Tercera de cuatro partes
Río de hormigas
Origen [lo que regresa]
Entonces, José Arcadio Buendía dijo:
--La tierra es redonda como una naranja.
El árbol sacudió su fruta
y cayeron, uno a uno,
los puntos cardinales
que escondían
la redondez del sueño.
Úrsula recostada en sus piernas le dijo:
--Sigue el rastro de una cáscara
sin mirar atrás, hacia Oriente,
y regresarás al mismo árbol,
Pedro Misol-Ha, Comitán, 1985.
La vida, los gitanos
¿Qué fue primero?
¿La gallina, el huevo o el alboroto
de los gitanos?
Una barra de hielo, una lupa,
el cuerpo de la mujer serpiente:
los pífanos y tambores y sonajas
revelan la forma maleable
de la vida
dentro de un cascarón de azufre.
Si la tristeza nos paraliza levantemos una carpa para los deseos
y que hagan el amor:
que el cuerpo y la mente
se diviertan.
Creemos que la gente nos mira,
pero en realidad
nadie pone atención a nuestro gusto.
Pedro Misol-Ha, Comitán, 1985.
¿A dónde los muertos, a dónde los relojes, a dónde la eternidad, abuela? Veo en el centro de la mesa nombres y rostros. Un paño de tinieblas esconde el paso del tiempo: sus dientes de mazorca nos hacen volátiles –flores arrancadas de los ojos, memorias que también se marchitan--. Los panteones cruzan nuestra mente como potros sin rumbo. ¿A dónde van los jinetes del maíz, de la revolución? Fueron milpa que sembró otros rumbos, otra sangre y las veladoras que trajinan sobre el río entre cortinas de ceniza, arrastradas por lágrimas. Un río de veladoras donde postas atraviesan la luz como un recuerdo que penetra las nubes o una bala que perfora un samovar o un milagro.
Abuela, no llores, no me llores más.
No te lloraré tampoco.
Pedro Misol-Ha, Comitán, 1985.
Melquíades
No sólo es el olor del demonio
como dijo Úrsula:
hay que sumar un aura de tristeza
y el rostro de todos los siglos.
Melquíades tuvo la capacidad
de conocer el otro lado de las cosas,
descifrar no sólo
las claves de Nostradamus,
sino el futuro exacto de una familia
cotidiana, sistemática y visceral
ante la pesadumbre.
El dolor humano es la fiebre
que más se contagia.
Pedro Misol-Ha, Comitán, 1985.
Hacer el amor en secreto
--Es como un temblor de tierra –dijo José Arcadio.
Te hurga y caes en temperatura,
a la vez que tus ansias se revuelcan en el fango
y la repetición te hierve dentro:
¿quién no desea alargar el placer lo más posible,
sentir el borde de la cama, el fino trazo de la hamaca,
o la pared repleta de humedad?
Ir por las casas y esquivar miradas, la luz del día,
saber disimular y aparentar indiferencia
para entrar en los cuartos acalorados de la noche
y oler con suavidad un laberinto sin fondo.
Cuando el sismo anuncie su advenimiento
dejar correr los gemidos al igual que el agua.
Pedro Misol-Ha, Comitán, 1985.
Llegué a Macondo a desenterrar un rosario y las golondrinas hicieron un nido en mis hombros. Desde entonces duermo a la hora que sueñan los pájaros. Sé que la añoranza es un terrón de piloncillo y café sobre la mesa; como ver juntas a mi madre y a mi abuela, al menos dentro de mis ojos, en una misma vida. La eternidad es río que arrastra nuestros días. Todos nos recostaremos en ese río y su losa fría colmará con su descanso nuestra espalda entumida. No habrá lindes ni relojes; la mesa vacía será ilusión porque estará repleta de luz, donde no faltará nadie. Regresar al interior de los susurros es motivo para quedarte y no partir jamás.
--Nosotros nos vamos –les dijimos—
porque todo el mundo se va.
--Nosotros venimos –respondieron—
porque todo el mundo viene.
En Cuadro de resilencia
Armando Salgado (1985)
Tz’akbu Ajaw
Premio Nacional de Poesía
Rodulfo Figueroa 2020
Secretaría de Cultura
Consejo Estatal para las Culturas
y las Artes, Chiapas.
2075 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria. 2-II-2023. Selección de Felipe Garrido.
Miguel Ángel Porrúa, editor; Academia Mexicana de la Lengua; Creadores Eméritos FONCA
Reacciones a la selección previa:
Beatriz Corona: Silvia Esquivel, entrega 2074, presenta a esa niña que aprieta al pollo recién nacido y esa mano confusa –una expresión deslumbrante-- concentra el desconcierto de la criatura que finalmente arroja ese cadáver, diminuto en su volumen y gigantesco en cuanto que representa ya el peso de la culpa… El planteamiento me parece tan perspicaz, ¡tan verdadero! Tantas veces oí de niños que apretaban a un pollito o un patito en una kermés, posiblemente por el ansia que les provocaba sentirlos vivos y luego, ante la muerte, quedaban pasmados.
El niño que apretuja la cigarra, hermosa metáfora de la pequeña caja de música que se multiplica entre las flores, y la niña que apretuja el pollo, dos imágenes poderosas de la fragilidad de la vida. ¡Tanta vida y tanta muerte! Llegan hasta el sepulcro de los perros enterrados por la abuela al pie del limonero, donde cae el cuerpo del pollo. Y un final que apunta hacia la fuerza invencible de la vida; la imagen de un primer amor platónico, los besos que nunca se dieron esos niños. Y como siempre, el comentario de Adolfo Castañón sobre los textos de la entrega anterior. El que dos de ellos estén de cabeza expresa algo que va más allá de las palabras mismas.
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