El encuentro
Se han ido suavemente porque saben
que es mejor que esté solo cuando llegue.
Nunca había sentido una soledad
tan discretamente fabricada.
Se fueron disfrazados en sus ocupaciones
con la misma naturalidad con que las nubes
se recuestan encendidas en los árboles
para que haya el poniente que necesitamos.
Se fueron sin sonido. Estoy solo
en esta casa que es sólo un escenario
para un encuentro. Nunca
había visto nevar. Detrás de los cristales,
sobre un solar baldío de Madrid,
en los fantásticos escombros de un remoto bombardeo,
caen los silenciosos copos santamente.
Miro la nieve caer. Es una escena.
Estoy esperando al que ha de llegar
dentro de unos minutos. Recuerdo
las otras escenas, reflexiono
en lo que han sido nuestras vidas, en los fragmentos
que se han tocado: las conversaciones
de la juventud, la absorta novela perdida,
las decepciones y las resignaciones.
Vuelvo a la escena de la escalinata,
a sus palabras de entonces: “ahora podría estar
muerto: no habría diferencia”. Mirando
la nieve sin verla de pronto lo comprendo todo.
Estamos muertos, por eso me han dejado solo
en esta casa que no es la mía
para que espere al que ha de venir,
mirando por primera vez la nieve
que pone un silencio distinto en mi silencio.
Frente a los copos cayendo en el solar baldío
pasa la vida, la que fue nuestra,
de la que pronto vamos a hablar, sabiendo
que es tan lejana como un astro. El timbre suena.
Ya voy a abrir.
Cintio Vitier (1921-2009)
Hojas perdidizas.
Ediciones del Equilibrista, México, 1988.
1886 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
17-VII-2022. Selección de Felipe Garrido.
Miguel Ángel Porrúa, editor; Academia Mexicana de la Lengua; Creadores Eméritos (INBAL)
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