Eva
Soy la que sustenta el ímpetu
trémula, desarropada, sin prisa:
soy la llama que arde a perpetuidad.
Yo soy como la luna
con el corazón de manzana:
musa que a tus oídos reza.
Soy
serpiente encantada y hechizo de acero
la frágil desnudez
que provoca la conciencia.
Soy Eva
la que amaste desde el sueño
de tu costilla, en el soplo.
¿Recuerdas el árbol
al que nos adherimos como a una ferviente deidad?
Yo soy la elegida
La más bella al seducir
soy la que dio pasión a tus ojos
soy el vicio dentro de ti
soy la que siempre te dirá:
Adán, mi amado Adán.
Rosana Romo Pérez (1958)
Los cantos de Maldoror
Desde el comienzo he sido animal; pensante, pero animal. Me ruboriza la noche, me saben las lágrimas a sal, nada mejor que esto para expiar aquello que nace dentro de mí.
Luego, cuando el viento gime y la brisa lava mi oscuridad, un murciélago clava su mirada en mis ojos. Sus alas en lúgubre transparencia van cubriéndome el cuello y quiero alejarlo de mi rostro; se enreda en mi cabello tomándolo como guarida. Esto no es casualidad. Siempre le he temido al murciélago. Entré en un episodio de indócil frenesí… Entramos, más bien. Vuelta ya una virgen mancillada, me convertí en su mujer.
Rosana Romo Pérez (1958)
Cuando no esté
¿Quién pasará por mi huerto cuando ya no esté?
El rescoldo de mi existencia prevalecerá
una tarde; un ápice de mi ser, otro día.
Retornaré un instante y me podrás ubicar
cuando cierres tus ojos.
Cuando la aurora toque tu puerta con música y deseos
seré una flor, un rosal, la espina, la hoja y la tierra:
sentirás mi estrella, mi esencia, toda yo
acariciando tu cálida mejila, después
me iré como un sueño.
Para perpetuarme sólo piénsame y abrázame
como un niño a su madre cuando cree que se va.
Luego, suave, con parsimonia y sin llanto
recuerda mi sonrisa encapsulada
no hay adiós.
Desde la lejanía bendeciré tu nombre.
Rosana Romo Pérez (1958)
Una cesta de fruta verde.
Espina Dorsal, Guadalajara, 2022.
2064 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria. 22-I-2023. Selección de Felipe Garrido.
Reacciones a la selección previa:
Adolfo Castañón: Gracias por la entrega 2063, este 21 de enero de 2023. Se transcriben en ella las palabras que con el título Escribir, soñar, morir pronunciaste en la Casa Lamm el 14 de marzo de 2013, hace casi diez años, a uno del fallecimiento de Ciprián Cabrera Jasso. El poeta se colgó “en la terraza de su casa” y tus palabras, dichas en su homenaje, aspiran “a buscar las señas del camino que lo llevó a tomar esa decisión”. La muerte fue en la vida y en la escritura de Cabrera Jasso una presencia, una guía y una compañía. Su dolorosa y valiente decisión lo incluye en la lista de los poetas que se han quitado la vida y han elegido hacer de ese gesto final parte medular de su obra, como podría ser el caso de los mexicanos Manuel Acuña, Jorge Cuesta y Jaime Torres Bodet o el del ecuatoriano César Dávila Andrade.
Al concluir tu evocación, haces votos porque Cabrera Jasso, Pano haya alcanzado lo que en sus días y sus versos, tan ávida y tenaz y febrilmente buscó: esa vida inextinguible “que la luz de las orquídeas renueva en el vientre de la tierra”. Gracias, querido Felipe, por haber traído con tus palabras las de Ciprián Cabrera Jasso, cuya escritura anda errante en busca de lectores. Saludos a la voz y a la presencia del niño que desde muy temprana edad reconoció su vocación religiosa y sabia que sus sueños lo hermanaban con otros mundos.
Bernardo Bátiz: Me cuelo, por la puerta de Monterrey 18, nuestra diaria tertulia literaria presidida por Felipe Garrido, a quien reconocemos como guía, fundador y maestro; nos lleva de un poeta a otra, de una sorpresa a la siguiente y ya por varios años, sin cansancio ni por su parte ni por la nuestra. Ahora, saca de su chistera una nueva sorpresa, a Pano (qué bien que lo presenta en sábado, día sin sesiones de comisión y sin expedientes). ¡Y que sorpresa! Entrega de dos días en los que descubrimos a un poeta de la nostalgia extrema, de sinceridad con la muerte y el sueño. Felipe, Adolfo y Carmen Tinajero dijeron ya todo lo importante; ellos lo descubrieron y acompañaron desde hace mucho. Nosotros, apenas lo hacemos ahora, y es como la desembocadura del Usumacinta: un mar que irrumpe en otro, en nuestro Golfo. Y la clave, la llave maestra, sólo una vez mencionada: “Y ahora Señor, pusiste tu dedo en la boca de tu hijo” En tu texto, querido Felipe, lo vas acompañando y vas guiando al lector por el sendero espinoso y estrecho que lo llevó a esa inapelable decisión.
Margarita Palacios: Esta entrega (2063) se asoma a la muerte para amasar la vida. Con ritmo amasa las heridas que dejan lo mismo el jardinero del parque que el tiempo de la vida porque “cualquiera puede quedarse en un sueño y volverse sueño”. Si, la poesía del sueño de una vida.
Comentarios
Publicar un comentario