsé, la faja, y el fino maquillaje de las piernas, lejos la modulación de la voz y ni la sombra más diáfana en los párpados, resurge el más puro volumen del yeso. Desarmada y terrible, podrían morderla, dejarla caer; su infinita epidermis es huella innegable de la evolución de su especie. Dana Gelinas (1962) Ciudad de cal Yo nací bajo un cielo de cal, donde la sombra era cada vez más luna menguante y la noche sitiaba su propio espejismo. Ese lugar no era lo que se dice un vergel y sin embargo mi abuela y mi madre –cuando madre y niña– alcanzaron los racimos maduros de tanto tiempo que esperaron bajo el portal. Ante mí, en cambio, un día se abrió el suelo de la casa. Allí brotaron, uno por uno, los males que no alcancé a nombrar a tiempo, en el pecho esa prisa maldita, un dolor de piedra en la espalda, un infinito m

#1922 - SABINES: [Digo que no puede decirse...] | [Tú eres mi marido...]

  Digo que no puede decirse… Digo que no puede decirse el amor. El amor se come como un pan, se muerde como un labio, se bebe como un manantial. El amor se llora como a un muerto, Se goza como un disfraz. El amor duele como un callo, aturde como un panal, y es sabroso como la uva de cera y como la vida es mortal. El amor no se dice con nada, ni con palabras ni con callar. Trata de decirlo el aire y lo está ensayando el mar. Pero el amante lo tiene prendido, untado en la sangre lunar, y el amor es igual que una brasa y una espiga de sal. La mano de un manco lo puede tocar, la lengua de un mudo, los ojos de un ciego, decir y mirar. El amor no tiene remedio y sólo quiere jugar. Jaime Sabines (1926-1999) Tú eres mi marido… Tú eres mi marido y yo soy tu mujer. Tú eres mi hermana y yo soy tu hermano. Tú eres mi madre y yo soy tu hijo. Los dos somos nada más uno. Tú te abres y yo te penetro. Tú eres María y yo soy José. Tú me abrazas y yo te envuelvo. Tú eres mi

#1921 - SABINES: Los he visto...

  Los he visto… Los he visto en el cine, frente a los teatros, en los tranvías y en los parques, los dedos y los ojos apretados. Las muchachas ofrecen en las salas oscuras sus senos a las manos y abren la boca a la caricia húmeda y separan los muslos para invisibles sátiros. Los he visto quererse anticipadamente, adivinando el goce que los vestidos cubren, el engaño de la palabra tierna que desea, el uno al otro extraño. Es la flor que florece en el día más largo, el corazón que espera, el que tiembla lo mismo que un ciego en un presagio. Esa niña que hoy vi tenía catorce años, a su lado sus padres le miraban la risa igual que si ella se la hubiera robado. Los he visto a menudo –a ellos, a los enamorados– en las aceras, sobre la yerba, bajo un árbol, encontrarse en la carne, sellarse con los labios. Y he visto el cielo negro en el que no hay ni pájaros, y estructuras de acero y casas pobres, patios, lugares olvidados. Y ellos, constantes, tiemblan, se ponen en sus m