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#1915 - CARRERA: El animal más hermoso del mundo


El animal más hermoso del mundo.


Ava Gardner, cobijada por las estrellas, la playa La Condesa y el mar tibio que mojaba sus pies, se sintió de pronto enamorada. Le parecía increíble: enamorada de ese hombre de rostro chueco y delgadez increíble, que la seducía con música y palabras. Caballero de oro, le dijo. Flaco seductor y elegante, lo llamó. Hombre de Acapulco, y se acercó a él para darle un beso.
“Ava Lavinia Gardner, ¿qué haces?”, se detuvo.
Él reconoció la huida y fue a buscarla. La tomó de la cintura. Ella volvió a alejarse, cauta. Asumía su papel de mujer casada. Habían burlado al sabueso de Howard Hughes, pagándoles a dos meseros para impedirle salir del baño mientras ellos huían, subían al carro y se enfilaban a la noche acapulqueña. Pero los sabuesos eran sabuesos y seguían rastros. ¿Qué tal si ahora los observaban y tomaban fotos para engrosar el dossier de los amores y engaños?
–¿Sabes? –dijo, para distraerse a ella misma y a Agustín Lara–. Mis maridos juntan como quince matrimonios. Yo sólo he tenido tres. No creo ser la de la culpa.
–No me importa lo que hayas hecho. Es agua pasada –dijo Agustín Lara. Se acercó a ella y le cantó al oído: “Amores habrás tenido,/ muchos amores…;/ pero ninguno tan bueno ni tan honrado/ como el que hiciste que en mí brotara./ Lo traigo lleno de flores como una ofrenda/ para dejarlo bajo tus plantas./ Recíbelo emocionada y júrame que no mientes/ porque te sientes idolatrada”.
Ava Gardner sintió que la emoción regresaba. Su primera película fue La casa encantada. Al descubrir su nombre en la marquesina del cine, se emocionó como nunca antes en su vida. Se le pasó rápido y nunca más volvió a sentirse así. Nunca, hasta que conoció a Agustín Lara. No pudo más. Lo besó. Al hacerlo, dejaron caer las botellas de coñac y de champaña. El oleaje terminó por arrastrarlas mar adentro.
–Llévame al hotel --pidió Ava Gardner a Agustín Lara.
Tras aquel beso se sintió abochornada. El rubor subió a sus mejillas. Se acaloró tanto que pensó en el bloque de hielo, en Pie de la Cuesta. En Frank.
No podía traicionarlo. Lo amaba, “No soy una golfa”, se dijo.
En el trayecto, un silencio sólido, incómodo. Estaba enamorada de Frank y no podía permitirse otro affaire. No se acostaría con el músico poeta. Ella era actriz, así que actuó.
–Entonces, cuéntamelo. ¿Cómo te hiciste la cicatriz?
Agustín Lara sonrió. Sin dejar de ver el camino, contestó:
–Se llamaba Estela, Una prostituta. Para mí, un amor ocasional. Yo trabajaba de pianista en un burdel. Me vio besar a otra y enfureció. Para muchas mujeres no hay amores pasajeros sino eternos. Rompió una botella contra una mesa y la clavó en mi cara. Perdí media encía. Mira –se sacó la dentadura–: es postiza.
Ava Gardner lo supo: esa era la verdad y ninguna otra.
Al llegar al hotel se despidieron.
–Discúlpame –lo besó ella en la mejilla.
--Eres el animal más hermoso del mundo –dijo él. Vio a uno de los meseros, pidió que le abrieran el bar, que le llevaran una cajetilla de cigarros y una botella de Napoleón.

Mauricio Carrera (1959)
El animal más hermoso del mundo.
Premio Nacional de Cuento Beatriz Espejo 2020
Alberto del Fuente. Cabos Sueltos. México, 2021


1915 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
15-VIII-2022. Selección de Felipe Garrido.
Miguel Ángel Porrúa, editor; Academia Mexicana de la Lengua; Creadores Eméritos (INBAL)

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