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#1877 - LEÑERO: La extraña

La extraña   Todo lo toca la muerte de ojos azules. A lo lejos, el frío es una pátina del cielo. A lo lejos, siempre, algún lugar en que estuviste con el corazón mudado y otros ojos.           La ciudad de cartón. El corazón flotante, sin hogar. Un hombre y unos ojos son el ancla. Todo lo demás, una humareda.           Sin darme cuenta se opacó el mundo. Sobrevivir a esta hoguera ya no importa. Sólo un nombre y unos ojos son el ancla encajada en las grietas de tu mano. Todo lo toca ella y lo desnuda: la carne, el oro, el humo.   Carmen Leñero (1959) Antología general de la poesía mexicana. Poesía del México actual. De la segunda mitad del siglo XX a nuestros días. Selección, prólogo y notas de Juan Domingo Argüelles. Océano, México, 2014.     1877  Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria. 8-VII-2022.  Selección de Felipe Garrido. Miguel Ángel Porrúa, editor; Academ

#1876 - USIGLI: Cuando el poeta se desnuda (y 1 +)

Cuando el poeta se desnuda New Haven, 1936 Cuando el poeta se desnuda ya nada lo detiene, nada. Ni los poemas con cabellos y voz de mujer, ni las muchachas vestidas de palabras, ni el escándalo de las madres y de las comadres, ni la conciencia social. El poeta tiene un grito de oro clavado en la garganta y se desgarra la garganta para sacar al aire el grito. Está de acuerdo con el salario mínimo y con el contrato de trabajo y con el asueto pagado del obrero y con el cultivo del cultivador campesino. Pero el poeta no quiere contrato de trabajo porque no podría ser poeta a destajo. Dedica su día de asueto a hacerse mala sangre y a excavarse en busca de la rima y del secreto y no ha pensado en que pague su esfuerzo el Capital, ni el Partido, ni el Estado. Los oradores dicen su discurso de pie, sentados y de rodillas mientras el poeta sigue su curso, paria de esa familia de tenores sin cabeza y cuya garganta les llega a los cabellos. El poeta, hijo pródig

#1875 - VILLAURRUTIA: Nocturno en que nada se oye | Nocturno eterno

  Nocturno en que nada se oye En medio de un silencio desierto como la calle antes del crimen sin respirar siquiera para que nada turbe mi muerte en esta soledad sin paredes al tiempo que huyeron los ángulos en la tumba del lecho dejo mi estatua sin sangre para salir en un momento tan lento en un interminable descenso sin brazos que tender sin dedos para alcanzar la escala que cae de un piano invisible sin más que una mirada y una voz que no recuerdan haber salido de ojos y labios ¿qué son labios? ¿qué son miradas que son labios? y mi voz ya no es mía dentro del agua que no moja dentro del aire de vidrio dentro del fuego lívido que corta como el grito Y en el juego angustioso de un espejo frente a otro cae mi voz y mi voz que madura y mi voz quemadura y mi bosque madura y mi voz quema dura como el hielo de vidrio como el grito de hielo aquí en el caracol de la oreja el latido de un mar en que no sé nada en el que no se nada porque he dejado pies y brazos

#1874 - RIVERA GARZA: El invencible verano de Liliana

El invencible verano de Liliana […]           Debió haber sido en noviembre, o en todo caso cuando ya el clima afuera estaba frío y el agua tibia de la alberca despedía un vaho entre espectral y tenebroso en las últimas horas del atardecer, que salí súbitamente del agua. Iba a ir hacia los vestidores, pero no alcancé a llegar. Sin decisión personal de por medio, me quedé sentada sobre las gradas de madera, con los googles y el gorro en la mano. Estaba quieta y despavorida, chorreando agua por todos lados. La respiración alterada. Me quedé observando a los nadadores que iban y venían y, de repente, sin ningún aviso de por medio, me eché a llorar. No hice ruido y las lágrimas se confundieron fácilmente con el agua, pero aun así me cubrí la boca.           Su nombre me atravesó los labios sin darme tiempo de pensarlo. Dije: Liliana. Y entonces lo oí. Me quedé paralizada un rato. El olor a cloro, que inundaba el lugar, se   introdujo de súbito por las narinas y   me llenó por dentro. E