Segunda de cuatro partes
Isla de Janitzio
En la Noche de Muertos
el azogue muestra los sitios
donde el oro envejece.
Dijo la abuela muerta en mi oído.
Silvia Esquivel, Tzintzuntzan, 1979.
--¿El panteón está abierto
toda la noche?
Escucho campanas.
¿Qué anuncian?
--Saben que estamos cerca:
nos llaman.
Silvia Esquivel, Tzintzuntzan, 1979.
Al principio sólo había flores para mi tío Abel. Lo floral se multiplicó y mi abuelo Tayde recibió las violetas que crecen bajo los aguacates. Después mi abuela Teresa tuvo sus geranios. Cuando nos marchábamos mi madre se limpiaba las lágrimas con las hojas del naranjo.
Silvia Esquivel, Tzintzuntzan, 1979.
En esa isla no hay un solo camino; cada quien elige la forma de volver por donde vivió; cada uno regresa a su propia lápida y revive con la canción que sigue:
Suelo mover de sitio
todos mis recuerdos.
Empujo la nostalgia
de un lugar a otro
como si un baúl arrastrara.
Quito las sábanas
que cubren el polvo.
Doy cuerda a los fantasmas.
Limpio los rostros
que he olvidado.
Riego mis arrugas
y mis canas frente al espejo.
Mi infancia roba
todas mis corbatas.
En ese ir y venir
los vivos se mezclan
con los muertos.
Silvia Esquivel, Tzintzuntzan, 1979.
--Iba a los panteones a trabajar. Sí, solía ir con otros niños a sacar agua de las piletas. Rellenábamos los floreros de las tumbas mientras las personas contemplaban sus vacíos. Las familias merendaban y otras, que quizá venían cada año, sumaban historias al agua en las flores: la mujer que nos pedía limpiar su tumba porque sólo necesitaba compañía, los señores que nos veían rascando litros al pozo, los músicos contentos por la temporada. Las pilas de agua parecían porciones de mar en aljibes de concreto.
Me gusta percibir el cempasúchil que tapiza el suelo o la ofrenda en un plato con mole junto a un vasito con mezcal. No importa que cada año me ahogue en la misma pileta, lo disfruto.
Silvia Esquivel, Tzintzuntzan, 1979.
--¿Conoces las huertas de aguacate?
Las cuevas, las veredas, los barrancos, la alberca vacía. No había detonaciones de cañones antigranizo. Éramos pequeños migrantes en aquella huerta que aún no se desgastaba con el tiempo. La luz repartía sus nervios bajo los aguacates. Esos ramajes limpiaban tus heridas en el columpio improvisado. Me acuerdo que apretujaste una cigarra: era una diminuta caja de música multiplicada entre las flores del terreno. Yo sólo apreté un pollo que acababa de nacer. Mi mano confusa lo sostuvo durante un silencio. Arrojé mi culpa envuelta en miedo y rodó hasta las faldas del limón, junto a los perros que mi abuela había sepultado. Tú sonreías entre la confusión de los besos que nunca nos dimos.
Silvia Esquivel, Tzintzuntzan, 1979.
En Cuadro de resiliencia
Armando Salgado (1985)
Tz’akbu Ajaw
Premio Nacional de Poesía
Rodulfo Figueroa 2020
Secretaría de Cultura
Consejo Estatal para las Culturas
y las Artes, Chiapas.
2074 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria. 1°-II-2023. Selección de Felipe Garrido.
Reacciones a la selección previa:
Adolfo Castañón: Querido Armando. Le hago llegar aquí la transcripción de los poemas que ha elegido Felipe Garrido hoy para integrarlos en su cadena y calendario poético cotidianos. Gracias por hacernos conscientes de que el mundo y la letra pueden leerse de cabeza.
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