Chichihuacuauhco
Un árbol que amamanta niños muertos:
mi hijo no alcanzó a conocerme.
Mi hijo, el de los dientes de leche,
el de los huesos y la sangre de leche.
Mi hijo juega a esconderse con otros niños
sin que nadie lo encuentre,
¡uno, dos, tres por todos mis amigos!,
¡uno, dos, tres por cada niño entre las ramas!
Tengo un hijo meciéndose en un árbol
que gana espesura bajo tierra.
No tomé leche. No tomé chichi. Me alimenté de distancia. Me alimenté en lo oscuro. Me alimenté a ciegas de silencio. Mi padre se fue entre las ramas, me dejó bebiendo la savia del árbol de los niños muertos. “Se dice que los niños que mueren como jades, turquesas, joyeles, no van a la espantosa y fría región de los muertos (al Mictlán). Van allá a la casa de Tonacatecuhtli; viven a la vera del ‘árbol de nuestra carne’. Chupan las flores de nuestro sustento: viven junto al árbol de nuestra carne, junto a él están chupando”. Mi padre me miró como si me conociera. Se quedó con mi nombre en la punta de la lengua y yo con sed en la punta de la mía. Mi padre me dejó colgado. Mi padre riega todos los días el árbol de mi muerte.
Mi hijo duerme en la copa de un árbol,
¿quién lo abraza en lo oscuro?, ¿quién le da de comer?,
¿quién le da de su carne?, ¿quién le canta?
Mi hijo cuelga en un árbol
fuera del vientre y la carne.
Mi hijo crece en la tierra que hay bajo mis pasos,
como una fruta que se alimenta, madura,
cae al suelo y se pudre lejos de mi deseo.
Christian Peña (1985)
¿O es sólo el pasado?
Fondo Editorial
Universidad Autónoma de Querétaro.
Santiago de Querétaro, 2021.
1938 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
Miguel Ángel Porrúa, editor; Academia Mexicana de la Lengua; Creadores Eméritos (INBAL)
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