En Tepoztlán
Desde hace varias horas, el anochecer.
Nos detenemos en este puente.
Llueve, aún llueve.
La luna mojada,
los ojos mojándose,
la ropa, la risa, la embriaguez,
los recuerdos de estos minutos,
la sensación de esta hambrienta pasión por la lluvia,
la oscuridad húmeda de los árboles
que se refugia en los oídos,
la ansiedad de esta noche y estas casas
que se refugian en el alma
y entran por los ojos sin limpiarse los pasos.
El arroyo continúa bajo la lluvia.
He hablado, he bebido sin cesar,
sin dejar que terminara la lectura
de un larguísimo, innecesario
poema de William Blake.
He visto la tormenta cuando salimos
de la casa a buscar comida.
La tormenta más hermosa del mundo,
más irrepetible que las tormentas marinas
que náufragos asombrados hayan mirado por última vez.
Mientras cenamos vi la calle inundada
como un río convulso, atormentadamente sucio.
Junto a mí veo a un hombre empapado,
un sombrero escurriendo,
un rostro que el indígena
mantiene por una ciega fidelidad a la vida,
ojos pequeños como cristales viejos
diciendo que es más hombre que yo.
Siento compasión, furia, asco.
Nos detenemos en este puente.
Llueve, aún llueve.
Hemos dicho que la poesía
es la única manera en que aprenderemos a hablar.
La poesía es la pasión que no necesita un objeto,
es el espejo sin nadie que lo mire,
es el buscar integrar lo que siempre quedará solo.
Lo hemos dicho, sin finalidad clara.
Escucho el ruido del arroyo;
Temo que este minuto muera
y que nosotros continuemos viviendo.
Miro los árboles, miro la noche en todos sitios:
entren, entren en mí,
entren en mí las sombras, la lluvia, el instante,
las piedras, el arroyo, las nubes,
las casas, las voces, la calle,
entren a confundirse con mi lluvia,
con mi ruido, con mi tierra,
con el sonido de la sangre alterada,
con el aroma fétido de mis palabras,
con el convulso cerebro que es ya inútil
para captar la caricia y tocar la tierra,
para pisar la piedra o recibir siquiera la lluvia.
Entren al cerebro y destruyan
lo que les recuerde un poema,
pisen sin miramientos
la libre y monótona ilación
de palabras, de hallazgos, de iluminaciones.
Llueve, aún llueve.
El arroyo continúa bajo la lluvia.
Si en este momento todo el mundo muriera.
Carlos Montemayor (1947-2010).
Pareciera
Pareciera, en tardes como ésta,
que la tierra es una forma de estar,
una olvidada sensación. Y que busca,
como un deseo en nuestro cuerpo,
como si en nuestro cuerpo lo sintiera,
la yerba que una vez la cubrió,
las lluvias que sobre ella cayeron numerosas noches.
En tardes como ésta comprendo,
sin prisa, claramente,
que todo cuerpo recuerda la tierra que ha sido.
Carlos Montemayor (1947-2010)
Memoria del verano.
Instituto de Cultura de Tabasco,
Villahermosa, 1990.
2092 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria. 20 -II-2023. Selección de Felipe Garrido.
Miguel Ángel Porrúa, editor; Academia Mexicana de la Lengua; Creadores Eméritos FONCA
Imagen vía iStock |
Reacciones a la selección previa:
Adolfo Castañón: Gracias por el envío de los poemas del lector de León Felipe y de Federico García Lorca, César Guerrero, nacido en México en 1978 y autor de ''Como el viento y el árbol', 2004, y de 'En la pureza del azul'. obras que me dedicó hace unos meses, el 18 de agosto del 2022, en la Sala Manuel M. Ponce.
Los poemas aquí transcritos hacen ver hasta qué punto el artesano sigue con los brazos al yunque en la fragua de su voz. Esto se manifiesta en el aplomo y seguridad de su enunciación y en el depurado uso del lenguaje, así como en la inteligencia que guía sus composiciones - Felicidades a César Guerrero.
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