Ir al contenido principal

#1988 - MICHELENA: La desterrada


La desterrada



I




Yo no canto

para dejar testimonio de mi estancia,

ni para que me escuchen los que, conmigo, mueren,

ni para sobrevivirme en las palabras.

Canto para salir de mi rostro en tinieblas

a recordar los muros de mi casa,

porque entrando en mis ojos quedé ciega

y a tientas reconozco, cuando canto,

el infinito umbral de mi morada.




II




Cuando me dividiste de ti, cuando me diste

el país de mi cuerpo y me alejaste

del jardín de tus manos,

yo tuve, en prenda tuya, las palabras,

temblorosos espejos donde a veces

sorprendo tus señales.

Sólo tengo tus palabras, sólo tengo

mi voz infiel para buscarte.

Reino oscuro de enigmas me entregaste

y un ángel que me hiere cuando te olvido y callo,

y es lengua doliente y una copa sellada.

Esto es la poesía. No un don de fácil música

ni una gracia riente.

Apenas una forma de recordar, apenas

—entre el hombre y tu orilla—

una señal, un puente.

Por él voy con mis pasos,

con mi tiempo y mi muerte,

llevando en estas manos prometidas al polvo

que de ti me separan, que en otra me convierten

y que es mi frontera inexpugnable,

un hilo misterioso, una escala secreta,

una llave que a veces abre puertas de sombra,

una lejana punta del velo centelleante.

Esto tengo y no más. Una manera

de zarpar por instantes de mi carne,

del límite y del nombre que me diste,

del ser y el tiempo en que me confinaste.

Has querido dejarme un torpe vuelo,

la raíz de mis alas anteriores

y este nublado espejo, teatro apenas

de la memoria que me arrebataste.

Y yo que fui contigo solamente

una sonora gota de tu música oceánica,

lloro bajo la cifra de mi nombre,

en esta soledad de ser yo misma,

de ser entre mi sangre un nostálgico huésped

que su idioma ha olvidado, mas no olvida

que es hoja separada de su ramo celeste.




III




Pero voy caminando hacia el retorno.

Pero voy caminado hacia el silencio.

Pero voy caminando hacia tu rostro,

allá donde la música dejó ya de ser tiempo,

allá donde las voces son todas la voz tuya.

Aún es mi camino de palabras

aún no me disuelves de tu música,

aún no me confundes y me salvas.

Mas tú me tomarás desde el cadáver

vacío de mis pasos,

derribará tu soplo la muralla

y apagará la vacilante antorcha

con que mi voz, abajo, te buscaba.

Recobrarás la espada

que un ángel puso en mi costado

y este sonoro sello que en mi frente

me señaló un destino de nostalgia.

Y callaré. Devolveré este reino

a frágiles palabras.

¿A qué cantar entonces, si ya habré recordado,

si estará abierta entonces esta rosa enigmática?



Margarita Michelena (1917-1998)

Poesía en movimiento. México 1915-1966
Selecciones y notas de Octavio Paz, Alí Chumacero, José Emilio Pacheco y Homero Aridjis. 
Prólogo de Octavio Paz.
Siglo XXI, México, 1966.


1988 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
5-XI-2022. Selección de Felipe Garrido.
Miguel Ángel Porrúa, editor; Academia Mexicana de la Lengua; Creadores Eméritos (INBA).


Comentarios

Entradas populares de este blog

#2258 - ESQUINCA: [Un occidental decide tener su primera experiencia con hongos pajaritos] (Tres casos)

#1939 - RODRÍGUEZ GALVÁN: Profecía de Guatimoc