Nocturno de la ciudad abandonada
I
De la voz amarga de lágrimas.
Esta es la Ciudad de la Desesperanza.
Los enormes templos derruidos
las columnas ya rotas, aplastando
serpientes y dioses labrados.
Y los grandes vientos heroicos
que agitaron la bandera del Sol,
arrodillados –inmóviles– ante la desolación.
Las fórmulas y los conjuros,
Impronunciables, borrados de los bloques eternos.
Y los números mágicos exhaustos.
perdido todo poder y toda fuerza.
Las palabras ya secas
Se cayeron de los labios helados.
(Los viajes azules de los pájaros
jamás escucharon silencio
y sombra muerta tan igual.)
Esta es la Ciudad del Silencio,
patíbulo del Tiempo.
II
Noche cada vez más pura, se torna
quinta esencia de sombra luminosa.
El espanto se quedó en el umbral de la llanura.
Y aúlla.
Se oye, metálica, a la sombra caer
en el piso –tan sólido y compacto–.
En la calzada del Hastío:
persecución de los rumores, que se esconden,
prisioneros, en el martirio de las piedras.
Y nadie vive, porque jamás nadie tuvo deseo.
(La eternidad es un Minuto.)
Un grito se quedó petrificado en el Silencio.
(¿Dónde estará la voz de esta Ciudad?)
El río cada vez más lívido se vuelve,
como si en él hubiesen llorado.
(Oh, salobre amargura
de las lágrimas de la Desesperanza!)
Y el Alba es el cadáver blanco
de una mujer ahorcada, colgando,
inmóvil, del clavo de una estrella.
…la Angustia, desesperada, se suicida.
¿Cuándo veremos de nuevo el Sol?
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