Cruz del Sur
Arden las hojas del otoño
en la humedad crepuscular
de Buenos Aires. Contra un parque
dividido por tres colinas,
la opacidad de su belleza
busca en follajes la mirada
que acompañó la luz. Las lámparas
doradas guardan sus memorias
y encienden sombras en el césped.
Al atardecer se disponen
el horizonte de cortezas
y el suave tacto de los ojos
para construirse otra estancia
con los pájaros. En silencio
subes las calles y regresas
al canto de la noche. Queda
entre tus labios el murmullo
que al abandono pronunciaste,
la rozadura de palabras
dejadas en la soledad
de un cuarto cálido, ya oscuro.
Áspera en su constelación,
la Cruz del Sur abre sus puntas
mientras aguardo tu llegada
porque no eres tú quien ha vuelto
a resplandecer junto al eco,
sino tus huellas hondas, tenues
fragmentos de un espejo en llamas
que te observó al entrar a ciegas
en las membranas del deseo.
Jorge Valdés Díaz-Vélez (1955)
Nadie
Para Piedad Bonett
Volví a Ítaca, a sus médanos
de bruma evanescente, al sol
que la traspasa y a las calles
que mi memoria soñó hermosas.
Degusté el sexo de los higos,
la pulpa de un dátil, el cálido
resplandecer de la aceituna.
Fui un extranjero entre los míos.
Nadie advirtió que tras la máscara
tallada por la espuma, iba
yo, el heroico (ese mendigo
sin sombra que salió una noche
de lágrimas al mar) Ulises,
el pródigo en historias vuelto
del más allá de su leyenda.
Antes que el alba, regresé
a la costa y enfilé al sur.
No reconoceré los muelles
a donde vaya mi delirio.
Sólo sabré que estuve en Ítaca
para reinar sobre mi espectro.
Jorge Valdés Díaz-Vélez (1955)
Parque México
Un dulce olor a primavera
entró al crepúsculo sin sombras.
Cuerpos de joven insolencia
van abrazados a otros cuerpos
debajo de las jacarandas.
Han empezado a florecer
antes de tiempo. Morirán
también sus pétalos muy pronto,
memoria en ruinas del verano
su sangre aún por reinventarse.
Pero hoy me muestran su belleza
con certidumbre, la esperanza
del resplandor violáceo y tenue
de su fugacidad perpetua.
Se adelantó la primavera.
Llegó de súbito su aroma
como la luna entre las ramas
y este dolor al fin del día.
Jorge Valdés Díaz-Vélez (1955)
Purple rain
entre piadosos,
remotos murmullos de tormenta
Rubén Bonifaz Nuño
Para Ana Istarú
Fuera de sí, de todo cuanto
existe, acaso inadvertida
por la lluvia, toma su copa
con brusquedad y habla con alguien
por el móvil sin que le importe
que la vean llorar. Agita
el húmedo cabello, cierra
y abre las manos en su sombra
para escuchar al que no está
con ella. Le tiemblan los labios
y el corazón tal vez le tiemble
al sollozar, cuando la voz
del otro lado la maldice
o le reclama, o quizá llora
también, pidiéndole perdón;
o suspire y caiga en silencio
lejos de aquí, desde el vacío
de algún solar inhabitado
bajo la piel fugaz del trueno.
Jorge Valdés Díaz-Vélez (1955)
La Guarida, revista electrónica.
Literatura de España, India y América Latina
Director, Cosme Álvarez.
Año 8, 2023
2137 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
6-IV-2023. Selección de Felipe Garrido.
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