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#2140 - CASTILLO: De Borrar los nombres (2/2)

 

De
Borrar los nombres

Segunda de dos partes


3


Cuando los bufones me señalan y se ríen
cuando los veo patear perros y cerdos
cuando hacen llorar a los niños
cuando le agarran la verga al turista
cuando el guerrero le enseña el culo
a niños y ancianos
cuando los demonios hacen reír a las mujeres
cuando monto el burro al revés
cuando todos tienen sed
y el río fluye indiferente
cuando pienso en mí y ya no hay
quien responda.

4


En la sorna del diablo
en sus gritillos
en su machete que remueve lo baldío de la tierra
en el sudor de los ojos que hace grumos de ceniza
en el polvo que encala el paladar
en el sabor del tabaco después de la carrera
en la sombra de los borrados en la pared
en los filos de las piedras que no han de pisar
los corredores
en los guamúchiles que mueve el viento y nadie corta
en el río que fluye y que ordena sin ser tocado
en la inmovilidad de la guardia que padece el horror
del sol mientras es más alto y bello
en la sangre de los borrados que se quitan la sed
danzando
en los ojos de sombra en las piedras de los ancianos
coras
en el secreto que a todo es reacio excepto
a las mentiras
en el acto de magia en el costumbre que nadie entiende
en los hilos de música cuando todos se han ido y ya no
toca la flauta ni el tambor
en los hilos de música que persisten cuando la calle
está sola
y conversas con el ausente en un mundo que miras
existir sin ti.

5


Al doblar la esquina en la carrera
me miro más en los bufones
que en mi propio cuerpo compañero
corro detrás de sus gritos y sus burlas
y una fuerza involuntaria te socorre el corazón
con su acento primitivo
imán de pluma que regala ritmo en las pisadas
luna llena que te honró como su hijo
eres parte de la mentira que hace recordar el tatuaje
sobreviviente
eres un animal que en los nervios lleva al diablo
de jinete muy tranquilo
eres la raíz oscura que ignorará toda la vida cómo es
la luz pero no lo que le pertenece
el tizne de lo que siempre quisiste y ni siquiera sabías
o la luz de esto que no podrías haber sido
si los sucesos sombríos
si los sucesos lumínicos otra red hubieran tejido
eres la mata que creció sin jardinero y te han salido
espinas
eres el no soy de una tribu que ríe en lo peor
del tiempo
como si supieran la cifra final de tanto juego
de tanta sed de sol de tanta necesidad de encarar
el horror para conjurarlo
de tanto honor de darse a la causa de la víbora
del cielo.
Hay que resistir entonces el vértigo de no entender
pero sentir que la carrera no es sobre las piedras
y que la tarde suena como piedras de oro
que jamás serán monedas.

6


Del baño final saldrá un extraño
que mira su propio cuerpo flotar en el río.
Retorna a la serpiente que nunca supo lo que hizo
y escucha por última vez al bufón que ofertó valor
a los guerreros
y escucha pardamente la respiración de nadie.

Ricardo Castillo (1954)
Islario
Conaculta
Coordinación Nacional de Descentralización
Instituto Coahuilense de Cultura
Ocelote, México, 1995.

2140 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
9-IV-2023. Selección de Felipe Garrido.
Miguel Ángel Porrúa, editor; Academia Mexicana de la Lengua; Creadores Eméritos FONCA

Reacciones a la selección previa:

Adolfo Castañón: Querido Ricardo. Me da gusto saludarte este sábado 8 de abril del 2023. Te remito aquí la transcripción que en “Un poema al día” ha hecho Felipe Garrido, a quien marco copia. Se reproduce la primera de dos partes de “Borrar los nombres”, poema incluido en tu libro Islario (1995) en el que se habla del Sábado de Gloria. (Subrayo de paso que la serie de Felipe funciona a la par como un termómetro y como un calendario)
La cultura cora-huichol es el espacio contra el que se recorta está crónica de danza ritual y catártica que es a la par terapéutica y lustral, purificadora, y en la que van aflorando desde “la extravagancia de haber nacido”, el “sueño indócil” que busca capturar en su “recuerdo ceniciento” el vuelo soberano de la urraca por las estancias de aquello que palpita antes de la letra y sólo se reconoce en “la pulpa del hechizo de ser salvaje”, gracias acaso a la lolophora williamsi mientras resuenan dentro y fuera del cuerpo los tambores de la sangre sacrificada. Las fronteras de la identidad se diluyen en esta arena de palabras a la par jubilosa y atormentada.
Con estas letras, querido Ricardo Castillo, saludo tu perseverancia en la danza de la letra en medio de la montaraz y árida circunstancia en que nos ha tocado vivir. Saludo tu itinerario que, desde El pobrecito Señor X y La oruga (1980), Como sábanas blancas (1982), Ciempiés tan ciego (1989), Reloj de arenas (1995) ha ido trazando una cartografía no sólo individual sino colectiva o si se quiere tribal que ha ido pasado por las diversas estaciones de una espiral vital y expresiva. Recuerdo, querido Ricardo, el entusiasmo festivo que suscitó El pobrecito Señor X, el fervor por la parsimonia de los anélidos que has celebrado y, al margen, la castidad casi de poeta cátaro de tus amorosos empeños. Agradezco que tu inspirada palabra haya llegado a estas páginas.

Maya López: Nadie ha podido decir qué es la poesía de una manera convincente para todos. Hay cientos de definiciones y vale la pena leerlas todas, aunque sea para objetarlas. A cambio de eso, todos somos capaces de sentir cuándo y dónde se produce la poesía, y eso sucede siempre que algunas palabras –acosadas por quienes las persiguen, o por un mero accidente– se encuentran y nos deslumbran–. Maya López es una lectora perspicaz y apasionada, que disfruta con esos hallazgos. Anoto algunos de los que encontró en enero del año que corre.

Enriqueta Ochoa (día 2): “Di, ¿qué se hace con un muerto, padre?”
Gabriela Mistral (12): “Darás tu obra como se da un hijo: restando sangre de tu corazón.”
Ciprián Cabrera Jasso (20): “De la luna llega, / a esta mi transparencia,/ el resplandor de las tinieblas.”
Rosana Romo Pérez (22): “me iré como en un sueño”.
Miguel Ángel Duque (23): “¿Cuántas veces/ en medio de la tormenta/ hemos preferido seguir/ los caminos de censura y escarnio, al sencillo abrazo?”
Gabriel Celaya (24): “Soñar que ese navío/ llevará nuestra carga de palabras/ hacia puertos distantes,/ hacia islas lejanas.”
Ángel Cuevas (27): “De ti vengo, de ti he nacido, soy tu fruto.”
Mariángeles Comesaña (28): “Me enseñas a verte morir, / sin desesperación, sin miedo;”.
Valery Larbaud / T. David Noria (29): “S’il mést donné de revoir Athenes, que mon navire…”// “Si me es concedido que vuelva a ver Atenas, que mi navío…”

Nicolás Reyes: En tres entregas consecutivas (2134 a 2136) aparecieron aquí Elena Jordana, Juan Bañuelos y Coral Bracho. Los tres con poemas tomados de una antología que preparó Alejandro Sandoval y que publicó Joaquín Mortiz en 1988: Veinte años de poesía 1968-1987. Premios de poesía Aguascalientes. Juan Bañuelos fue quien primero lo recibió, en 1968, con su libro Espejo humeante. Diez años después, en 1978, Elena Jordana fue la primera mujer que lo obtuvo, con Poemas no mandados. Tres años más tarde, en 1981, el Aguascalientes fue otorgado nuevamente a una mujer, Coral Bracho, por su libro El ser que va a morir. Los otros ganadores fueron José Emilio Pacheco, Uwe Frisch, Óscar Oliva, Desiderio Macías Silva, Alejandro Aura, Eduardo Lizalde, José de Jesús Sampedro, Hugo Gutiérrez Vega, Raúl Navarrete, Elías Nandino, Miguel Ángel Flores, Francisco Hernández, Hugo de Sanctis, Efraín Bartolomé, Antonio Castañeda, José Luis Rivas y José Javier Villarreal.

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