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#2176 - KOZER: Discurrir


Discurrir

Como moscas, decía aquel hombre, caen como moscas.
Soldados con la bayoneta calada al asalto de trincheras enemigas se precipitan color gris plata al nido (moscas) de ametralladoras (caen): ¿tiene flores el trigo? por supuesto ¿cómo reconoce de antemano la hormiga el olor del fuego? La hormiga reconoce la proximidad de la semilla: se detiene, completa la semilla.
Así habla a la salida del café me agarra del brazo, nos duele la cabeza: varía mucho la temperatura en esta ciudad, exclama: sí pero, es un asunto generalizado aquello; nada que investigar, mirarlo más bien como el orfebre: destellos rubí pálidos destellos y en fin el azul o el azabache que identificamos con las moscas.
Escucha, me dice: hazte a la idea y por qué no a la idea de que somos una misma especie: unos mismos moribundos, tus familiares: ellos, luego nosotros ¿cuántos hijos tienes? pregunta, golpeándose el casco de hierro golpeándose con las yemas de los dedos las solapas del traje cruzado a rayas: las parcelas no son nunca hileras perfectas, inamovibles (añade).
Y hace en el aire la señal de la cruz, oigo el tímpano: reverbera un momento en el aire el olor de la madera la figura forjada de hierro: y ya aprietan por todas partes el paso (viernes) (oscurece) (está anunciada una nevada): y cómo consigue dirigirme en línea recta de la salida del café a la boca del metro, sorteando la muchedumbre.
Se separa de mí, carente: el vagón inabordable el testaferro en los mandos inicia el movimiento maestoso maestoso se fractura el movimiento, doce troqueles: y donde está la mancha estuvimos él y yo del brazo; deplorable (a veces) este sitio: lo sigo con la mirada detrás el mismo ruido empieza a escasear habrá cambiado la hora es eso; y el país.
Detrás de la colina una cruz dilapidada a igual distancia del baldío y del terreno labrado con el espantapájaros de la medalla redonda de oro que reluce en el ala desgastada por la intemperie del sombrero o en la solapa deshilachada del frac a la sombra su sombra del árbol que llaman por su nombre.

José Kozer (La Habana, 1940)
La maquinaria ilimitada
Ediciones Sin Nombre
Juan Pablos Editor
México, 1998

2176 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
18-V-2023. Selección de Felipe Garrido.
Miguel Ángel Porrúa, editor; Academia Mexicana de la Lengua; Creadores Eméritos FONCA

Reacciones a la selección previa:

Bernardo Bátiz: Qué juguetón y ágil el largo poema de Facundo; qué manera de pasar del gallo de gallinero al engominado galán picaflores que se cree y quizá sea el conquistador de barrio, que como decía uno que conocí: “A todas hazles la lucha… unas aceptarán, otras no, pero todas te lo agradecerán.” ¡Presumido! Ahora, con respeto corrijo al maestro; al mejor cazador de le va la liebre. Bátiz es con z. Y yo escribí “crecía lenta pero seguramente”, no “lenta y tenazmente”.
FG: En todo el ámbito del español un pollo era y es un joven, sobre todo cuando pretendía o pretende acometer tareas que requieren de un hombre maduro, de un gallo. Algunos refranes de nuestros días que nos lo recuerdan: Al gallo sin espolón ni la gallina lo quiere. / A pesar de ser tan pollo tengo más plumas que un gallo. / Alábate pollo, que mañana serás gallo. / Cuando muere el gallo, la gallina a cualquier pollo se arrima. He tenido amigos muy queridos también, que eran Batis, con s. Voy a completar tres planas que digan “Bernardo Bátiz / Huberto Batis / Bernardo Bátiz / Huberto Batis / Bernardo Bátiz / Huberto…
Armando Olvera: Dediqué varias horas a investigar sobre Nanof, uno de los libros de Enzia Verduchi. Vi varios videos y testimonios y publicaciones sobre el personaje. Me gustó mucho la obra de Enzia. Ya encargué en El Sótano dos de sus libros. Y eso es consecuencia de este espacio. El personaje central del libro de Enzia estuvo recluido por décadas en hospitales psiquiátricos; dentro de su esquizofrenia tenía muchas visiones e incluso denotó aspectos de clarividencia. Me atrajo esa posibilidad pues cuando yo comenzaba la carrera de Psicología acudí durante dos años todos los sábados a hacer una labor entre investigación y social al hospital infantil psiquiátrico Dr. Juan N. Nares, en Tlalpan, y acompañé a varios niños y jóvenes con ese padecimiento. Muchas de las cosas que se saben sobre las visiones de Nanof las vi en aquellos pacientes. Esto fue hace casi 50 años. Me marcó hondamente y hoy que llego a esta obra de Enzia, lo agradezco mucho. 

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