Pulsar binario
Dos corazones giran
alrededor de su muerte.
Sesgado el brillo de su capa y vestido.
aun bailan su fiebre con ritmo uniforme.
Los oímos sin verlos,
diciendo quererse.
El colapso terrible de sus huesos,
la introspección de su carne
hundiéndose en sí misma,
no impiden
que desde aquella roca de tiempo detenido
sus almas canten
como faros invisibles en la noche.
César Guerrero (1978)
El amor y Dios después del ADN
Porque las obras de los dioses
no pueden contenerse
Ofelia Pérez Sepúlveda
Nadie pensó la mano que te toca
ni el ojo que te mira.
Tampoco mi conciencia.
No existe nadie
esperando que te bese
o que el amor nos abandone.
En la mitad de cada paso
se abre incertidumbre
como arco interminable.
Entre una huella y la anterior
una cadena, memoria
de aminoácidos soberbios
perpetuándose.
No sobrevivirá el recuerdo inefable
del calor de tu vientre junto al mío
sino un abrazo helicoidal
reproducido en infinito.
Nadie sino tú y yo admira
la obra ciega que nos ha parido,
el juego contingente y lógico
que en cada renacer de nuestros cuerpos
nos sostiene.
Embebido en posibilidades infinitas
no pudo prever Dios la concreción de ciertas maravillas
–como mi brazo en tu cintura, por ejemplo–.
Nadie pensó que yo te amara.
Pudimos ser de mil maneras,
pero he aquí que somos éstos
y nadie más contempla.
César Guerrero (1978)
Como el viento y el árbol.
Tintanueva Ediciones, México, 2004.
1912 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
12-VIII-2022. Selección de Felipe Garrido.
Miguel Ángel Porrúa, editor; Academia Mexicana de la Lengua; Creadores Eméritos (INBAL)
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