De
Borrar los nombres
Primera de dos partes
* Los coras viven en la Sierra Madre Occidental. Son la tribu que mayor resistencia opuso a
las armas del imperio de la razón española. En la hostilidad de la sierra nayarita dieron fiera batalla hasta llegar a ser el último territorio indígena sometido por la corona, más de dos siglos después de la caída de Tenochtitlan. Doscientos cincuenta años de sometimiento posterior no han impedido a la resistencia cora encontrar pausa y modo para vivir su propio tiempo y pensamiento. Al igual que otras tribus durante la Semana Santa, a través de la representación de la pasión de Cristo, los guerreros coras perviven, convocan y reviven su historia, magia y religión, en un acto de sagrada imaginería, donde la alusión indirecta, el tomarle el pelo a todo, a la razón práctica, al sempiterno sentido de la individualidad, parece ser el eje de ese ojo de tormenta que es la borrada. Ancianos, hombres y adolescentes se tiznan a la orilla del río para desaparecer y surgir en la piel de un demonio, en un borrado, en un soldado de la Judea cora. Durante el jueves santo y el viernes de sangre todos habrán de resistir la disciplina en el vértigo de la carrera y la paciencia dentro del incendio inmóvil: la grave espera del enjuiciamiento de un Cristo niño que morirá en cada puntocardinal. Borrar los nombres es el testimonio de quien cedió, de pronto, en las calles de Jesús María, muy lejos de sí, desnudo y danzando, con los afanes de un corredor ritual.
1
El jueves y el viernes hay que correr como vértebra de una de las dos serpientes, pero el viernes, además, hay que estar quieto como una piedra que ya no llora. El sábado es el baño final, la desborrada en el río prometido. Pero tú no puedes decirlo ni adivinarlo pues tú tan sólo conoces un montón de imágenes rotas donde el sol bate.
2
Sueño indócil
recuerdo ceniciento
de la extravagancia de haber nacido
ser borrado
y ver las alas de la urraca sacudir el viento
por el que te has ido
el viento y el labio del silencio puesto en la pulpa
del hechizo
de ser salvaje, pleno de vacío, eterno, negro.
Ser la sombra, lo que no eres,
negro como lo que nunca ha sido,
ser por dos días lo que nunca será,
sombra que proyecta sombra
y el tambor y la carrera y la danza cora
embriaga la sangre del que no soy
ni es
¿de quién son mis antiguos pies?
¿a quién sabe este sudor
que mis labios beben?
aceptemos que el tiempo es una máscara
de múltiples cabellos
y que somos el puente que se borra
y que estamos en otra parte
donde los muertos olvidan sus amores y sus miedos
donde los muertos se acostumbran a la penumbra
donde el corazón es el espacio entero y el mundo gira
al revés.
Ricardo Castillo (1954)
Islario
Conaculta
Coordinación Nacional de Descentralización
Instituto Coahuilense de Cultura
Ocelote, México, 1995.
2139 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
8-IV-2023. Selección de Felipe Garrido.
Reacciones a la selección previa:
Jorge Valdés Díaz-Vélez: Gracias, querido Felipe, por la selección y publicación de cuatro poemas míos en “Un poema al día”, espacio que frecuento de manera cotidiana. Y a ti, querido Adolfo, por tu texto generoso sobre esos cuatro de los nueve poemas que seleccioné para la revista La Guarida que dirige Cosme Álvarez y que proceden de cuatro libros publicados entre 1998 y 2011 en México y en España. Su común denominador es, como señalas, la ciudad como conglomerado orgánico de tránsito y destino del proceso de maduración, comprensión y convivencia. Los escribí en un metro complejo y escasamente trabajado en nuestra lengua, eneasílabos, que como señaló Gabriel Zaid, no se ha dejado amansar: “No se prestan para combinar palabras en una secuencia significativa y cadenciosa de cierta extensión, como es normal en los versos de ocho y once sílabas”. En efecto, la musicalidad del eneasílabo es elusiva y siempre es un reto intentar conseguirla.
Adolfo Castañón: Gracias por el envío de los poemas de Hernán Lavín Cerda, nacido en Chile en 1939 y avecindado en México, transterrado, desterrado por el exilio desde 1973, y más tarde, naturalizado como ciudadano mexicano.
Su caudalosa obra poética y narrativa lo sitúa como uno de los herederos de la letra acunada por la tradición que, en su caso, tomó el rostro y la voz de Pablo Neruda, a quien encontró en el entierro de la traductora chilena de Virginia Woolf, Lenka Franulic, en 1961, donde el entonces joven Hernán pronunció unas palabras. Poco después, recibió una llamada del autor de Residencia en la tierra invitándolo a colaborar, a los veintidós años, en la revista Ultramar. Al estallar el golpe contra el presidente Salvador Allende, en 1973, se refugió en la Embajada mexicana. Ha vivido desde entonces aquí, donde ha publicado una abundante obra poética y narrativa, ha impartido clases y colaborado en las principales revistas del ´país y de Hispanoamérica. En la selección aquí presentada se ofrecen tres poemas espigados de La sublime comedia, editada por la Editorial Praxis en México, en 2008.
El primero: “¿Por qué duelen tanto los pies? (con ritmo de vals)” es una meditación que declina su traviesa y profana pregunta en torno a los pies, y, más allá del cuerpo, al deambular, al paso y danza de la vida, incluidos el amor y la muerte. Aflora cierta comicidad en esta “danza” en la que resuenan ecos de Pablo Neruda, de Ramón López Velarde, acaso de César Vallejo, de Luis Cardoza y Aragón y de Mario Benedetti. La pregunta podría también tener un desdoblamiento asociado a la métrica y a los “pies” en que se mide el ritmo del poema, oscilante entre endecasílabos y eneasílabos, octosílabos y versos de arte mayor. Los pies, por otro lado, son objeto de cuidados higiénicos y atenciones y pediluvios, como muestra el ritual del lavado de pies que ha de practicar en Semana Santa el Papa a los fieles en representación palpable de la humildad de Jesús el Cristo ante los apóstoles
“La voz de la Luna” es una evocación sazonada por la nostalgia del poeta-niño y una meditación en torno al tiempo y la experiencia en la que podrían advertirse ecos de Antonio Machado, y acaso de Gustavo Adolfo Bécquer.
“Algo sobre la vida e invocación al Dios de las transfiguraciones” es un poema teológico en el quq el poeta demiurgo se interroga con ironía y acrobática gracia en torno a la Creación.
Tres emblemas elegidos para saludar en clave poética este Viernes de Semana Santa y que enaltecen la noble figura del poeta y maestro Hernán Lavín Cerda, custodio del verbo y del silencio, de la voz y de la sabia, atenta pausa.
Bernardo Bátiz: Los ejemplos que aquí se van sucediendo nos muestran que el laberinto de los poemas es inacabable y sin salida. Hay de todo y algo vamos entendiendo de tanto y tanto que disfrutamos, a veces sin siquiera descifrarlo.
Esta reflexión, antes del amanecer, en plena Semana Santa y en día de guardar, se me vino a la mente con la poesía indudablemente arte y sin reparo, bella y misteriosa de Hernán Lavín y de Jorge Valdés. Pienso que estos dos poetas no son como Gutiérrez Nájera o Díaz Mirón o Darío, que dicen sus palabras para que las entendamos y memoricemos, para repetirlas en público o al oído de una mujer enamorada.
Éstos nos ponen acertijos, nos hacen insinuaciones; entre sus versos y los lectores hay un velo, un misterio que disfrutamos y nos asombra, pero que no deja de ser para el lector un enigma.
El sombrillazo en la cabeza de la Duquesita Job al tuno que alarga la mano, la advertencia de Darío a Roosevelt de qué hay mil cachorros sueltos del león español, la mujer que ante el reto del poeta se quita el decoro y toma el manto, no dejan lugar a dudas. Lo de Lavín y Valdés tiene mucho de acertijo, de parábolas sin descifrar, bellas construcciones a las que el lector, siempre azorado, tiene que poner puertas y ventanas para completar el sentido.
Armando Olvera: Muchas gracias por estas entregas de Jorge Valdés Díaz Vélez y de Hernán Lavín-Cerda. De este último tengo varios libros. Me gustó mucho lo que enviaste y al buscar más sobre él me topé con lo que originó su amistad con Pablo Neruda: ambos asistieron al funeral de Lenka Franulic (una institución como periodista en Chile, que además tradujo a Virginia Woolf) y ambos leyeron lo que habían escrito en honor de la periodista, fallecida a los 52 años. Lo interesante es que Hernán tenía sólo 22 años y a Pablo Neruda le gustaron mucho sus palabras y se lo mandó decir a los padres de Hernán y de ahí que a poco tiempo se conocieron. La obra de Hernán es muy extensa, buscaré mis libros. Pd. Ya me llegó el tercer libro de Eduardo Hurtado. ¡Qué padre!
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