Imperios de salitre
LXXVIII
Mi madre odia el polvo que se cuela en la casa, las arenas finísimas que se meten por umbrales y hendiduras, por puertas y ventanas. Mi madre, en cambio, ama las plantas floridas en sus macetas de barro, esas plantas que el sol quema hasta volverlas arena, esas flores que la luz pulveriza hasta hacerlas polvo.
El desierto, para mi madre, es el tizne que no se marcha, el viento que está siempre golpeando la casa.
Una calamidad colectiva.
Una afrenta personal.
XCII
Pinturas rupestres, puntas de obsidiana, arcabuces, alforjas de gambusino, estandartes, carpas de circo, esqueletos anónimos. Sin compromisos permanentes, sin anclajes perdurables, el desierto te enseña sus tesoros, te mece en su cuna de nostalgias perentorias.
Por más que lo neguemos, esta es la casa que elegimos.
Esta es nuestra vida de cara a la intemperie.
Todos los tiempos son nuestro tiempo.
Todas las historias, la sangre que nos une.
Cierta hermosura
A veces,
casi por accidente,
las palabras albergan cierta hermosura.
Un atisbo de belleza
entre la podedumbre.
Una luz ostensible
que nadie puede arrebatarles.
A veces,
casi por azar,
las palabras nos limpian, nos sanan, nos curan.
Purgan el veneno
que llevamos dentro.
Dan fe
del dolor
que causamos a otros.
La amiga fiel
Me conoces mejor que nadie,
Poesía, a ti
no puedo mentirte.
Dondequiera que ande
siempre atiendo tu llamado,
siempre escucho lo que vas a decirme.
En tus palabras vivo.
En tu solaz renazco.
Si tengo una amiga fiel,
esa eres tú,
Poesía.
A ti no puedo mentirte.
Gabriel Trujillo Muñoz (1958)
Sin orden ni concierto. Poesía vivida (2008-2016)
Universidad Autónoma de Baja California,
Mexicali, 2018
1999 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
16-XI-2022. Selección de Felipe Garrido.
Miguel Ángel Porrúa, editor; Academia Mexicana de la Lengua; Creadores Eméritos (INBA).
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