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#2236 - VÁZQUEZ DOMÍNGUEZ: El torito jarocho | La iguana | El Sacamandú

 

El torito jarocho

Este torito que traigo
no es pinto ni colorado,
no es pinto ni colorado,
este torito que traigo.
Es un torito barroso
de los cuernos recortados,
este torito que traigo
no es pinto ni colorado.
¡Lázalo, lázalo!
¡Lázalo, que se te fue!
¡Échame los brazos mi alma
y nunca le olvidaré!
iLázalo, lázalo!
iLázalo, que se te va!
¡Échame los brazos mi alma,
si me tienes voluntad!
Yo le pregunté a un vaquero
cómo se ordeña una vaca,
Y me dijo, el embustero:
--Se le amarran las dos patas…
--Se le amarran las dos patas
y se le arrima el becerro...
iLázalo, lázalo!
¡Lázalo, que se te va!
¡Échame los brazos mi alma,
si me tienes voluntad.
¡Lázalo, lázalo!
¡Lazalo, que se te fue!
¡Échame los brazos mi alma,
y nunca te olvidaré!

La iguana

Dicen que la iguana muerde;
pero yo digo que no:
yo agarré una por la cola,
nomás la lengua sacó.
Iguana mía; ¿Pa' dónde vas?
Voy para el pueblo de Soledad.
Que será mentira o será verdad,
lo que anda diciendo la gente ya;
cuando va uno al pueblo no hay novedad.
A tarín, tan tea.
Que iguana tan fea.
Que se sube a un palo
y se zarandea;
se mete en un hoyo,
pa' que no la vea;
pone su huevito,
lo cacaraquea.
Haga usted lo mismo
pa' que me lo crea.

El Sacamandú

¡Ay, nomás, nomás!
¡Ay, nomás, nomás!
Mañana voy al torco
a aprender a manganear,
pues, ya me parece feo
que todos sepan lazar,
que todos sepan lazar,
¡y yo nadamás los veo!
¡Ay, nomás, nomás!
¡Ay, nomás, nomás!
Cuando los vaqueros van
al llano de Nopalapan,
al llano de Nopalapan,
cuando los vaqueros van.
En su caballo alazán,
gritándole al toro, ¡japa!
gritándole al toro, ¡japa!
¡japa, torito galán!
¡Ay, nomás, nomás!
¡Ay, nomás, nomás!

Rubén Vázquez Domínguez´(1967?)
El son jarocho: sus instrumentos
y sus versos.
UV, Xalapa, 1991

2236 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
30-VII-2023. Selección de Felipe Garrido.
Miguel Ángel Porrúa, editor; Academia Mexicana de la Lengua; Creadores Eméritos FONCA


Reacciones a la selección previa:

Adolfo Castañón: Gracias por la entrega de este 29 de julio que trae en su estuche tres poemas de Gerardo Deniz (Samsara, Ignorancia y Acertijo), precedidos de un fragmento de la Presentación de Fernando Fernandez al libro “Adrede y Gatuperio” (Conaculta, Mexico, 1998), cuando todavía estaba vivo su autor (1934-2014).
Primero hay que decir que Gerardo Deniz, es decir, Juan Almela, es un poeta mexicano nacido en Madrid.
Dice Octavio Paz: “Siempre he visto a Ramón Xirau, Tomás Segovia, Manuel Durán, Gerardo Deniz, Luis Ríus, Jomi García Ascot, José Pascual Buxó, y Enrique de Rivas, para citar a los mas conocidos, como mexicanos. Mejor dicho, hispanomexicanos”. (“México y los poetas del exilio español” O.C, t, III, Circulo de Lectores, Barcelona, 1991, p. 311). En segundo término, me inclino con reverencia. ante la Presentación del crítico y poeta Fernando Fernández, estudioso comprometido con la obra de Gerardo Deniz desde hace varias décadas y al que ha dedicado ensayos, artículos y comentarios hasta llegar a ser acaso el primer especialista de este autor difícil de “adrede”. Esto me lleva al tercer punto de este breve trazo: Me refiero al de la dificultad.
En uno de sus libros menos citados, titulado “On difficulty”, George Steiner enumera las dificultades que presenta la comprensión de la obra literaria, la novela o el poema, Éstas pueden ser de varias índoles: la recepción de los textos, la erosión histórica que hace que un poema de la Edad Media sea dificiil de comprender ahora… hasta la complejidad del idioma que “adrede” ha elaborado cada autor para expresar su decir.
Celebro que Felipe Garrido haya enmarcado los retablos y ex/votos poéticos de Deniz con los comentarios de Fernandez, estudioso de Lope de Vega y de Ramón Lopez Velarde.
Finalmente, toco con esos parámetros, como si fueran pinzas, los hechos abrasivos, corrosivos y fulgurantes que son los poemas de Deniz. Al leerlos se contagia el gatuperio, la desazon, la sensacion de inutilidad o insensatez ante lo que comunmente se concibe como forma literaria. Los versos destilan humor y a veces mal humor e incluso irritación ante la hipocresía de que se revisten los usos y costumbres de la dignidad y el decoro supuestamente literarios.
La corporeidad o corporrealidad visceral del ser humano campea por la prosodia desenfadada de Deniz que no teme tocar el metabolismo de la memoria que se resuelve en el vómito y la nausea que desenmascaran la retórica galante y la reducen a su “imparcial ficha antropométrica” A los acuarios de estas experiencias en que navegan los poemas de Gerardo Deniz los estremece una risa que acaso no se puede reducir a la que se cuchichea en la humana comedia decorosa, sino que viene de muy lejos, ya no de la prehistoria sino acaso de los dioses.
Como pocos, Gerardo Deniz ha sabido escuchar adrede el caótico gatuperio de la risa de los dioses, esa que Maurice Blanchot diagnosticaba como el motivo de su muerte. Gracias, queridos Felipe, Fernando, Gerardo Deniz y Juan Almela.

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