Ir al contenido principal

#1876 - USIGLI: Cuando el poeta se desnuda (y 1 +)


Cuando el poeta se desnuda

New Haven, 1936

Cuando el poeta se desnuda
ya nada lo detiene, nada.
Ni los poemas con cabellos y voz de mujer,
ni las muchachas vestidas de palabras,
ni el escándalo de las madres y de las comadres,
ni la conciencia social.
El poeta
tiene un grito de oro clavado en la garganta
y se desgarra la garganta
para sacar al aire el grito.
Está de acuerdo
con el salario mínimo
y con el contrato de trabajo
y con el asueto pagado del obrero
y con el cultivo del cultivador campesino.
Pero el poeta no quiere contrato de trabajo
porque no podría ser poeta a destajo.

Dedica su día de asueto
a hacerse mala sangre y a excavarse
en busca de la rima y del secreto
y no ha pensado
en que pague su esfuerzo
el Capital, ni el Partido, ni el Estado.
Los oradores dicen su discurso
de pie, sentados y de rodillas
mientras el poeta sigue su curso,

paria de esa familia de tenores
sin cabeza y cuya garganta
les llega a los cabellos.
El poeta, hijo pródigo de los oradores
y de los camellos.
En los momentos inquietos del mundo
y de la nueva conciencia de clases,
el poeta compone frases
y vive una vida en un segundo.
No ha de hacerlo más desgraciado
la felicidad de todos los hombres
y la desea de grado.
A él le toca roerse los codos
y vivir a su modo
la formidable vida de todas y todos.
No sirve para otra cosa
que para perpetrar la burguesía de la rosa.
Cuando triunfe el mundo mejor
no tendrá otro interlocutor

que su propio rayado disco.
A menos que haga la peregrinación hasta Asís
para resucitar a San Francisco.

 

Rodolfo Usigli (1905-1979)

 

 

Teatro de la soledad

Función única
1936

Con unas solas alas
sobre las olas, alas:
en una sola sala
sola
he llegado por fin al espectáculo.
Por esta vez sin mi bestia costumbre
y sin mi silencioso niño blanco de mayo.
Solo,
bajo esta sola luz opaca
me pregunto qué voy a ver, “qué van a dar”:
un monólogo, una aria,

un s o l o,
un solitario…
Porque no hay un programa
ni un espectador,
sino esta monumental, esta insoluble,
esta sólida soledad en la sala.
La orquesta toca un vals de hielo.
El telón se levanta solo.
Una sola decoración al fondo
muestra una distancia profunda y sola

en un clima petrificado.
Primera actriz insólita,
La Soledad entra de espaldas, invisible,
vergonzante, negra como una noche
inconsciente sin estrellas.
Como si nadie hubiera entrado
más que un ritmo más que lento.
La soledad negra
vuelve la cara después de un momento.
La soledad fulgurante,
ondulante,
como un paso de sandunga, en movimiento
de sangre derramada.
Ojo de fuego,
seno desnudo,
brazo huesoso,
pierna casta,
perfil marino.
Con un ademán digno del teatro griego

pronuncia una sola palabra
y descorre el telón invisible del aire
y vacía el mar por un escotillón
y arrasa con el pie la tierra del escenario
y detiene la marcha del fuego.
Y el espacio se puebla de coros, de figuras,
de palabras, de brazos ondeantes,
de deseos de colores.
Pero la soledad, con una triste furia,
juega, actúa en un juego de horror
(she plays playfully in a play of horror),
gira y los va tocando con su dedo tendido;
recorre la escena mutilando senos
y cortando cabezas claras
y amputando rosados sexos
para componer un maravilloso ramillete único.

Del telar cae
una convencional nieve de utilería
no muy limpia quizá, pero efectiva,
que ella mira caer. Hécuba triste, Medea pensativa,
desolada coéfora en huelga

sin horror y sin odio y sin remordimiento.
Irremediable, indesplazable, eterna
estatua de sí misma.
Pero en la concha guiña un ojo
la cabeza parlante de la memoria
mientras yo solo grito bravo
y ella como una niña rebelde y graciosa
con el pie hace rodar hasta la sala
la cabeza parlante pintada
como un globo terrestre que da un sonido de hojalata
y estalla en mis oídos como un globo de goma.
El telón baja solo.
Para aplaudir como es preciso,
bato una sola mano contra la sola mano
del ángel hemisférico de yeso
que soporta solo el techo.
El espectáculo valía la pena
pero es triste salir solo del teatro,
sólo del teatro solo.

 

Rodolfo Usigli (1905-1979)
Poemas de Rodolfo Usigli
Antologista: Alejandro Usigli Casas,
con la colaboración de Lavinia Usigli Casas


#1876 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
7-VII-2022. Selección de Roberto Reyna / Felipe Garrido.
Miguel Ángel Porrúa, editor; Academia Mexicana de la Lengua; Creadores Eméritos (INBAL)



Imagen de softjee en Pixabay 

Comentarios

Entradas populares de este blog

#2095 - BELLI: Despatriada | Y Dios me hizo mujer,