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#2206 - FRENK: [Los comendadores, por mi mal os vi…]

 

El de este poema es un español muy viejo.
Hay que leerlo poniendo más atención en cómo suena que en cómo está escrito.
887 E

[Los comendadores,
por mi mal os vi…]

Los comendadores,
por mi mal os vi:
tristes de vosotros,
cuytada de mí!
Quando la fortuna
puso en mí su rrayo,
quinze eran de luna,
catorze de mayo,
quando aquel desmayo
de amores senti.
En mi casa estando,
libre de dolores,
conbidó Hernando
a los comendadores:
con pasión de amores
Jorje miró a mí.
Tanto me mirava,
de mi amor pagado,
que se trasportava
sin comer bocado;
su rrostro abaxado,
sin color, le bi.
Yo sentí su pena
y tormento esquibo,
y vime en cadena,
si él se bio captibo,
y si él ardía vivo,
yo me abrasé allí.
En la triste ora
cay sospirando.
"¿Que sentís, señora?"
me dixo Hernando;
yo, disimulando,
tal respuesta di:
"El manjar me á echo
el nuebo acidente
que dentro en mi pecho
mi corazón siente"
Mas él, mansamente,
me respondió ansí:
"Lunbre de mis ojos,
de mill gracias llena,
si ellos son antojos,
vengan norabuena".
Yo a llorar mi pena
me aparté de allí.
Vime de amor presa,
con desconfianza,
pues dexé a la mesa
toda mi esperanza,
que amorosa lanza
Jorie tiró a mí.
Después de comer
fue la su partida,
do me vino a ver
el bien de mi vida;
yo por despedida
un anillo le di.
En ricos trotones
parten a la brida,
de oro guarniciones
y seda torzida;
su gente vestida
de oro y carmesí.
Su partida echa,
como avéis oýdo,
concibió sospecha
d'ello mi marido,
mas, como entendido,
recojióla en sí.
Jorje en corte estando
con el rey, muy ledo,
vióle el rey mirando
un anillo en el dedo,
y en secreto y quedo
dixo a Hernando así:
"Un anillo vuestro,
que mío ser solía,
en el dedo diestro
Jorje le traya".
Y ésta fue la guía
por do me perdí.
Hernando, avisado,
viendo lo que pasa,
muy disimulado
vino para casa,
y como una brasa
me dixera así:
"No mostréis, tristeza,
lunbre de mi vida,
que manda su Alteza
haga una partida".
Yo, triste, aflixida,
luego le crey.
Allí me abrazó
el pobre de Hernando
y se despidió
de mí sollozando;
yo deseava el quándo
verle ydo de allí.
Que el fuego amoroso
que en mi pecho ardía
de todo reposo
pribado me avía;
busqué modo y ora
y a Jorje escribi.
Lo qual fue ocasión
que luego partiese,
porque el corazón
de pena saliese
y que se viniese
luego para mí.
De brocado y verde
mi Jorje venía,
sin que se le acuerde
de su honrra y la mía.
¡Triste fue aquel día
que me vio y le vi!
Llegan a mi casa,
y abríles la puerta,
sin sentir la brasa
que estava encubierta;
fuimos a la huerta
a holgar allí.
Mesas nos pusieron
cabo unos laureles
y las conpusieron
sobre los manteles,
de rrosas, claveles
que abundan allí.
Muy lindos pabones
sirben rricos pajes,
perdizes, capones
y dos mill potajes;
de carnes salvajes
a comer les di.
Si les di muy buena
y rrica comida,
muy más fue la zena
costosa y cunplida,
pues costó la vida
a ellos y a mí.
Gran sera tubimos
después de zenar,
hasta que nos fuimos
todos a acostar,
triste, sin pensar
el mal para my.
Salas tapizadas
y camas hermosas,
todas rroziadas
con agua de rosas;
de frutas sabrosas
colazión les di.
Y las mis criadas,
de mi mal testigos,
después de zerradas
puertas y postigos,
a sus dos amigos
lleban para sí.
Llegada la ora
de nuestros amores,
Jorje me enamora,
yo le di favores,
pues nuestros dolores
fenecían allí.
Y todos estando
en gozo cumplido,
saliera Hernando,
que estava escondido:
todo mi sentido
en velle perdí.
Un negro alunbraba
con acha enzendida,
y él, con furia braba
y saña crezida:
¡triste su venida
fuera para mý!
Y con un montante
a Jorje, en mis brazos,
con furia pujante
hizo mil pedazos:
¡mirá qué enbarazos
sentiría yo allí!
Con golpes esquibos
yere y desbarata,
quantos alla vivos
a todos los mata,
y a mí más, yngrata,
que matarlos vi.
Ya que los avía
muerto y asolado,
a mí se bolbía
muy encarnizado,
y con rostro ayrado
me dixera ansy:
"Pues me deshonraste
sin darte ocasión
y tal ansia echaste
en mi corazón,
justo es tal traizión
la pagues aquí"
Luego mi cabeza
cortó como a ellos;
túbola gran preza
por los mis cavellos,
porque con aquéllos
a Jorje prendí.
Por tal sacrificio
fenezcan mis hadas;
nadie sigua el vicio
de tales pisadas:
señoras casadas.
escarmentá en my.


Margit Frenk (1925)
Nuevo corpus de la antigua lírica
popular hispánica (siglos xv a xvii)
Tomo I. UNAM, Colmex, FCE
México, 2003.

2206 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
18-VI-2023. Selección de Felipe Garrido.
Miguel Ángel Porrúa, editor; Academia Mexicana de la Lengua; Creadores Eméritos FONCA


Bernardo Bátiz: Siempre Gabriel Zaid es quien es: claro, directo. Escribe en prosa recortada y genial; escribe y describe sin rebuscamientos. Desde su refugio de la Colonia Cuauhtémoc, enemigo de las fotografías, prefiere las descripciones impecables hechas por él mismo. Desdeña las reglas ajenas, pero se impone las propias y las cumple religiosamente. Es tan devoto que cuentan, bueno, él cuenta que el Espíritu Santo entró por la vidriera y se le apareció en un vaso.
Carmen Tinajero: Qué linda foto viene en los comentarios, la de Panabiere y Castañón y sus alumnos. Esta foto habla, denuncia la posibilidad de reírse de la muerte y así ser feliz en lo inevitable, correr al fin (porque la eternidad no existe) con el amor a cuestas.
Maya López: Maravillosas poetas: Angélica de Icaza: “al paso de la noche / terminaremos juntos este duelo.” Dana Gelinas: “Las uñas afiladas / de la mano abierta / sostienen el rostro / de perla sin luz.” Helena Paz: “pájaros del pasado la invaden / caen en su corazón.”
José Cruz: Me gusta mucho el poema “Óleo de señora”, de Dana Gelinas. Imaginé a una mujer algo gastada por la edad que procura darse sus arreglos para disimular que los años se han llevado su juventud. Aguarda el atardecer y quiere despedir el día con las uñas pintadas del mismo color que luce el Sol en ese momento.

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