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#1970 - GARCÍA MARRUZ: [Lo primero fue descubrir una oquedad:]

 

Lo primero fue descubrir una oquedad: algo faltaba, sencillamente. // La poesía no estaba para mí en lo nuevo desconocido sino en una dimensión nueva de lo conocido, o acaso, en una dimensión desconocida de lo evidente. // La poesía para mí, la viviente y la escrita, eran una sola, estaba allí donde se reunían los tres tiempos de la presencia, la nostalgia y el deseo. // Como Cristo a los discípulos de Emaús, cierta revelación de lo real sólo me ha sido reconocible a precio de desaparecer. // Nunca he sentido la belleza como una cualidad que puedan tener o no tener las cosas sino como su esencia constante sosteniéndolas, que puede revelársenos o no.
El hoy humilde me parece el verdadero alimento. Pan nuestro de cada día, no lo excepcional, sino lo diario que no cansa, ni estraga, y que sustenta. // Que ningún acto que realicemos en el día, ni aun el más modesto, sea mecánico. Que podamos tender la cama con la misma inspiración con que antes se iba a ver la caída del crepúsculo. // Señalar fines a la poesía, por elevados que éstos sean, es no comprender que el poeta ha de vivir dentro de ella como dentro de algo que lo excede y no que él maneja a su gusto, de modo que se puede decir que la poesía vive menos dentro de él que él dentro de la poesía, como creyó la vieja teología que no era el alma la que estaba dentro del cuerpo sino el cuerpo dentro del alma. // La poesía no es otra cosa que el secreto de la vida, por lo que siempre escapará a la noción de fin visible. El fin no es en ella, como en la máquina, el instante último de su movimiento, sino una instancia superior que le es paralela, acechando, juzgando, ennobleciendo, transparentando lo invisible. // La prosa, decía Brull, se hace con lo que conocemos; la poesía, con lo que desconocemos. Imagino la poesía como la súbita captación de aquello que seguiría existiendo aún cuando yo no lo viese.
Todo poeta siente, al trabajar, que sus palabras son moldeadas por un vacío que las esculpe, por un silencio que se retira y a la vez conduce el hilo del canto, y toda su impotencia y toda su fuerza consiste en la necesidad de desalojar a ese único huésped necesario. El silencio es en la poesía, como en la naturaleza, un medio de expresión. La poesía vive de silencios, y lo más importante, quizás, es ese momento en que el pulso se detiene y va a la otra línea de abajo. […] Poesía palabrera no es poesía. // Aún la existencia más dichosa es tan trágica que la alegría me ha parecido siempre lo más conmovedor, porque quien nos la da también es un mendigo. Adoro esa bondad involuntaria, capaz de sonreír en la miseria, esa humildad desgarradora de la alegría. // La poesía quizá sea la moral venidera, como que es la más antigua, la que de hecho siempre nos ha educado y mejorado sin pretenderlo, como el hijo es educado y mejorado por la madre no a través de lo que ella le dice sino de lo que no le dice, y él siente, rodeándolo como un manto. // Todo poeta sabe que los poetas son los otros, los que no escriben versos, y no sólo los servidores magnos (como recordaba el poeta Barnet), sino aun los más humildes, la hermana que cose en la habitación de al lado, la bocanada fresca que entra cada mañana cuando abrimos la puerta, el canario en el balcón. Una mujer que se sabe bella, ya lo es menos. Del mismo modo, nadie podría “sentirse” poeta sino por ese único punto en que deja de serlo, y quizás sólo hemos sido verdaderos poetas en los raros instantes en que no nos dimos cuenta de ello. // A mis diecisiete años yo sabía muchísimas cosas más acerca de la poesía. Como cualquier joven ignorante, lo sabía, naturalmente, todo. Recuerdo que escribí un tratado de unas cuarenta páginas del que ahora hubiera podido valerme si no fuera porque un pobre hombre, aprovechando mi previsible distracción, me robó la bolsa que contenía el voluminoso trabajo que sólo pude reconstruir después en parte. Por desdicha mía y suya, en la bolsa tenía sólo cinco centavos. […] Muchas veces […] me sentí maldecida por aquel desconocido que esperaba, sin duda, otra cosa mejor. Poder reparar de una vez por todas ese error, no defraudar de nuevo esa esperanza, siento que es lo único que nos daría a todos el derecho para volver a hablar de la poesía.

Fina García Marruz (1923-2022)
En Felipe Garrido, Material de lectura. Poesía moderna.
UNAM, México, en preparación.

1970 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
17-X-2022. Selección de Felipe Garrido.
Miguel Ángel Porrúa, editor; Academia Mexicana de la Lengua; Creadores Eméritos (INBAL)



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