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#1918 - VILLORO: El giro del bailarín

 

El giro del bailarín

Todo es presente.
Todo es eternamente ahora
sobre el metatarso.
El gesto que congela la intención
ha detenido el cosmos.
Diría que se dispone
espiga antes del viento
diría que está a punto de,
que el cuerpo es el instante víspera de la catástrofe.
Escucha su latido:
no hay sirena de barco que suene más profundo,
ni estampa de gacela rompiendo la quietud de la sabana
que sea comparable
al fugaz pero estático impulso de la sangre.
Porque en el metatarso está el dilema,
justo en ese peñasco en donde el cuerpo
libera como cinco espadas
sus cinco extremidades
hacia los cinco puntos cardinales.
Ahí en ese montículo de hueso donde se apoya el mundo
escucha el hombre claramente
el ya próximo desprendimiento de sus hojas.
Entonces gira.
Los músculos se tensan y el desierto,
la arena ingobernable con sus sueños
fragmentados en dunas,
el mar desde sus márgenes,
la aprisionada hoguera en el cuerpo del ámbar,
el aire con sus pájaros de vidrio,
todo despierta a la espiral del movimiento,
al tifón enloquecido,
al cuerpo que se ha puesto a girar como una estrella.
Es el cuerpo que baila y se apodera del viento.
Mudanza de las formas,
traslado de las intenciones.
Visaje, figura, morisqueta:
cada mueca es una rebelión,
cada reproche un movimiento.
Infinidad, sinnúmero, gentío,
abundancia de cuerpos en el cuerpo,
muchedumbre de cuerpos en el único,
impar y solo cuerpo que se erige.
En su afrenta de luz,
en el aéreo deshonor al orden,
en el tenuísimo pero aplastante oprobio al equilibro
el cuerpo hace su ofrenda:
ahí donde devasta, crea,
donde quiebra, levanta,
donde disipa, anuncia,
donde lisia, establece el cimiento de su fundación.
Es el cuerpo que baila,
el espectro.
Toca la nada: es nadie,
miro su cara: esotra que es la misma,
muestra su rostro brutal y verdadero,
se pregunta.
Aparece y desaparece,
fluye en la nada como aquel que ha encontrado su elemento:
el delfín en el aire,
la serpiente en la pira.
Es presencia y ausencia,
olvido que se vuelve recuerdo,
reminiscencia que se desmorona,
cara que surge del espejo
como un presentimiento.
Está aquí y está allá sin duda al mismo tiempo:
lo apresa el corazón y se queda vacío,
la cuenca del espacio no lo tiene
ni nunca ni tampoco,
ni se estampa en la imagen,
ni se esfuma, ni pasa, ni se aquieta,
ni se avisa en la voz, ni se vislumbra,
ni se puede coger ni no se puede,
ni se forma, ni no, ni se disuelve
y sin embargo baila como si fuera el rey,
como si un cúmulo de soles
encendiera la brecha de su eterna extinción.

Carmen Villoro (1958)
Obra negra.
Arlequín, Guadalajara, 2006 (2ª. ed.)


1918 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
25-VIII-2022. Selección de Felipe Garrido.
Miguel Ángel Porrúa, editor; Academia Mexicana de la Lengua; Creadores Eméritos (INBAL)

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