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2099 - LÓPEZ VELARDE: La suave patria

 

Ramón López Velarde (1888-1921) escribió “La suave patria” en el año de su muerte, cuando se cumplía el primer centenario de la consumación de la Guerra de Independencia. Nadie ha presentado una visión del país más rica ni más sugerente. En el sordo optimismo de los versos de López Velarde, que describen una patria entrañable y tangible, tal vez reside la fascinación creciente que este poema causa entre los lectores. Hay motivos para el desaliento, pero también para la esperanza. Hay también una nueva manera de hacer poesía: sobre los hombros de López Velarde y de José Juan Tablada se alzan todos nuestros poetas hasta este día.

La suave patria


Proemio

Yo que sólo canté de la exquisita
partitura del íntimo decoro,
alzó hoy la voz a la mitad del foro,
a la manera del tenor que imita
la gutural modulación del bajo
para cortar a la epopeya un gajo.
Navegaré por las olas civiles
con remos que no pesan, porque van
como los brazos del correo chuan
que remaba la Mancha con fusiles.
Diré con una épica sordina:
la patria es impecable y diamantina.
Suave patria: permite que te envuelva
en la más honda música de selva
con que me modelaste por entero
al golpe cadencioso de las hachas,
entre risas y gritos de muchachas
y pájaros de oficio carpintero.

Primer acto

Patria: tu superficie es el maíz,
tus minas el palacio del Rey de Oros,
y tu cielo, las garzas en desliz
y el relámpago verde de los loros.
El Niño Dios te escrituró un establo
y los veneros del petróleo el diablo.
Sobre tu capital, cada hora vuela
ojerosa y pintada, en carretela;
y en tu provincia, del reloj en vela
que rondan los palomos colipavos,
las campanadas caen como centavos.
Patria: tu mutilado territorio
se viste de percal y de abalorio.
Suave Patria: tu casa todavía
es tan grande, que el tren va por la vía
como aguinaldo de juguetería.
Y en el barullo de las estaciones,
con tu mirada de mestiza, pones
la inmensidad sobre los corazones.
¿Quién, en la noche que asusta a la rana,
No miró, antes de saber del vicio,
del brazo de su novia, la galana
pólvora de los fuegos de artificio?
Suave patria: en tu tórrido festín
luces policromías de delfín,
y con tu pelo rubio se desposa
el alma, equilibrista chuparrosa,
y a tus dos trenzas de tabaco sabe
ofrendar aguamiel toda mi briosa
raza de bailadores de jarabe.
Tu barro suena a plata, y en tu puño
su sonora miseria es alcancía;
y por las madrugadas del terruño,
en calles como espejos, se vacía
el santo olor de la panadería.
Cuando nacemos, nos regalas notas,
después, un paraíso de compotas,
y luego te regalas toda entera,
suave patria, alacena y pajarera.
Al triste y al feliz dices que sí,
que en tu lengua de amor prueben de ti
la picadura del ajonjolí.
¡Y tu cielo nupcial, que cuando truena
de deleites frenéticos nos llena!
Trueno de nuestras nubes, que nos baña
de locura, enloquece a la montaña,
requiebra a la mujer, sana al lunático,
incorpora a los muertos, pide el Viático,
y al fin derrumba las madererías
de Dios sobre las tierras labrantías.
Trueno del temporal: oigo en tus quejas
crujir los esqueletos en parejas,
oigo lo que se fue, lo que aún no toco
y la hora actual con su vientre de coco,
y oigo en el brinco de tu ida y venida,
oh trueno, la ruleta de mi vida.

Intermedio

Cuauhtémoc
Joven abuelo: escúchame loarte,
único héroe a la altura del arte.
Anacrónicamente, absurdamente,
a tu nopal inclínase el rosal;
al idioma del blanco, tú lo imantas
y es surtidor de católica fuente
que de responsos llena el victorial
zócalo de ceniza de tus plantas.
No como a César el rubor patricio
te cubre el rostro en medio del suplicio:
tu cabeza desnuda se nos queda,
hemisféricamente de moneda.
Moneda espiritual en que se fragua
todo lo que sufriste: la piragua
prisionera, el azoro de tus crías,
el sollozar de tus mitologías,
la Malinche, los ídolos a nado,
y por encima, haberte desatado
del pecho curvo de la emperatriz
como el pecho de una codorniz.


Segundo acto

Suave patria: tú vales por el río
de las virtudes de tu mujerío;
tus hijas atraviesan como hadas,
o destilando un invisible alcohol,
vestidas con las redes de tu sol,
cruzan como botellas alambradas.
Suave patria: te amo no cual mito,
sino por tu verdad de pan bendito,
como a niña que asoma por la reja
con la blusa corrida hasta la oreja
y la falda bajada hasta el huesito.
Inaccesible al deshonor, floreces;
creeré en ti, mientras una mexicana
en su tápalo lleve los dobleces
de la tienda, a las seis de la mañana,
y al estrenar su lujo, quede lleno
el país del aroma del estreno.
Como la sota moza, Patria mía,
en piso de metal, vives al día,
de milagro, como la lotería.
Tu imagen, el Palacio Nacional,
con tu misma grandeza y con tu igual
estatura de niño y de dedal.
Te dará, frente al hambre y al obús,
un higo San Felipe de Jesús.
Suave Patria, vendedora de chía:
quiero raptarte en la cuaresma opaca,
sobre un garañón, y con matraca,
y entre los tiros de la policía.
Tus entrañas no niegan un asilo
para el ave que el párvulo sepulta
en una caja de carretes de hilo,
y nuestra juventud, llorando, oculta
dentro de ti el cadáver hecho poma
de aves que hablan nuestro mismo idioma.
Si me ahogo en tus julios, a mí baja
desde el vergel de tu peinado denso
frescura de rebozo y de tinaja,
y si tirito, dejas que me arrope
en tu respiración azul de incienso
y en tus carnosos labios de rompope.
Por tu balcón de palmas bendecidas
el Domingo de Ramos, yo desfilo
lleno de sombra, porque tú trepidas.
Quieren morir tu ánima y tu estilo,
cual muriéndose van las cantadoras
que en las ferias, con el bravío pecho
empitonando la camisa, han hecho
la lujuria y el ritmo de las horas.
Patria, te doy de tu dicha la clave:
sé siempre igual, fiel a tu espejo diario;
cincuenta veces es igual el Ave
taladrada en el hilo del rosario,
y es más feliz que tú, patria suave.
Sé igual y fiel; pupilas de abandono;
sedienta voz; la trigarante faja
en tus pechugas al vapor; y un trono
a la intemperie, cual una sonaja:
la carreta alegórica de paja.

Ramón López Velarde (1888-1921)

Madero, a tres o cuatro cuadras del Zócalo, a las doce del día, el 26 de febrero de 2023.


2099 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria. 27 -II-2023. Selección de Felipe Garrido.
Miguel Ángel Porrúa, editor; Academia Mexicana de la Lengua; Creadores Eméritos FONCA


Reacciones a la selección previa:


Adolfo Castañón: Gracias por el envío de las canciones de Cri- Cri, Francisco Gabilondo Soler, el Lafontaine y el Esopo mexicano. Los mexicanos llevamos en el corazón y sabemos de memoria muchos de sus poemas. Pero, a pesar de que han sido editados con rigor por el sello Clío y prologados por José de la Colina, en los centros universitarios no se les ha prestado suficiente atención y creo que son escasas las tesis sobre la obra de este creador. De ahí que sea bienvenida esta ‘salvación’ de sus creaciones, que merecen no sólo ser cantadas sino leídas y pensadas. ¿Qué hay detrás de estos personajes, de estos escenarios? ¿Por qué se han trasfundido en nuestra respiración más intima y han sido llevadas o adaptadas a otros medios, incluido el teatro?
Estas preguntas y otras más me suscitó el envío de estas canciones cuyas tonadillas me acompañaron intermitentemente como una suerte de oración dominical para atravesar la intemperie: gracias, querido Felipe, gracias a Cri. Cri.

FG: Escribió Castañón sobre Cri-Cri en la entrega 1757, del 4 de marzo de 2022:
Se dice que cuando Gabriel Zaid publicó su Ómnibus de poesía mexicana en Siglo XXI, su amigo José de la Colina le dijo que el libro era espléndido pero que faltaba un autor esencial, Francisco Gabilondo Soler. Zaid convenció a los amigos de IBCON para que se editaran todas las canciones de este autor en un hermoso cofre verde que incluye comentarios de José de la Colina, Luis Ignacio Helguera, las hermanas Ana y Alicia García Bergua, Fernando García Ramírez. Luis Ignacio Helguera, Eduardo Mejía, Eduardo Lizalde, Rafael Vargas, Juan José Reyes, Francisco Hinojosa, Hugo Hiriart, Pablo Soler Frost y el propio Zaid. El libro publicado en 1999 en la Colección Los Trovadores, incluye cronología, discografía y filmografía. Fue cuidado por Fernando García Ramírez y Tiburcio Gabilondo Gallegos. Incluye índices de intérpretes, animales, oficios, personas, lugares, títulos y primeros versos. Antes hubo una Edición Especial de las Canciones Completas de Cri-Cri en un estuche con grabados de Basia Batorska; cuidada por Martí Soler; se terminó de imprimir el 15 de octubre de 1995, en el 65 Aniversario del Primer Programa de Cri-Cri.

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