Ciudad exterior
Labios hendidos por la luna
cabezas atrofiadas
enanos o gigantes
son apartados de tu paso.
Desde los lagos interiores
hasta las tierras medias
de un invierno que no conoce la nieve,
para tu deleite vienen, a lomo de camello
grandes bloques con peces congelados.
…aún no amanece. Los pasos de los siervos apenas tocan el lienzo, acercan armas y bastimentos. Un cazador lleva su perro en la grupa de la cabalgadura; otro, con un halcón al hombro, extiende velos castaños. Brío de las bestias, golpes de cascos en la piedra, chirridos de jarcias y aperos y el olor de un pan olvidado en el horno.
El urogallo desciende en busca de semillas desde los techos del mundo.
El arco sigue la curvatura de su presa. El ave cae. Diestras manos lo destazan y del buche tibio y sangrante ruedan pepitas doradas que trituraban su alimento.
El ave colma tu apetito, noble cazador, pero despierta la ambición de tus siervos que subirán jadeantes la montaña como perros de caza, hasta el santuario de los urogallos, en busca del oro.
Porque no matas
ni destruyes sin límite
habrá abundante caza en tus rutas,
protegido del cielo.
Como la barba
de los jinetes a galope
así se doblegan
copas de arbustos
penachos de palmas
sirgos de pastizales
abrasados por el simún.
Bajo tu aliento en reposo
el claroscuro de la piel de nutria.
Afuera el viento eriza hilos de cobre:
pastos maduros que no alcanzan
a comer los ganados
por la vastedad de tus dominios.
Sobre un montículo la tienda regia
donde trazan su estrategia tus guerreros.
El sol pace entre nubes
y sobre la estepa avanzan
sus rebaños de luz.
La seda púrpura del palio
bulle con el viento:
incendio del cielo en la tierra.
Y yo me esparzo como la ceniza por ti.
Teas contra el cielo
lindan el cerco de los desposeídos.
Tirada por veinte bueyes
la tienda regia avanza:
blancos ganados en la noche
constelación que descendió en la tierra.
Sables en alto
inclinados a la venganza.
Entre el follaje de plata
y los caballos de guerra:
los rostros de agua.
Armas depuestas
se deforman bajo el incendio.
Arrasa el fuego yurtas y cadáveres
consume zarzas
pájaros ahogados.
Tres picos
tres montes son testigos.
Infusión de brasas
para el temple de los asustados.
Humo de boñigas
para ahuyentar de las heridas los insectos.
Hierbas aromáticas
en los pliegues de las mortajas.
Inician los dioses el recuento del día.
Elva Macías (Chiapas, 1944)
Entre los reinos
Presentación de William Johnston.
Lecturas Mexicanas. Cuarta serie
Conaculta, México, 2002
2202 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
14-VI-2023. Selección de Felipe Garrido.
Miguel Ángel Porrúa, editor; Academia Mexicana de la Lengua; Creadores Eméritos FONCA
Adolfo Castañón: Gracias por el envío de la tercia de poemas que escribí en Perpiñán en 1994 en casa de Louis Panabiére (1935-1995), maestro y amigo, autor de Jorge Cuesta: Itinerario de una disidencia (1903-1942), que traduje para el Fondo de Cultura Económica y que se editó en 1996. La serie de tres soles rima con la dirección que Louis Panabiere y Maria Dolores Rodríguez de Panabiere, a quien marco copia, tenían en esa ciudad. en el Impasse des Trois soleils.
El poema declina sus estrofas en torno a la amistad y al júbilo del encuentro entre amigos de varias generaciones. congregados un sábado en su casa. Louis alojaba ahí una Catrina de tamaño natural en papier maché, como consta por una fotografía que tengo enmarcada y que recuerda esa escena. Louis se había traído de México a esa elegante anfitriona de dos mundos, luego de su gestión al frente del Instituto Francés de América Latina, el IFAL.
La escena dibuja con luminosa fluidez una reunión con sus alumnos y los míos, pues había yo ido a pasar ahí un semestre sabático. Panabiere tenia un perro, Hispalis, cuya memoria guarda el poema. Hay una rima subyacente entre las geografías del sur de Francia y el de México: entre Colombia y Europa.
El poema de los tres soles me ha acompañado a lo largo de los años y me da mucho gusto, querido Felipe, que entre todos los poemas que componen La campana en el tiempo hayas elegido éste que celebra la amistad… uno de los motivos que informan la cosecha.
Junto con Jean Meyer y Jean-Marie Gustave Le Clézio, Louis Panabiére fundo en la Universidad de Perpiñan el Institut d'Etudes Mexicaines que entre 1974 y 1984 congregó a poetas y escritores de uno y otro lado del Atlántico. Uno de ellos fue el testigo amistoso que redacta estas letras.
Elisa Josefa Hernández Arpechiga: El sol bello y viajero que nos regala Castañón, me salva del tremendo sol de mi ciudad. (Monterrey.)
David Noria: Gracias, queridos Felipe y Adolfo por compartir estos poemas solares. Los Pirineos y el Ajusco se hermanan, y alrededor de una mesa se parte el pan de la amistad. Las bellas imágenes de Adolfo hacen pensar en las tres Gracias bailando con la naturaleza, en un labrador dorado como rayo de sol y en la ubicuidad de la luz, de este o del otro lado del Atlántico.
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