XIII. Poema donde todo se niega
Están aquí los muertos, olvidados.
Nombres ilustres, personas sin relieve.
Aquí se encuentran todos, confundidos
en la Nada tranquila, entre las sombras.
Igual será llamarse Carlos, Luis,
Francisco, Eduardo, acaso Juan Sin Rostro,
María sin Apellido, Marta Desconocida.
Murieron ya sus nietos, Nadie recuerda Nada.
En este panteón están las cenizas
de mi abuelo, dicen. También,
me han dicho, las cenizas del abuelo
de mi abuelo. Pero los nietos de los nietos
que caminan por este cementerio
ya no recuerdan a Ninguno. Los nombres
se conservan como se guarda un libro
en la memoria enjuta de los hombres.
Nadie está a salvo de la corrosión y el olvido.
Día llegará, quinientos años después,
en que Ninguno tendrá nombre.
¡Tú sí recuerdas? Pero si a Nadie
conociste. Con aquellos que pasaste
algunas de las horas de tu infancia
son ya también ceniza, una imagen diluida
en la memoria. Tú pasarás igual, serás
tan sólo un nombre grabado en una piedra
que borrará sin duda el tiempo, con insultos.
Todo lo niega el paso de las horas, sin medida.
Todo lo niega un ángel, implacable.
El mensaje es el mismo: eres polvo
tan sólo, un polvo triste que se pone
de pie por unas horas y luego cae
y se confunde con otra tierra seca
en la hojarasca. Así sucede siempre.
Así sucederá otra vez, no tengas duda.
Jamás podrás negar este pasado,
presente desde ahora en tu futuro.
Vive de todos modos, sereno de alegría,
las pocas horas que estarás erguido.
Así sucederá. Sucede siempre.
No abrigues ya temor, la vida
habrá de continuar entre las sombras,
en las pálidas sombras de los hijos
de tus hijos. Sucede ahora.
No cabe duda alguna.
No niegues lo que fue.
No niegues que será.
Lo que antes sucedió,
sucede ahora.
Jaime Labastida (1939)
Álgebra del polvo
Lectorum, México, 2019
2144 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
13-IV-2023. Selección de Felipe Garrido.
Reacciones a la selección previa:
Adolfo Castañón: Hoy, miércoles 12 de abril de 2023, recibo la entrega 2143 de la serie “Un poema al día”: “A veces llora el hombre” publicado por Margarita Paz Paredes –cuyo verdadero nombre era Margarita Camacho Baquedano– en la revista Rueca en 1948. El poema fue publicado dos años después en Voz de la tierra (1946), su primer libro.
Como un tañido lúgubre se repite a lo largo del poema el octosílabo ''A veces llora el hombre'. La reiteración le sirve a la poeta para ir construyendo un solo a dos voces, la suya y la del “hombre” evocado, que es a la vez una cifra alegórica y un ser concreto. Al llanto lo acompañan el miedo, el silencio, la sensación de abandono y esterilidad: “Llora sus pasos de fantasma / sobre un aciago páramo de sombras”. El fluir de sus lágrimas no le oculta que su llanto es milenario ''como si fuera el último superviviente náufrago del mundo que caminara solo entre cadáveres de “transparentes venas desecadas… […] agoniza en sus labios mortecinos/ la canción infantil de la esperanza”.
El paisaje desolador que describe el poema se inscribe en lo que podría llamarse el “romancero de la guerra civil planetaria” que, con el final de la segunda Guerra Mundial concluía un primer ciclo. Margarita Paz Paredes, la amiga de Rosario Castellanos y de Pita Amor, la colaboradora de la admirable revista Rueca, así lo supo ver.
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