Romance
Tus ojos eran mi aire
y el aire para sí
jugaba a ser redondo, rodando.
Tus ojos eran mi aire y mi fuego,
y los dos entre sí
jugaban uno a mantener al otro, consumiéndose.
Tus ojos eran mi aire y mi fuego,
pero también mi agua,
y los tres entre sí
jugaban uno a consumir el otro, manteniéndose.
Porque tus ojos eran
mi agua
mi fuego
y mi aire,
tengo transida de rumor el alma
como el árbol de pino la madera,
y tengo más: las raíces
anudadas a ti,
porque tus ojos eran
mi aire
mi fuego
y mi agua,
pero también
mi tierra.
José Gorostiza (1901-1973)
Se alegra el mar
A Carlos Pellicer
Iremos a buscar
hojas de plátano al platanar.
Se alegra el mar.
Iremos a buscarlas en el camino,
padre de las madejas de lino.
Se alegra el mar.
Porque la luna (cumple quince años a pena)
se pone blanca, azul, roja, morena.
Se alegra el mar.
Porque la luna aprende consejo del mar,
en perfume de nardo se quiere mudar.
Se alegra el mar.
Siete varas de nardo desprenderé
para mi novia de lindo pie.
Se alegra el mar.
Siete varas de nardo; sólo un aroma,
una sola blancura de pluma de paloma.
Se alegra el mar.
Vida –le digo– blancas las desprendí, yo bien lo sé,
para mi novia de lindo pie.
Se alegra el mar.
Vida –le digo– blancas las desprendí.
¡No se vuelvan oscuras por ser de mí!
Se alegra el mar.
José Gorostiza (1901-1973)
¿Quién me compra una naranja?
¿Quién me compra una naranja
para mi consolación?
Una naranja madura
en forma de corazón.
La sal del mar en los labios
¡ay de mí!
La sal del mar en las venas
y en los labios recogí.
Nadie me diera los suyos
para besar.
La blanda espiga de un beso
yo no la puedo segar.
Nadie pidiera mi sangre
para beber.
Yo mismo no sé si corre
o si deja de correr.
Como se pierden las barcas
¡ay de mí!
como se pierden las nubes
y las barcas, me perdí.
Y pues nadie me lo pide,
ya no tengo corazón.
¿Quién me compra una naranja
para mi consolación?
José Gorostiza (1901-1973)
Poesía.
FCE, México, 1964.
Segunda edición, 1971.
2116 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
16-III-2023. Selección de Eduardo Langagne / Felipe Garrido.
Reacciones a la selección previa:
Adolfo Castañón: Querido Felipe. Gracias por la entrega 2114 de este 15 de marzo de 2023. Trae en su canasta una tercia de alados y suaves poema de María Enriqueta, cuyo esposo fue el historiador Carlos Pereyra.
Poeta, narradora, autora de libros para niños, pianista, viajera y señora de su casa, de su jardín y de sus días, es autora de una vasta obra que le valió la estima de autores como Alfonso Reyes, Enrique Diez Canedo y Gabriela Mistral. Fue traducida al francés por Mathilde Pomés
En 2020, la recientemente fallecida Esther Hernández Palacios (1952–12.III.2023) publicó una antología de los escritos de María Enriqueta, que preparó durante muchos años.
Los poemas de Maria Enriqueta atraviesan el tiempo sin desdoro., como prueba esta selección realizada para “Un poema al día”. Saludos al genio de Coatepec, donde nació la fulgurante y suave poeta.
Elisa Josefa Hernández Aréchiga: Es siempre un deleite leer a María Enriqueta. Es una mujer cuya obra merece mayor difusión y estudio. (A propósito del día de las mujeres.)
Bernardo Bátiz: María Enriqueta es para mí un recuerdo vivo. La conocí de niño y la oí tocar el piano en un concierto, el primero al que fui en mi vida. Leí en Rosas de la infancia breves historias y sencillos poemas. Entendí algo de historia patria en las obras de su esposo, Carlos Pereyra. Y ahora nos llegan tres de sus suaves poemas; versos sin estridencias, amor profundo sin insinuación alguna que falte al decoro. Elevación, elegancia, arte auténtico y sano. Por algo fue candidata al Premio Nobel de literatura: “no cambio mis negras frondas por tus aguas de colores”.
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