A veces llora el hombre
A veces llora el hombre
su inútil, lenta vida,
su derrumbada voz en los abismos
donde se abaten cercenados sueños.
A veces llora el hombre
con desgarradas lágrimas de siglos,
como si fuera el último
superviviente náufrago del mundo,
que caminara solo entre cadáveres
de transparentes venas disecadas.
A veces llora el hombre
su viril crecimiento solitario,
su semilla injertada de granizo
estéril, deleznable, llora su soledad
y el hijo de su llanto congelado.
Llora sus pasos de fantasma
sobre un aciago páramo de sombras.
Ya ni la misma tierra lo sostiene.
No lo tocan los dedos de la brisa.
Tiene sed, pero el agua se le escapa
por fracasos de súbitos cristales.
Se deslizan sus pasos en la nada
y un pavor infinito lo estremece
cuando se queda mudo y paralítico
en la hora nupcial de la poesía,
sin eco que responda a su amargura,
sin huellas que delatan su presencia,
su dolida presencia de abandono.
Porque el hombre está solo,
porque nadie sospecha
la dolorosa concepción de un hijo,
extraordinario, singular diamante
casi gema de leche, casi aurora
en su nocturna entraña marinera.
A veces llora el hombre
porque se siente solo.
El hombre que debiera
sonreír del olvido,
cuando el mundo se olvida
de que el hombre ha llorado.
Pero cuando despiertan
milenarios diamantes
y ascienden a la vida
por claras madreselvas,
invadiendo la noche
de esmeraldas pequeñas,
al hombre de repente
le despiertan palabras
-lirios amanecidos-
y su invernal angustia
se cubre de campánulas
de vegetales ecos,
y sus brazos morados
por lentas soledades,
se le van envolviendo
de ingénitas presencias,
y la gema de leche
de su honda poesía,
le ilumina la entraña
sosegada del llanto.
Fluye de sus trémulas manos
el venero de plácidas angustias,
cuando siente nacer en su agonía
al hijo invertebrado.
Un filo adverso aniquila el lucero.
Torna a llorar el hombre
con desgarradas lágrimas de siglos,
y antes que el grito asombre
al silencio del alba,
agoniza en sus labios mortecinos
la canción infantil de la esperanza.
Se derrumba su voz en los abismos,
rueda por incontables
túneles de tinieblas
y se empoza en gargantas mutiladas.
Sube de las entrañas de la tierra
el lamento obstinado y delirante
que llega hasta el Creador y lo conturba
como en el día agorero
del parto inenarrable,
en que nació la luz, el agua, el viento,
y comenzó el oscuro, el desolado,
inagotable llanto de los hombres.
Margarita Paz Paredes (1922-1980)
Rueca
Primavera
México, 1948
Año V Núm. 17
Revistas Literarias Mexicanas Modernas
Rueca III Verano de 1945 / Invierno
de 1951 – 1952
Fondo de Cultura Económica, México, 1984
2143 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
12-IV-2023. Selección de Felipe Garrido.
Reacciones a la selección previa:
Adolfo Castañón: Querido Felipe: Gracias por el envío del “Poema” de Ninfa Santos (1914-1990) publicado en la entrega de Otoño e Invierno de la Revista Rueca, en 1946 e incluido en la Colección de Revistas Literarias Mexicanas Moderna publicada en México en los primeros ochentas del siglo XX, gracias a la política editorial visionaria de José Luis Martínez al frente del FCE.
Antes de tocar el “Poema” de Ninfa Santos, hay que decir que Rueca fue una revista precursora de la expresión literaria de las mujeres en México y que editoras como Carmen Toscano y María Ramona Rey supieron hacer de esta publicación un hito editorial en el que convivieron Paul Valéry y Juan Ramón Jiménez con Concha Urquiza, María del Carmen Millán y desde luego la escritora costarrricense Ninfa Santos, cuya vida está ligada a la historia y la cultura de México e Hispanoamérica. Entre los perfiles biográficos dedicados a esta autora clave por diversas razones está el trazado por Fabienne Bradu en Damas de corazón, FCE, 1994,
“Poema” es una elegía y al mismo tiempo un poema que navega en el sueño y en el insomnio de la experiencia amorosa indisociable de la mirada. En él está cautiva la presencia y la gracia del otro, amado y desaparecido al tiempo que es palpable la sombra enamorada y amante que lo evoca. Una multitud de recuerdos se recoge en estos versos.
Ps Les marco copia a doña Juana Inés Abreu y a Fabienne Bradu, a quienes saludo cordialmente.
Bernardo Bátiz: Después de todo, no hay poesía sin enigmas. Es su naturaleza. Espero entender la expresión más enigmática de nuestra charla reciente y siempre inacabable con la poesía, con quienes la rescatan de las profundidades de las bibliotecas, con los lectores y lectoras que cada madrugada disfrutamos y tratamos de entender. ¿Qué significa lo que leí anoche? Alguien explíquemelo: “Borrar los nombres, desde el título se conjuga fuerza y belleza.” Saludos.
Elisa Josefa Hernández Aréchiga: Borrar los nombres es el título del poema de Ricardo Castillo que se publicó el sábado.
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