Los gatos se asolean en
la casa de los techos azules
Empezar de donde no se viene.
Morir como quien viaja.
No encontrar palabra que nombre este grito de niña
parecido al mar.
Seguir como si río y flora,
porque casual es la luz que me descubre.
Andar a partir de la noche y volver de nuevo al puerto
con la voz del viento.
No sé,
debería ir de nuevo a los ciruelos,
caminar
como si entonces tuviera la sed innecesaria de los ríos.
Bajar y escuchar los cantos de las aves que se pierden
en los matorrales, en las palmeras y el aguacate; ir
y bajar y buscar de dónde crecen las papayas, de dónde
[sale esa luz que me roba el aliento,
de dónde ese colgadero de tabaco que me pierde
como las piernas de una recién casada:
ir y bañarse,
estar dispuesta a lo que ofrezca el día;
estar como si una piedra tuviera tantos motivos
para no hablar; estar
como quien espera que la tarde no mate
hombre alguno; estar como alguien
a quien sólo la vida le preocupa.
No sé,
debería no estar aquí, pensando
si llegarás.
Si tendrás el valor de mirarte al espejo
y descubrir que ya no
es tiempo.
Me pregunto qué estará haciendo Margarita,
qué estará haciendo Emma,
qué estará haciendo Isela, qué estará haciendo mi infancia.
Me pregunto si yo tendré valor, si estas camas
y sábanas sucias, si este moho
que ya casi cubre esta pared que me hace resbalar
al infinito, me pregunto.
Debería estar fuera de la ciudad, irme, perderme
como quien de veras no
conoce el mundo.
Hago como que el viento me lleva al río.
al camposanto, a esa montañita que tenía que subir,
y burlar al perro que tenía doña Santa, y después contarme chistes
para que nadie notara que me había
orinado nomás por no sentarme en la tierra.
No debería estar aquí desnuda, esperando
a que Luis llegue,
a que esta vez la leche esté tibia;
mejor hago como que la ciudad es hermosa,
como que el trolebús me lleva a esquinas
en donde sí puedo decir aire; mejor hago
como que la gente me encanta, como que su aroma
en el vagón del metro me recuerda al ciruelo
que nunca dio fruto,
porque también en la infancia hay tristezas que tienen que ver con las ciudades
No debería, y sin embargo sigo aquí como una burra
que no aprendió a abordar taxis verdes,
que no sabe que las calles han sido pavimentadas
y que las glorietas sirven para recordar
la redondez del mundo;
que los hoteles de cuarta sirven para mirar
detenidamente las cucarachas sin asquearse más
que de tu propia vida.
Seguramente Luis está acostando a Luisito mientras llega la muchacha
[para cuidarlo;
mientras él mira el espejo y decide
que es mejor quedarse a esperar la noche;
que es mejor lijar la madera que el corazón;
seguramente esto no está pasando,
no al menos este día en que entrenan de tripas el corazón
y la ciudad es tan perfecta, tan linda para caminar
por Bellas Artes y decir que Sanborns es la revolución,
y mirar los pájaros y a los reyes de España
que hoy nos visitan y nos dan la oportunidad de conocer al presidente, a
[Plácido, a Monsiváis;
no debería estar aquí oliendo el jabón Venus Rosa
ni secándome con esta toalla gris,
cuando el día empezaba a las seis de la mañana
en el mercado,
comprando el pan recién horneado,
oliendo el ciruelo que cada amanecer era visitado
por el gallo y las gallinas
mientras la campana no paraba, al igual que mi corazón,
de saber que estaba
viva…
No debería y sin embargo estoy
tumbada aquí como un siglo que está por concluir.
Dónde estará toda la luz del universo que me impide
abordar un taxi,
ir rumbo al sur, y decidir que es mejor así que andar
como solitario en esta ciudad de por sí solitaria
de mi infancia, simplemente solitaria.
Tlalpan, Distrito Federal, julio de 1997
Citlali Guerrero / 2001
XV premios de poesía
María Luisa Ocampo 1999-2013
Instituto Guerrerense de Cultura
Compilación y Prólogo de Luis Armenta Malpica
Mantis Editores, Guadalajara, 2015.
2129 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
29-III-2023. Selección de Felipe Garrido.
Reacciones a la selección previa:
Adolfo Castañón: Gracias por el envío de este 28 de marzo del 2023 que coincide con el aniversario de Santa Teresa de Jesús, alta poeta y prosista de la lengua, y con dos poemas de la inspirada Kyra Galván. Atento a la armonía y a la sintaxis, a la síndéresis y a los armónicos, no deja de llamarme la atención la afinidad latente entre las expresiones poéticas de la poeta española Blanca Andreu, transcritas ayer en este espacio, y las constelaciones asociativas y legendarias, mágicas y disidentes, raras, y audaces de la mexicana. En esta entrega 2128 emerge una viñeta húmeda de asociaciones delirantes consagrada a --escribo estas dos sílabas mágicas pidiendo permiso al relámpago-- Lilith, “designada primera esposa de Adán'”. El segundo mosaico de esta entrega está dedicado a --y vuelvo a cerrar los ojos antes de inscribir su apelativo-- “Las brujas'.
Las figuras femeninas evocadas por Kyra remiten a un terreno arcaico y sagrado. Lilith aparece citada en una de las páginas de La diosa blanca de Robert Graves, en el capitulo “El dios con patas de toro”, donde se habla de la lechuza que le da nombre y de su hermandad con Annis, la Bruja Azul que chupa la sangre a los niños en el folklore británico primitivo y que hubiese podido encajar en uno de los versos de Blanca Andreu. El Diccionario de la Biblia de Herder de 1964 se recuerda que Lilith es el nombre de una figura demoniaca que corresponde al Lilitú de Babilonia, demonio de las tempestades que habita en los desiertos y en las ruinas abandonadas y cuyo aliento oscuro ulula como un fantasma nocturno. (Y mientras escribo diluvia y temo que la luz se vaya.)
Todo esto viene a mi mente cuando leo y releo en silencio o más bien en voz baja las canciones ceremoniales que nos transmite Kyra y que podrían ser leídas como himnos secretos para recobrar la salud. El enigma del matriarcado, El derecho materno en la antigüedad, de Pablo Krisch y de Johann Jakob Bachofen son obras que tengo a la mano y que me permiten reconocer en las letras de Kyra Galván un aliento salutífero.
Ps La lluvia mengua conforme voy saliendo de la página.
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