Bailar de druidas
… para vivir es preciso
traicionar fantasmas…
G. Bachelard
El baile brujo inició un ritual
el giro perfecto de los cuerpos
destejió las sombras.
Emanó el conjuro,
rescatarse de los muros,
traicionar fantasmas,
encontrar el remanso suave de unos ojos.
Estalló gozoso el universo
la vida me arropó en su luz.
Las manos
movieron paralelamente su pincel
de muerte y renacimiento;
dibujaron dos vidas.
En dispares movimientos
coincidió el presente
subiendo
bajando.
Horror y sueño
pintaron hondo.
Se dio el encuentro
pincel con pincel
inventaron nuestra historia.
Abrí la ventana al huracán,
viento y frío
arrastraron el sueño a un sitio sin sombra aún,
pero es probable
que refugiado en cualquier rincón
se esconda su realidad.
Tu ausencia llenó mi vida.
Dialogo con el silencio
para tratar de entender
una huida, las palabras rotas, los sueños
quebrados.
Cruza tu voz
queda
oculta
perdida.
Vivo el vacío.
No hay respuesta
te sigo amando.
Cerrar los ojos
e inventar sueños,
extender las manos
y palpar su esencia
hilvanándonos a la vida para seguir creyendo.
Porque contigo
y sin ti,
he rayado la locura.
No te encuentro
te busco, no te palpo,
en mi dolor me aferro
a tu existencia en mí confusa.
Te niego para afirmarte
me voy para volver a ti
quiero mi voluntad y lucho.
No entiendo la tuya
la tomo, no hay opción.
Te escucho, silencio.
Te quiero, presencia.
Dios duele, me dueles mucho.
Tengo miedo
miedo del recuerdo
por olvidar mi nombre.
Me arranca los días tu sombra
los clava en la vida para verlos brotar
los riega el sereno
y el llanto lunar de tu sueño
los estremece.
Crecen los días entretejiendo
al fantasma.
Esparce el anhelo su esencia
y germina mi piel.
Tengo miedo
miedo del recuerdo
por olvidar tu nombre.
Fueron sus miradas
las palabras
que el tiempo tibiamente convirtió en ternura.
El tacto suave de sus manos
se empeñó en sanarme.
Poseedores del secreto
acunaron mi verdad
en un nicho.
Nunca cesó su voz.
Nunca venció el silencio.
Bailen los druidas
que se aquieten los malos espíritus
que las brujas no invadan los cielos
que los duendes no coman cerebros
que los gatos no hechicen el alma.
Bailan los druidas
que los santos descansan en paz
que el horror ha dormido de pronto
que el saber ha habitado a los hombres
que tu luz ha encendido mi hoguera.
Miedo…
de ti,
de perderte.
Miedo de todo,
de este remolino que levanta fantasmas
los alborota, los inquieta
no los arrastra, no se los lleva
permanecen.
Me habitan sin descanso
en continuo aleteo.
Nunca duermen.
No cesa en el aire enfurecido
un movimiento obsesivo
inalterable.
Que pare, que no sople más.
Una tregua, un aliento
que pueda al fin
pronunciarte en paz.
Corro tendida
el mundo se abre
extiendo los brazos y no alcanzo a cubrirlo.
¡Es mío, mío!
Todo es luz.
Sopla el aire, me roza, me toca,
me envuelve.
Brilla el Sol, quema mi piel, la enciende
y es la Luna quien la aquieta,
la besa.
Baila la lluvia, me moja, la gozo,
cantamos,
todo es carcajada.
Ha nacido la vida
he nacido a la vida.
Corro tendida
el mundo se abre
extiendo los brazos y vuelvo a tu lado.
Maricarmen Pitol.
Bailar de druidas.
Edicions Nautilus.
Centro Queretano de Escritores.
Querétaro, 1996.
2089 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria. 17 -II-2023. Selección de Felipe Garrido.
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