#2174 - VERDUCHI: Palabras para un día de campo | Ciego en plaza de toros | VI (Ne me quitte pas) | Muchacha mirando al Sena
Palabras para un día de campo
Para Coral Bracho
No conocimos la experiencia de un mantel
a cuadros sobre la hierba, no presenciamos
la huida de un sombrero de paja con el viento.
Quizás segar el campo hubiera sido útil
como importante es para las mujeres
lavar la ropa juntas, contarse anécdotas
que jamás sucedieron.
No existió tiempo, el necesario,
para la contemplación.
Demasiados acres nos alejaron
de la ilusión posible, del paso
de la hormiga por la pierna.
Ciego en plaza de toros
A la memoria de Alberto Acuña E.
Un paso adelante, y puede morir el hombre;
un paso atrás y puede morir el arte.
José Alameda
Porque la tarde apenas nacía
en el reflejo de tus lentes oscuros,
la barbilla reposada en las manos
y las manos aferradas al báculo.
Invidente ante la acción de la liturgia
pero atento del rito y el sacrificio
de la lidia en la arena.
Porque a través de mis palabras imaginaste
todo tipo de suertes que la muleta y la espada
ofrecen –desde la suelta del toril hasta el arrastre–
cuando están empuñadas con arte.
Y entre jirones de humo
recordabas colores inventados
por la luz en el caudal del Mississippi,
la marea lenta bajo el sol de siete mares,
la voracidad del relámpago en el horizonte.
Barbaján y siervo del mito que te acompañaba,
sabías que no es lo mismo ver el toro desde la barrera:
la agonía del escualo quebrado por el arpón,
o el nombre del hijo muerto bordado en los labios.
Abuelo, la sangre agraz hizo de ti
un rostro adusto bajo el ala del sombrero;
porque tu vida fue como la vida:
partiste plaza dando palos de ciego.
VI (Ne me quitte pas)
He visto en el orgullo de la estirpe
todas tus edades.
Y me encuentro hablándole a mi padre
de las bondades de respirar,
lo reto a tomar el paisaje con el puño,
a echarle el ojo a las muchachas
que se pasean –como tú lo hiciste
alguna vez– en esos parques.
Estás muerta, bien muerta,
nos aseguramos de convertirte en polvo,
te devolvimos a la humedad de la tierra.
Voy a morderme la lengua,
sin zaherir ni ofrecer pena con palabra ociosa.
¿Cuánta silencio se necesita encima
para no dar pie a la tristeza, cuántas
paladas aguantarás para acallarte?
Muchacha mirando al Sena
Para Elsa Cross
Desde el Pont Neuf la muchacha mira al Sena:
manso caudal sitiado por la piedra.
Ella piensa en el amante,
en el beso aún húmedo en los labios.
"Mañana es nunca", se dice.
La tarde se diluye en sus ojos:
vaho, enceguecido espejo.
La tierra nativa es el polvo
en las suelas de los zapatos;
huellas, islas flotantes,
van con uno hasta ser viento.
La muchacha observa un pañuelo
ondeando entre las ramas:
no hay reflejo que las aguas no se lleven.
Enzia Verduchi (Roma, 1967)
El bosque de la hormiga
Ediciones sin nombre, México, 2002
2174 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
15-V-2023. Selección de Felipe Garrido.
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