Mediodía Joaquín Armenta la vio venir desde el otro lado de la calle. Más allá de la funeraria, de la florería, de las nieves, de la oficina de Hertz y del tendido que tenía en el suelo una india que vendía yerbas para enamorar. La vio venir, como todos los días, con ese caminado que partía en dos el día. Bien a bien, Joaquín Armenta no sabía dónde estaba el secreto de aquellos movimientos. Podía ser, se decía, que fuera el modo de lanzar los muslos al frente; o la manera de apoyar toda la planta del pie en la tierra, desde el talón hasta los dedos; o la forma que tenía de consentir el balanceo de las caderas, sin apresurarlo ni interrumpirlo ni prolongarlo, dándole la amplitud precisa, como siguiendo el ritmo de una musiquita sabrosa que llevara por dentro. Joaquín Armenta la vio venir, con la falda negra y volandera que le ceñía la cintura como él habría querido hacerlo. Pasó tan cerca que le sintió el agua de aromas que se había puesto entre las tetas. Pero esta vez Joaquín Ar...
Blog donde el poeta César Guerrero Arellano recopila, para leer y consultar en la web, la selección diaria de poesía que el escritor Felipe Garrido distribuye por WA y por FB a una amplia red de personas.