La estudiante de 1966
Die lieblichste der lieblichsten Gestalten.
Goethe, Elegie von Marienbad
Tendría mi edad si no fuera por el frío.
Era ligera y sus piernas tocaban los dedos
al sólo tocarla. Al erguirse en el patio de abajo,
desde su falda tableada sobre las rodillas,
el mundo comenzaba a parecerse a sus piernas
y las cinco letras de la palabra mundo
se alteraban por las cinco letras de la palabra deseo.
¡Qué cintura, qué música lineal, qué rítmicas
las piernas al salir de clases!
Callada, era callada como un pasillo negro,
y al dejarla dejaba en el corazón
algo como una duda, como culpa o niebla.
Acabó por dolerme en todo el cuerpo
y cada centímetro del cuerpo era de su arco
una flecha atravesada.
Cuántas veces desde entonces, cuántas,
ha atravesado el corazón como una flecha,
como una luz que sangra el corazón.
Y cuando pasa eso, cuando la flecha cruza,
cuando la luz sangrienta cruza el corazón
(lo deja en cruz), algo en mi íntimo
protesta y grita por una adolescencia
sin guía y sin objetivo,
por equivocaciones y torpezas del comediante
de la obra, quien actuó de un modo
explicable en esa edad, pero que al evocarla
duele como una pérdida, como un cuento
de noche árabe que la vulgaridad rebaja
burlándose de exageración o de invención.
Y algo en mí íntimo protesta y grita
por algo que debió ser y sólo fue como
canción de época, como canción que dice
y repite hasta rayar el disco
que esos fueron los días, que ésos fueron.
Y sangro y me duelo y me arqueo
y la reina permanece y parte,
igual al tren de antaño que verifica el recorrido
pero no sabemos en dónde ni hacia dónde.
Marco Antonio Campos (1949)
Ningún sitio que sea mío.
Selección de Stefaan van den Bremt
Calamus poesía, México, 2006
2005 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
23-XI-2022. Selección de Felipe Garrido.
Miguel Ángel Porrúa, editor; Academia Mexicana de la Lengua; Creadores Eméritos (INBA).
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