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#1897 - ANÓNIMO: Romance del enamorado y la muerte | DEL ENCINA: Yo me estava reposando

 

Antonio Alatorre cierra el primer capítulo de El sueño erótico en la poesía española de los siglos de oro con el “Romance del enamorado y la Muerte”. Pero no lo transcribe completo. Pone solamente sus primeros doce versos, y consigue un final muy eficaz. Para no dar a conocer que esa “señora tan blanca, / muy más que la nieve fría” es la Muerte, yo cambié y puse entre corchetes el título de la composición. Ahora la pongo aquí entera; y marco con un asterisco el lugar donde termina la cita en el libro de Alatorre.

Romance del enamorado y la Muerte


Un sueño soñaba anoche,
soñito del alma mía,
soñaba con mis amores,
que en mis brazos los tenía.
Vi entrar señora tan blanca,
muy más que la nieve fría.
—¿Por dónde has entrado, amor?
¿Cómo has entrado, mi vida?
Las puertas están cerradas,
ventanas y celosías.
—No soy el amor, amante:
la Muerte que Dios te envía.
*
—¡Ay, Muerte tan rigurosa,
déjame vivir un día!
—Un día no puede ser,
una hora tienes de vida.
Muy de prisa se calzaba,
más de prisa se vestía;
ya se va para la calle,
en donde su amor vivía.
—¡Ábreme la puerta, Blanca,
ábreme la puerta, niña!
—¿Cómo te podré yo abrir
si la ocasión no es venida?
Mi padre no fue al palacio,
mi madre no está dormida.
—Si no me abres esta noche,
ya no me abrirás, querida;
la Muerte me está buscando,
junto a ti vida sería.
—Vete bajo la ventana
donde labraba y cosía,
te echaré cordón de seda
para que subas arriba,
y si el cordón no alcanzare
mis trenzas añadiría.
La fina seda se rompe;
la Muerte que allí venía:
—Vamos, el enamorado,
que la hora ya está cumplida.

Anónimo.
Ramón Menéndez Pidal,
Flor nueva de romances viejos:
Buenos Aires, 1944.


Se ha dicho que este romance procede de otro, de Juan del Encina, que copio en seguida:

Yo me estava reposando

Yo me estava reposando,
durmiendo, como solía,
recordé [desperté] triste, llorando
con gran pena que sentía.
Levantéme, muy sin tiento,
de la cama en que dormía,
cercado de pensamiento,
que valer no me podía.
Mi passión era tan fuerte
que de mí yo no sabía,
comigo estava la muerte
por tenerme compañía.
Lo que más me fatigava
no era porque muría,
mas era porque dexava
de servir [atender] a quien servía.
Servía yo una señora
que más que a mí la quería
y ella fue la causadora
de mi mal sin mejoría.
La medianoche passada,
ya que era cerca del día,
salíme de mi posada
por ver si descansaría.
Fuy para donde morava
aquella que más quería
por quien yo triste penava,
mas ella no parecía.
Andando todo turbado
con las ansias que tenía,
vi venir a mi cuydado
dando bozes, y dezía:
"Si dormís, linda señora,
recordad, por cortesía,
pues que fuestes causadora
de la desventura mía.
Remediad mi gran tristura,
Satisfazed mi porfía,
porque si falta ventura
del todo me perderla."
Y con mis ojos llorosos
un triste llanto hazía
con sospiros congoxosos
y nadie no parecía.
En estas cuytas estando,
como vi que esclarecía,
a mi casa, sospirando,
me volví, sin alegría.

Juan del Encina (1468-1529)
Ramón Menéndez Pidal,
Flor nueva de romances viejos:
Buenos Aires, 1944.


1897 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
28-VII-2022. Selección de Horacio Cárdenas Zardoni / Felipe Garrido.
Miguel Ángel Porrúa, editor; Academia Mexicana de la Lengua; Creadores Eméritos (INBAL)

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