En esta entrega, gracias a la amistad y a la gentileza de Ana Flor Mata –hija de Óscar Mata, a quien hace tanto tiempo no veo– y de Luis Chumacero, el poema es una fotografía tomada en 1965 y un texto donde Salvador Novo nos cuenta quiénes son los personajes que aparecen en ella, cuándo y por qué se tomó, a qué hora, dónde y otros detalles.
HISTORIA DE UNA FOTOGRAFÍA
Salvador Novo / 22 de enero de 1965.
La fotografía que ilustra esta carta merece conservarse. Seguramente será histórica y con el tiempo muy valiosa para conocer el momento de la literatura mexicana en que se reunieron a comer y se retrataron juntos representantes de varias generaciones de escritores: nacidos en el siglo pasado, pero ejercitados vigorosamente en el nuestro, nacidos a principios de la centuria presente, y descaradamente jóvenes y nuevos que en la fotografía aparecen en unas cuclillas que los oleaginosos, los de atrás, no podrían sin craqueo de sus articulaciones efectuar.
Porque estoy convencido del valor documental de esta foto, me empeño en nombrar y describir a los personajes que en ella aparecen; pues luego ocurre que uno arrumbe una foto ocasionalmente tomada en algún banquete, comida o reunión; la olvide y pasados los años le cueste trabajo reconocer o recordar el nombre de muchos de los que en ella aparecen.
La ocasión fue que acababa de aparecer un libro de Emmanuel Carballo: Diecinueve protagonistas de la literatura mexicana del siglo XX. Son otras tantas largas entrevistas con escritores mexicanos, realizadas por Carballo entre 1958 y 1965. Tuvo Carballo la fortuna de encontrar todavía vivos a escritores del Ateneo de la Juventud como José Vasconcelos, Genaro Fernández MacGregor, Martín Luis Guzmán, Alfonso Reyes y Julio Torri. Clasificó como "colonialistas" a dos, Artemio de Valle-Arizpe y Julio Jiménez Rueda; habló con cinco Contemporáneos: Octavio G. Barreda, Carlos Pellicer, José Gorostiza, Jaime Torres Bodet y Salvador Novo; luego abordó a los narradores de la Revolución y posrevolucionarios: Rafael F. Muñoz, Agustín Yáñez, Nellie Campobello y Ramón Rubín; y por último, a tres escritores jóvenes: Juan José Arreola, Rosario Castellanos y Carlos Fuentes.
Ya percibe usted cuán jugoso resultó un libro en que escuchamos la confesión hábilmente extraída por un entrevistador tan paciente como implacable de todos los personajes mencionados. Si se considera además que Carballo obtuvo fotografías que los muestran desde niños hasta el momento en que los sometió a inquisición, el valor documental presente y futuro de este volumen sube de punto.
De 1958 a 1965 han muerto muchos de los que en este libro escuchamos hablar: seis, nada menos, de los diecinueve: Vasconcelos, Fernández MacGregor y Alfonso Reyes del grupo del Ateneo; los dos colonialistas Valle-Arizpe y Jiménez Rueda, y un contemporáneo, Octavio G. Barreda.
El editor del libro, Rafael Giménez Siles, hizo bien en reunir a los supervivientes antes que sigamos al más allá a nuestros compañeros de paginación. Según las cuentas, ya fallecidos seis, quedamos trece agonizantes de los diecinueve. Y aun cuando todos fuimos invitados a comer por el editor, lamentamos la ausencia de cinco de estos trece: Julio Torri; que anda ya muy mal de la vista y prefiere no salir mucho. Apenas va de vez en cuando a las sesiones de la Academia, por este Coyoacán no se atreve; Agustín Yáñez, a quien su importante condición de secretario de Educación Pública debe haberle vedado, o sus múltiples ocupaciones impedido, a acompañarnos; Ramón Rubín, a quien no conozco personalmente, ignoro por qué; Juan José Arreola porque es proverbial su alergia a las reuniones; y Carlos Fuentes por la buena razón de que se encuentra en Europa.
Pero vamos a la fotografía. Las diecinueve personas que en ella aparecen, no son los diecinueve protagonistas del libro, a pesar de la coincidencia de número. Protagonistas hay ocho. Los demás son el autor, el editor y otros autores de la casa. Hecho todo este necesario preámbulo, describámoslos de izquierda a derecha:
Cruzado de brazos y en pie está Gastón García Cantú, autor de un gordo libro que recopila el pensamiento de la reacción mexicana de 1810 a 1962. Tiene ya en prensa otro volumen con la contraparte, o sea el pensamiento revolucionario de México en esos mismos años. Ya ve usted que no está tan cruzado de brazos como aparece en la fotografía.
Enseguida vemos a José Gorostiza, altísimo poeta y como, a pesar de la debilidad de su aspecto, con la mano en el bolsillo, presidente de la Comisión de Energía Nuclear. Parece darle el brazo el personaje que de saco cruzado hace un gesto burlón con la papada retraída. Es el novelista de la Revolución, Rafael F. Muñoz, autor de Vámonos con Pancho Villa y sucesivo e igualmente eficaz jefe de prensa y de relaciones públicas con el ministro Torres Bodet y con el ministro Agustín Yáñez.
Les siguen, sin pelo uno y el otro con pelo, dos Rafaeles más, padre e hijo, Siles y Navarro, editores del libro de que hablo. Y asoma sonriente su simpática cabeza con anteojos Alí Chumacero, el poeta.
No fue mi intención al posar para esta foto aparecer como un ventrílocuo que maneja un par de muñecas; pero temo que ésa es la impresión que se recibe al ver mi corpulencia flanqueada por las dos únicas damas de la reunión, ambas protagonistas del libro: a mi derecha, la guapa y talentosísima Rosario Castellanos, y a mi izquierda Nellie Campobello a quien la cámara sorprendió en el instante en que su rostro expresa el asombro que le causa mirar la superficie craneana del altísimo poeta y museógrafo Carlos Pellicer, que es el personaje siguiente en la foto. Carlos había aterrizado la víspera desde su Tabasco natal, y nos dio mucho gusto tenerlo en la comida.
Durante su brillante desempeño de la Secretaría de Educación, Jaime Torres Bodet fue tan retratado que es difícil que no se le conozca en la persona que lleva anteojos oscuros y luce la coquetería de sus canas. Finalmente, Martín Luis Guzmán remata en el grupo, con los anteojos en las manos, la que podemos sin jactancia llamar la línea de la literatura mayor.
Los que están en cuclillas, también de izquierda a derecha, son los siguientes: Henrique González Casanova, hijo de nuestro inolvidable Pablo; Emmanuel Carballo, autor de todo el mitote, que luce una satisfecha y maliciosa sonrisa; Pedro Bayona, muchacho singular, que se ha dado el gusto de trabajar el tiempo necesario para reunir dinero suficiente y dedicarse a lo que le gusta, que es fotografiar la ciudad de México; Ernesto de la Torre, director de la Biblioteca Nacional; y por último tres jóvenes demonios de la más nueva ola: el terrible Carlos Monsiváis ("tú que estás la barba en la mano, meditabundo..."), Miguel Capistrán, un muchacho muy talentoso que empieza a escribir o a ver publicadas sus investigaciones literarias; y un poco desprendido del grupo, el estupendo muchacho, gran poeta y trabajador infatigable que es José Emilio Pacheco.
La foto fue tomada en el jardín de La Capilla después de comer el 16 de diciembre del año pasado. Fue una comida sumamente grata. Habló para ofrecerla Henrique González Casanova. Carlos Pellicer recordó emocionadamente a Vasconcelos; y Jaime Torres Bodet propuso que los agonizantes rindieran a sus colegas muertos el homenaje de enviarles flores calladamente a sus tumbas, como Martín Luis Guzmán se encargó de hacerlo por cuenta, que aún no nos comunica, de todos los agonizantes. Yo propuse que le enviásemos un telegrama de saludo y afecto a un amigo de todos, a quien en ese mismo sitio otorgamos el título de editor benemérito de México, el licenciado López Mateos. Y así se hizo, con aplauso. ~
Salvador Novo, La vida en México en el periodo presidencial de Gustavo Díaz Ordaz, tomo I. México, Conaculta / Dirección General de Publicaciones, Memorias Mexicanas, 1998, pp. 120-122.
2108 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria. 8-III-2023. Selección de Ana Flor Mata, Luis Chumacero y Felipe Garrido.
Miguel Ángel Porrúa, editor; Academia Mexicana de la Lengua; Creadores Eméritos FONCA
Comentarios
Publicar un comentario