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Mostrando entradas de septiembre 11, 2022

#1941 - BELLI: Tiziano y Chagall pintando cuando viejos

  Hace dos días, el pasado 15 de septiembre, el poeta peruano Carlos Germán Belli cumplió 95 años. Para celebrarlo, publico este poema que nos manda Chari Akal, y que mucho tiene de espejo al referirse a dos grandes pintores que llegaron a la misma avanzada edad que hoy tiene el poeta. Tiziano y Chagall pintando cuando viejos En la misma edad prolongada pintan, mañana, tarde y noche allí brillando Tiziano y Chagall como cuando jóvenes, exactamente con iguales bríos, repitiendo los átomos ocultos corporales y anímicos de entrambos, que lo de ayer distante se yergue de improviso en este hoy, en las brasas del ocio tan fecundo, y uno y otro renuevan la hazaña de vivir reproduciendo, con el pincel por la fiel mano asido, el mundo visto con los mismos ojos. Que no obstante los años transcurridos la juventud maquinalmente torna por la eternidad de las bellas artes, como dispuesto por los altos cielos en cada cual presente desde arriba abajo y viceversa palpitando en Tiziano impecab

#1940 - COLLADO CAMPOS: Soy ese martes

  La historia no se detiene. Hay nuevos, inmensos amores y nuevos rompimientos. Sigue ocurriendo toda clase de sucesos. Hay catástrofes. Nuevos y más graves crímenes, desde el gobierno, diversas organizaciones, los ciudadanos de a pie. Crecen la pobreza y la violencia y la corrupción. Los poetas no pueden callar. Alzar la voz, tomar la palabra, decir, evitar que se ignore o se olvide lo que va sucediendo son actos de esperanza, de fe en un porvenir que llegará por impredecibles derroteros. Soy ese martes Soy ese martes de 1983; provengo de la ruptura, aligerada por las aguas de mi madre. Soy el panteón de la Guerrero, al que me llevaban como a un parque. El tianguis del miércoles de la Portales; de pez beta en una bolsita y esquimos de rompope. Soy las seis primarias a las que fui. Soy todas las rentas que he pagado. Los eternos viajes en metro y camión a cualquier lugar que deseara ir. Soy el eclipse total de Sol cuya oscuridad me atravesó a través del hoyito que mi tío Jorge hizo en

#1939 - RODRÍGUEZ GALVÁN: Profecía de Guatimoc

  Cumbre del romanticismo, la “Profecía de Guatimoc”, de Ignacio Rodríguez Galván (1816-1842), fue escrita medio año después de que la Guerra de los Pasteles terminó. En una noche de “moribunda luna”, el poeta llora sus desventuras en la soledad de Chapultepec. Al conjuro del silencio, se atreve a invocar al espectro de Cuauhtémoc, “varón inmortal, valeroso y desgraciado”. Y el fantasma acude, lujosamente vestido pero cargado de cadenas y con las huellas del tormento en los pies carbonizados. No voy a contar lo que están por leer. Baste decir que el tlatoani llora la perdición de su pueblo, describe con horror el estado del país, asolado por el mal gobierno y las guerras, y profetiza el castigo de sus verdugos. Profecía de Guatimoc No fue más que un sueño de la noche que se disipó con la aurora. San Juan Crisóstomo Tras negros nubarrones asomaba pálido rayo de luciente luna tenuemente blanqueando los peñascos que de Chapultepec la falda visten. Cenicientos a trechos, amarillo

#1938 - PEÑA: Chichihuacuauhco

  Chichihuacuauhco Un árbol que amamanta niños muertos: mi hijo no alcanzó a conocerme. Mi hijo, el de los dientes de leche, el de los huesos y la sangre de leche. Mi hijo juega a esconderse con otros niños sin que nadie lo encuentre, ¡uno, dos, tres por todos mis amigos!, ¡uno, dos, tres por cada niño entre las ramas! Tengo un hijo meciéndose en un árbol que gana espesura bajo tierra. No tomé leche. No tomé chichi. Me alimenté de distancia. Me alimenté en lo oscuro. Me alimenté a ciegas de silencio. Mi padre se fue entre las ramas, me dejó bebiendo la savia del árbol de los niños muertos. “Se dice que los niños que mueren como jades, turquesas, joyeles, no van a la espantosa y fría región de los muertos (al Mictlán). Van allá a la casa de Tonacatecuhtli; viven a la vera del ‘árbol de nuestra carne’. Chupan las flores de nuestro sustento: viven junto al árbol de nuestra carne, junto a él están chupando”. Mi padre me miró como si me conociera. Se quedó con mi nombre en la punta de la le

#1937: ESPINOSA GUERRA: La voz de un agnóstico | Voz décima

  La voz de un agnóstico Ahora que puedo sentarme y cerrar los ojos retorno al primer silencio y algo me produce el mismo movimiento extraño y satisfactorio que el viento en las praderas que cubren a Roringen. Cualquiera diría que sentarse es un ejercicio prosaico parte de esa rutina que acaricia nuestra espalda antes de abrir los ojos del todo y darnos cuenta del aroma a vida que se cuela por nuestras narices para animar al personaje que nos habita. Pero hay algo quizás no es el sentarse ni tampoco el repetir la práctica de los muertos sintiendo cómo gime la flor al abrirse. Lo más probable es que ni siquiera sea yo. Es algo que habita en las paredes amarillas en el blanco de la alfombra en el silencioso paso sin zapatos que retumba en el pozo de un ayer nunca vivido. Puede ser el plano el espacio abierto del comedor que se prolonga en las ventanas hasta tocar una parte de cielo o pueden ser las chucherías los cuadros, el pan y los libros que se han quedado inmóviles para ob

#1936 - GONZÁLEZ: Macho cabrío | Merma

  Macho cabrío Tus cuernos chocan contra la verja, no retrocedes, no avanzas. Sólo el tiempo curará tu ácida sed, no el jugoso atributo de tu presa. Has dejado de amar, en la canícula inmóvil lo descubres. Tu artillería contra el abismo es un corazón deshabitado. La madurez de tu pene se restriega en la malla metálica con la misma fruición del esgrimista antes de la estocada final. Abres la llave para vaciarte, “no es propicio”, untas tu furor pegajoso en la piel helada del espejo; insistes, arremetes. No retrocedes. No avanzas. Rocío González (1962) Merma Olvidé cómo eras, sólo tengo algunos atributos de tu rostro y parte de tu voz. Es bastante si pienso que mirarte era desafío y que temía a tus manos. La muerte despista a la memoria, lo que de ti recuerdo ha ido llenándose de otras razones. Quiero que te parezcas a mí y lo consigo, le doy a tu severidad rasgos humanos y a tu poder de padre, tu corazón de huérfano. No he podido gritar desde tu muerte y este largo silencio me ha conver

#1935 - DE LA VEGA: Égloga primera

  Égloga primera […] Nemoroso Corrientes aguas puras, cristalinas, árboles que os estáis mirando en ellas, verde prado de fresca sombra lleno, aves que aquí sembráis vuestras querellas, hiedra que por los árboles caminas, torciendo el paso por su verde seno: yo me vi tan ajeno del grave mal que siento que de puro contento con vuestra soledad me recreaba, donde con dulce sueño reposaba, o con el pensamiento discurría por donde no hallaba sino memorias llenas d’alegría; y en este mismo valle, donde agora me entristezco y me canso en el reposo, estuve ya contento y descansado. ¡ Oh bien caduco, vano y presuroso! Acuérdome, durmiendo aquí algún hora, que, despertando, a Elisa vi a mi lado. ¡Oh miserable hado! ¡Oh tela delicada, antes de tiempo dada a los agudos filos de la muerte! Más convenible fuera aquesta suerte a los cansados años de mi vida, que’s más que’l hierro fuerte, pues no la ha quebrantado tu partida. ¿Dó están agora aquellos claros ojos que llevaban tras