Marcha triunfal
¡Ya viene el cortejo! Ya se oyen los claros clarines,
la espada se anuncia con vivo reflejo;
ya viene, oro y hierro, el cortejo de los paladines.
Ya pasa debajo los arcos ornados de blancas Minervas y Martes,
los arcos triunfales en donde las Famas erigen sus largas trompetas,
la gloria solemne de los estandartes
llevados por manos robustas de heroicos atletas.
Se escucha el ruido que forman las armas de los caballeros,
los frenos que mascan los fuertes caballos de guerra,
los cascos que hieren la tierra
y los timbaleros,
que el paso acompasan con ritmos marciales.
¡Tal pasan los fieros guerreros
debajo los arcos triunfales!
Los claros clarines de pronto levantan sus sones,
su canto sonoro,
su cálido coro,
que envuelve en su trueno de oro
la augusta soberbia de los pabellones.
Él dice la lucha, la herida venganza,
las ásperas crines,
los rudos penachos, la pica, la lanza,
la sangre que riega de heroicos carmines
la tierra;
de negros mastines
que azuza la muerte, que rige la guerra.
Los áureos sonidos
anuncian el advenimiento
triunfal de la Gloria;
dejando el picacho que guarda sus nidos,
tendiendo sus alas enormes al viento,
los cóndores llegan. ¡Llegó la victoria!
Ya pasa el cortejo.
Señala el abuelo los héroes al niño.
Ved cómo la barba del viejo
los bucles de oro circunda de armiño.
Las bellas mujeres aprestan coronas de flores,
y bajo los pórticos vense sus rostros de rosa;
y la más hermosa
sonríe al más fiero de los vencedores.
¡Honor al que trae cautiva la extraña bandera,
honor al herido y honor a los fieles
soldados que muerte encontraron por mano extranjera!
¡Clarines! ¡Laureles!
Las nobles espadas de tiempos gloriosos,
desde sus panoplias saludan las nuevas coronas y lauros;
las viejas espadas de los granaderos, más fuertes que osos,
hermanos de aquellos lanceros que fueron centauros.
Las trompas guerreras resuenan:
de voces los aires se llenan...
A aquellas antiguas espadas,
a aquellos ilustres aceros,
que encarnan las glorias pasadas...
Y al sol que hoy alumbra las nuevas victorias ganadas,
y al héroe que guía su grupo de jóvenes fieros,
al que ama la insignia del suelo materno,
al que ha desafiado, ceñido el acero y el arma en la mano,
los soles del rojo verano,
las nieves y vientos del gélido invierno,
la noche, la escarcha
y el odio y la muerte, por ser por la patria inmortal,
¡saludan con voces de bronce las trompas de guerra que tocan la marcha triunfal!...
Rubén Darío (1867-1916)
Poesías.
Edición de Ernesto Mejía Sánchez.
Estudio preliminar de Enrique Anderson Imbert.
FCE, México, 1952.
2044 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.1°-I-2023. Selección de Felipe Garrido.
Miguel Ángel Porrúa, editor; Academia Mexicana de la Lengua; Creadores Eméritos FONCA
Reacciones a la selección de ayer:
Adolfo Castañón: Gracias por los dos poemas de Fernando Fernández que hace llegar este 31 de diciembre del 2022 y que se suman a los dos millares y cuarenta y tantos textos que has venido almacenando en esta serie que puede ser leída también como un calendario o un termómetro o una sonda de la geografía o geología poética que se ha perfilado en México en los últimos años.
Las muestras enviadas permiten adentrarse en la prosodia y en el andamiaje mental del poeta, critico, editor y animador cultural que es nuestro amigo Fernando Fernández. Provienen del libro Palinodia del rojo. “Palinodia” es “retractación”, dice el Diccionario.
De otro lado, el rojo está asociado a la pasión y al deseo. Rojo es el fuego y roja la sangre. El contrapunto establecido desde el titulo de este conjunto apunta al contraste entre lo público y lo privado, y no extraña que aparezcan en “Sala de espera” unos lentes que funcionan como un obturador del deseo. El ritmo del poema lo indica el enunciado de los números, que funcionan como tomas de una fotografía o momentos de un guión de cine. De hecho, el poema tiene algo de cinematográfico y teatral.
“Palinodia del rojo' explaya ese juego entre lo oculto del deseo y lo imperativo de su exhibición. La seducción y la coquetería animan el tablado de este poema donde las palabras, entre preguntas e insinuaciones, se ponen a bailar como dados en un tablero en que se apuesta el deseo en el juego del amor. La auto observación y la mirada de los otros y otras le dan al poema una tensión narrativa que afina la porcelana de que está hecha esta fábrica teatral y verbal en la que el apetito se pasea entre los cuerpos y las tiendas dándose a desear por el poeta que lo acaricia con las palabras. Ese juego en espiral es vertiginoso y podría multiplicarse en este salón de los espejos de la letra animadas por ese director del teatro verbal llamado Fernando Fernández. Gracias a Fernando. Gracias. querido Felipe. Gracias por la posibilidad de decir gracias
Comentarios
Publicar un comentario