Casida de la muchacha dorada
La muchacha dorada
se bañaba en el agua
y el agua se doraba.
Las algas y las ramas
en sombra la asombraban
y el ruiseñor cantaba
por la muchacha blanca.
Vino la noche clara,
turbia de plata mata,
con peladas montañas
bajo la brisa parda.
La muchacha mojada
era blanca en el agua,
y el agua, llamarada.
Vino el alba sin mancha,
con mil caras de vaca,
yerta y amortajada
con heladas guirnaldas.
La muchacha de lágrimas
se bañaba entre llamas,
y el ruiseñor lloraba
con las alas quemadas.
La muchacha dorada
era una blanca garza
y el agua la doraba.
Federico García Lorca (1898-1936),
Obras completas.
Recopilación y notas de Arturo del Hoyo.
Prólogo de Jorge Guillén.
Epílogo de Vicente Aleixandre.
Aguilar, Madrid, 1960
Lourdes
Esta muchacha está pintada
en un papel de arroz que es transparente
a la luz; ella vuela en su papel
al aire... Vuela con las hojas secas
y con los suspires perdidos.
Es la muchacha de papel y fuga;
es la leve, la ingrávida
muchacha de papel iluminado,
la de colores de agua...
La que nadie se atrevería
a besar por el miedo de borrarla...
Dulce María Loynaz (1902-1997)
Poesía completa
Letras Cubanas, La Habana, 1993
Gavota
Señor, Dios mío: no vayas
a querer desfigurar
mi pobre cuerpo, pasajero
más que la espuma del mar.
Ni me des enfermedad larga
en mi carne, que fue la carga
de la nave de los hechizos,
del dolor el aposento
y la genuflexión verídica
de tu trágico pavimento.
No me hieras ningún costado,
no me castigues a mi cuerpo
por haber vivido endiosado
ante la Naturaleza
y junto a los vertebrales
espejos de la belleza.
Yo reconozco mi osadía
de haber vivido profesando
la moral de la simetría.
Amé los talles zalameros
y el virginal sacrificio;
amé los ojos pendencieros
y las frentes en armisticio.
No tengo miedo de morir,
porque probé de todo un poco,
y el frenesí del pensamiento
todavía no me vuelve loco.
Mas con el pie en el estribo
imploro rápida agonía
en mi final hostería.
Para que me encomiende a Dios,
en la hostería, una muchacha,
con su peinado de bandós,
y que de ir por los caminos
tenga la carne de luz
de los peroles cristalinos.
Y que en sus manos, inundadas
de luz, mi vida quede rota
en un tiempo de gavota.
Ramón López Velarde (1888-1921),
Obras.
Edición de José Luis Martínez.
Fondo de Cultura Económica,
México, segunda edición, 1990.
2055 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.13-I-2023. Selección de Felipe Garrido.
Reacciones a la selección previa:
Adolfo Castañón (De la entrega 2054): Gracias por el envio del poco conocido “Decálogo del artista”, de Gabriela Mistral que es, para decirlo con Octavio Paz, una ''carta de creencia” que presenta las credenciales íntimas de la telúrica y tierna y siempre limpida y asombrosa Gabriela Mistral... Comparto desde mi descalza condición sus enunciados recogidos en ese codiciable libro que es Poesia religiosa, presentado por Pedro Pablo Zegers. Es además una “defensa de la poesía” y de la teología como poesía.
La otra ventana de la entrega es la “Rima XXIX” de Gustavo Adolfo Bécquer que tiene la capacidad de transportanos a ese momento en que los enamorados dejan que el silencio del amor hable a través de ellos. Gracias sin cuenta. Un abrazo.
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