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#2118 - BARANDA: XI

 

XI

A mis hijas

Y fuimos a volar papalotes
aisladas en lo alto, hermosas niñas frescas
corriendo en la pradera,
con la risa entre guijarros
junto al cántaro que el agua rebosaba.
Y como el agua era el ímpetu que abría los gestos
penetraba a campo iluminado
para afianzar la vida un poco más
y siempre
en lo que fuimos,
en lo que nos hacía partir y regresar
como la cuerda tensa que jalaba el aire cada día.
Y llegamos a un punto de la imaginación
donde los ojos ven siempre lo que falta:
un mar, aquel mar
con sus olas inmensas recalando
en medio de las algas
y sobre la arena: peces,
peces de varios colores cual hojas
blanqueadas al abismo.
Y como nuestro corazón retumbaba
entre las voces de ese mar de vidrio
trenzamos redes inmensas y brillantes, sábanas
bajo la aurora de lo que nunca fuimos.
Y encontramos la sed de quien golpea
fuertemente y de quien mira
aquellas cosas por pequeñas,
de quien espera siempre una copa,
un pedazo de pan entre las migas de un poema.
Y como habíamos embarcado
con el cántaro lleno de agua
y con el papalote allá en lo alto,
quisimos conocer nuestro destino
el nombre
el día
el mar
la orilla que emerge siempre en nuestros sueños.
Y el aire, si aire en el lirismo de los niños,
ya cantaba
como algo más hermoso que un presagio
y descendía
poco a poco hasta la última palabra
al vuelo
sudorosas
nos quedábamos para tocar la superficie
del gozo y la plegaria. Húmedas bebíamos la luz
de aquellos días rojos
como rojo era el verano
más alto, más arriba, volaba el vuelo de los ojos
ese pájaro fugitivo entre las horas de papel
con un viento de frescura en nuestras almas.
Y luego, jóvenes ya,
atemperadas
como yeguas que relinchan
entre piedras
cruzamos lentas el cielo de la infancia
y fuimos prontas, Helenas buscando el grito
la montaña
la roja sangre de la tribu
a la espera de aquello que ignoramos
a tientas en el polvo
a ciegas en la arena
sintiendo compasión por cuevas y por jaulas,
rápidas recalando en la hondonada
con un remo de un brazo al otro
para llegar al esperado amor
que vuelve a cada vuelta de los años
inalcanzable, a veces, mas rebosante, apenas
como aquel cubo de agua de los sueños.
Ahora, cuando es el tiempo de mirarnos solas
a la vuelta del verano
podemos ver aquella cuerda tensa
hacia lo alto
por los que no están,
los que se han ido
y si jalamos,
y si jalamos un poco más,
yo de pie, ustedes junto a mí
tan fuertes y serenas
podrán ver volar
un papalote
que va y viene ondeando siempre en rojo
como rojo es cada vez el paraíso.
Pescaría madre, piedra: sombra
de tanto estar entre los ojos
reducida.

María Baranda (1962)
Cañón de Lobos
Universidad Autónoma de Querétaro, 2021.

2118 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
18-III-2023. Selección de Felipe Garrido.
Miguel Ángel Porrúa, editor; Academia Mexicana de la Lengua; Creadores Eméritos FONCA

Reacciones a la selección previa:

Adolfo Castañón: Gracias por el envío de este viernes 17 de marzo (2117 de “Un poema al día”. Constato una coincidencia: la del 7, pues Vicente cuenta 7 letras. Acaso no le hubiese disgustado al propio poeta y periodista Vicente Echevarría del Prado, nacido en Pénjamo, Guanajuato, el 4 de mayo de 1898 y fallecido en México en 1976. En el curso de los más de 77 años que vivió, el ingeniero, arquitecto, matemático, poeta, coautor con el poeta Ramón Gálvez de la columna Pausas literarias en el suplemento México en la Cultura, de Novedades, y colaborador de la revista Summa fundada por su amigo Arturo Rivas Sáinz, publicó una cauda importantes de libros de poesía. Practicó fundamentalmente el soneto, y fue, para decirlo con la voz de Otto Raúl González, uno de los gobernadores de esta forma, enunciado que se puede justificar aludiendo a los seis tomos de sus 3,000 sonetos, editados poco antes de su muerte. La naturaleza, el tiempo, el orden de lo sagrado y la armonía amorosa. la inspiración y acaso la salvación personal por la fragua de la forma cristalizada en sonetos, le han conferido un lugar particular en la lírica hispanoamericana y mexicana. Perfiles inviolados es uno de sus títulos más conocidos. Tengo la fortuna de tener en casa el Ensayo de realidad para un sueño, impreso con impecable cuidado en México, en 1949.
Su nombre aparece en ese tesoro bibliográfico que es el Diccionario de escritores mexicanos de Aurora M. Ocampo, Su ficha fue cuidadosamente redactada por Patricia Ortiz, investigadora del Centro de Estudios Literarios, y está recogida en la Enciclopedia de la Literatura Mexicana editada en forma digital por la Fundación para Las Letras Mexicanas, que dirige Eduardo Langagne.
En los poemas transcritos fluye y se recata una sensitiva imaginación cautiva por la presencia de la mujer amada y se manifiesta el temple que tenía el poeta matemático para darle forma a la fantasía y a la contemplación. Sus poemas pueden leerse también como mecanismos hechos para atrapar la desnudez del instante fugitivo. Gracias, querido Felipe, por este terso envío.
Rox: ¡Deslumbrada por Vicente Echeverría! ¡Atrevido, pero sutil!
Bernardo Bátiz: Los sonetos de Vicente Echeverría son resultado de un esfuerzo nada fácil; imagino que lograr rimas como las suyas requiere mucho esfuerzo e imaginación. Quizá empezar por la última palabra e ir armando cada línea, cincelando el poema con paciencia y pasión. El resultado es arte puro y sonoro del soneto: como este trío final de renglones forzados pero bellos en “Flecos”: “Soy tuyo en el aroma con que advierte / deslumbrado su polen, el arrullo / de la ceguera florecida en verte.” ¿No les parece?

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