Oscura Palabra
[Tercera de tres entregas]
6
Yo sé que por alguna causa que no conozco estás de viaje,
un océano más poderoso que la noche te lleva entre sus manos
como una flor dispersa…
Tu retrato me mira desde donde no estás,
desde donde no te conozco ni te comprendo.
Allí donde todo es mentira dejas tus ojos para mirarme.
Deposita entonces en mí algunas de esas flores que te han dado,
alguna de esas lágrimas que cierta noche guiaron mis ojos al amanecer;
también en mí hay algo tuyo que no puede ver nadie.
Yo sé que por alguna causa que no conozco te has ido de viaje,
y es como si nunca hubieras estado aquí,
como si sólo fueras --tan pronto-- uno de esos cuentos que alguna vieja criada
me contó en la cocina de pequeño.
Mienten las cosas que hablan de ti;
tu rostro último me mintió al inclinarme sobre él,
porque no eras tú y yo sólo abrazaba aquello que el infinito retiraba
poco a poco, como cae a veces el telón en el teatro,
y algunos espectadores no comprendemos que la función ha terminado
y es necesario salir a la noche lluviosa.
Más acá de esas aguas oscuras que golpean las costas de hombres,
estoy yo hablando de ti como de una historia
que tampoco conozco.
7
madre, madre,
nada nos une ahora, mas que tu muerte,
tu inmensa fotografía como una noche en el pecho,
el único retrato tuyo que tengo ahora es esta oscuridad,
tu única voz es el silencio de tantas voces juntas,
es preciso que ahora tu blancura acompañe a las flores cortadas,
ningún otro corazón de dormir hay en mí que tus ojos ausentes,
tus labios deshabitados que no tienen que ver con el aire,
tu amor sentado en el sitio en que nada recuerda ni sabe,
ahora mis palabras se han enrojecido en su esfuerzo de alzar el vuelo,
pero nada puede moverse en este sitio donde yo te respondo
como si tú me estuvieras llamando,
nadie puede infringir las reglas de esta mesa de juego a la que estamos sentados,
a solas como el mar que rodea al naufragio
hemos de contemplarnos tú y yo,
nada nos une ahora, sólo ese silencio,
único cordón umbilical tendido sobre la noche
como un alimento imposible,
y por allí me desatas para otro silencio
en las afueras de estas palabras,
nada nos tiene ahora reunidos,
nada nos separa ahora,
ni mi edad ni ninguna otra distancia,
y tampoco soy el niño que tú quisiste,
no pactamos ni convenimos nada,
nuestras melancolías gemelas no caminaban tomadas de la mano,
pero desde lejos algunas veces se volvían a mirarse
y entonces sonreían,
ahora un poco de flores para mí
de las que te llevan,
también en mí hay algo tuyo a lo que deberían llevarle flores
ese algo es el niño que fui,
ya nada nos une a los tres,
a ti, a mí, a ese niño,
22 de mayo de 1965
México, D. F.
OSCURA PALABRA / de JOSÉ CARLOS BECERRA. / Se acabó de imprimir el / día diez de septiembre / de 1965 en los talleres / del maestro impresor don / Manuel Casas. Se tiraron / 100 ejemplares sobre papel / fiesta, numerados y firmados / por el autor. Se usaron / tipos de la casta Caledonia. / Cuidaron de la edición / JUAN JOSÉ ARREOLA / y JORGE ARTURO OjEDA.
José Carlos Becerra (1936-1970)
Oscura palabra
Ediciones Mester
Manuel Casas (impresor), 1965.
Edición Facsimilar:
Universidad Autónoma de Querétaro
Tabasco, Secretaría de Cultura.
2213 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
25-VI-2023. Selección de Adolfo Castañón / Felipe Garrido.
Reacciones a la selección previa:
Adolfo Castañón: Querido Felipe: agradezco tus letras generosas y la decisión de presentar a tus lectores el hondo e impecable poema del autor tabasqueño, en el que detalla con poética exactitud el reloj de arena vivida desencadenado por la desaparición de la autora de sus días, la madre esencial de la Oscura palabra que declinan sus versos. El poema, sabiamente construido, se despliega a la vez como un atlas intimo y como una melancólica serie de arpegios en que los pasos de la muerte se confunden con el tamborileo de la lluvia y las exhalaciones y evaporaciones con la saudade incontenible que embarga y embriaga con su dolor a la vez nuevo e inmemorial al poeta.. La lectura se desliza por la piel de la mente como un agua mansa y salutífera, como un agua bendita que es a la vez viático fúnebre y agua bautismal de ese Segundo Nacimiento que comienza con la muerte.
Bernardo Bátiz: Desde un rincón, en una biblioteca de aula, en el no tan lejano Noreste mexicano, leemos a mi contemporáneo el taciturno poeta Juan Carlos Becerra. Poesía sin alardes; tristeza expresada con palabras directas, metáforas claras, nostalgia auténtica. “hay algo ciego en el modo como golpea la lluvia…”
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