Rafael Penagos (1915) |
Ahora vamos a la inversa. Dicen los lectores:
Laura Fischer: Recién en mayo descubrí a la enigmática Tórtola Valencia.
Fue en un chat en el festejo del Día de la Madre con dos amigas, una doctora en física y una diseñadora textil. Las tres estamos impactadas por la libertad de esta artista de inicios del siglo XX (Sevilla, 1882-Barcelona, 1955). Rompe con el movimiento corporal tanto como con el vestuario que diseñaba, como si fuese su propia piel. Yo hablé con mis amigas del cambio que provocó la Primera Guerra Mundial, que dio origen a la liberación del diseño, tanto en las curvas femeninas, como en autos y diversos objetos que se miran ahora con admiración por su arrojo para innovar. Esta foto es impactante. Cuánto lograba con su vestuario y su danza, esta mujer serpiente... Encontré esta fotografía por casualidad, y en ella descubrí seis serpientes: dos en los pies, dos en las manos, una en la cabeza y la sexta es toda ella... Ya comprendo por qué Carlos Pellicer y Ramón López Velarde escribieron los versos que escribieron. Un torbellino de su época y de otra cualquiera.
Armando Adame: A propósito de los poemas del 30 de mayo, Tórtola Valencia, esta precursora de la danza contemporánea inspiró a numerosos poetas de su época. Entre otros, Darío, Pío Baroja, Valle Inclán, Villaespesa, Santos Chocano y Gómez de la Serna.
Iba en un paso rítmico y felino
a avances dulces, ágiles o rudos,
con algo de animal y de felino…
La bailarina de los pies desnudos
Su falda era la falda de las rosas,
en sus pechos había dos escudos…
constelada de casos y de cosas…
La bailarina de los pies desnudos.
Bajaban mil deleites de los senos
hacia la perla hundida del ombligo,
e iniciaban propósitos obscenos
azúcar de fresa y miel de higo.
A un lado de la silla gestatoria
estaban mis bufones y mis mudos…
¡Y era toda Selene y Anactoria
la bailarina de los pies desnudos!
Tus manos son cual dos palomas blancas
de tu hermosura en el radiante cielo
porque el poder de tus miradas francas
las detuvo en su vuelo.
Senderos son de gloria
tus dos brazos
y son tus manos
mágicas y bellas,
de esas dos cintas de sutiles lazos
dos broches de estrellas.
Son terribles, sagradas y piadosas:
con tus uñas clavadas en mi cuello
moriría, creyendo que dos rosas
con sus espinas fieras y celosas
señalaban mi muerte con el sello
de las muertes gloriosas.
Tiene al andar la gracia del felino,
es toda llena de profundos ecos,
anuncian sus corales y sus flecos
un sueño oriental de lo divino.
Los ojos negros, cálidos, astutos,
triste de ciencia antigua la sonrisa,
y la falda de flores una brisa
de índicos y sagrados institutos.
Cortó su mano en un jardín de Oriente
una manzana del árbol prohibido
y enroscada a sus senos la serpiente
devora la lujuria de un sentido sagrado.
Mientras, en la tiniebla transparente
de sus ojos, la luz pone un silbido.
Un fuego de rubíes todo tu cuerpo inflama
diríase que sangre te corre por sudor…
La pasión de tus ojos ha encendido su llama
y toda tú te abrasas en un fuego de amor…
Si Salomé volviese de los infiernos rojos
(donde es flor de las llamas su ardiente corazón)
al sentir en sus ojos el fuego de tus ojos
diría que el infierno está en tu corazón.
Y luego, cuando viese tu danza de los velos
sentiría el tormento del fuego de los celos
y en vez de la sangrienta cabeza de Johanan
¡pediría tu alma al Tetrarca Satán!
En el centro de un círculo sonoro de vítores,
erótica sonríes mientras repican crótalos de oro
tus dedos enjoyados de rubíes.
Teje lúbricas danzas tu ligera planta
sobre el damasco de la alfombra,
y proyecta la negra cabellera
sobre tus hombros un temblor de sombra.
Tórtola Valencia: tu eres la cadencia
de una vieja raza que el compás perdió
en los arrebatos de tanta pendencia
pero cuyo ritmo de sobria elocuencia
en los pies desnudos lo he encontrado yo.
Eres elegante y a la vez gitana,
dándote lo mismo gozar que sufrir;
complicadamente tu espíritu hermana
la rufianería bravía de Triana
con el donjuanismo del Guadalquivir.
Echas la baraja y abres la navaja;
desprendes las rojas hojas de un clavel;
golpeas en lo alto la redonda caja
de tu pandereta de vibrante maja;
pero al fin, te ofreces en mirra, oro y miel.
En tus actitudes de gracia armoniosa
sospéchanse ocultos fragores de lid,
como que tu danza de ágil mariposa
es un fuego fatuo que corre en la fosa
en que se deshacen los huesos del Cid.
Eres tú la España de hierro: la mía!
La España gloriosa y antigua eres tú...
Eres tú la España bélica y sombría,
que, como previendo tu arte, hizo un gran día
acuñar la frase de "¡Vale un Perú!"
Eres tú la España negra en la que me hundo
a pasear mi sombra por el Escorial;
la del displicente Felipe Segundo:
la del Duque de Alba, Tirana del Mundo;
la Conquistadora, la Inquisitorial...
Tal cuando sacudes tu figura entera
en la espiral de una desesperación,
pienso yo, evocando cosas de otra Era,
en una hechicera que se retorciera
dentro de una hoguera de la inquisición.
Valdelomar: Tórtola Valencia: tu cuerpo en cadencia
de un gran vaso griego parece surgir,
Hidalgo: y tu alma como una magnífica esencia
embriaga a la mía cual un elixir.
Mariátegui: ¿Ha sido un milagro nuevo de la Ciencia
que ha animado un noble vestigio de Ofir?
Valdelomar: Tú eres el milagro, Tórtola Valencia,
mármol, vaso griego, Tanagra, zafir.
Hidalgo: La América ruda de quechuas salvajes,
con voz te saluda de bravos boscajes,
Mariátegui: y su voz es canto, rugido, oración.
Y en la selva virgen de este continente,
Valdelomar: eres bayadera venida de Oriente
cual los Reyes Magos de la tradición.
Soneto alejandrino escrito por Abraham Valdelomar, Alberto Hidalgo y José Carlos Mariátegui, según una “distribución de trabajo” que se indica en el texto
Publicado en El Tiempo, Lima, 21 de diciembre de 1916. En La Nación, Lima, 12 de enero de 1917. En Hombres y bestias (bocetos críticos), por Alberto Hidalgo (Lima, 1918), pp. 178-179. Y en Valdelomar o La belle epoque, por Luis Alberto Sánchez (México, 1969), pp. 207-208.
2191 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
2-VI-2023. Selección de María / Felipe Garrido.
Miguel Ángel Porrúa, editor; Academia Mexicana de la Lengua; Creadores Eméritos FONCA
Laura Fischer: Recién en mayo descubrí a la enigmática Tórtola Valencia.
Fue en un chat en el festejo del Día de la Madre con dos amigas, una doctora en física y una diseñadora textil. Las tres estamos impactadas por la libertad de esta artista de inicios del siglo XX (Sevilla, 1882-Barcelona, 1955). Rompe con el movimiento corporal tanto como con el vestuario que diseñaba, como si fuese su propia piel. Yo hablé con mis amigas del cambio que provocó la Primera Guerra Mundial, que dio origen a la liberación del diseño, tanto en las curvas femeninas, como en autos y diversos objetos que se miran ahora con admiración por su arrojo para innovar. Esta foto es impactante. Cuánto lograba con su vestuario y su danza, esta mujer serpiente... Encontré esta fotografía por casualidad, y en ella descubrí seis serpientes: dos en los pies, dos en las manos, una en la cabeza y la sexta es toda ella... Ya comprendo por qué Carlos Pellicer y Ramón López Velarde escribieron los versos que escribieron. Un torbellino de su época y de otra cualquiera.
Armando Adame: A propósito de los poemas del 30 de mayo, Tórtola Valencia, esta precursora de la danza contemporánea inspiró a numerosos poetas de su época. Entre otros, Darío, Pío Baroja, Valle Inclán, Villaespesa, Santos Chocano y Gómez de la Serna.
La bailarina de los pies desnudos
Iba en un paso rítmico y felino
a avances dulces, ágiles o rudos,
con algo de animal y de felino…
La bailarina de los pies desnudos
Su falda era la falda de las rosas,
en sus pechos había dos escudos…
constelada de casos y de cosas…
La bailarina de los pies desnudos.
Bajaban mil deleites de los senos
hacia la perla hundida del ombligo,
e iniciaban propósitos obscenos
azúcar de fresa y miel de higo.
A un lado de la silla gestatoria
estaban mis bufones y mis mudos…
¡Y era toda Selene y Anactoria
la bailarina de los pies desnudos!
Ruben Darío, 1912.
Tus manos son cual dos palomas blancas
de tu hermosura en el radiante cielo
porque el poder de tus miradas francas
las detuvo en su vuelo.
Senderos son de gloria
tus dos brazos
y son tus manos
mágicas y bellas,
de esas dos cintas de sutiles lazos
dos broches de estrellas.
Son terribles, sagradas y piadosas:
con tus uñas clavadas en mi cuello
moriría, creyendo que dos rosas
con sus espinas fieras y celosas
señalaban mi muerte con el sello
de las muertes gloriosas.
Pío Baroja, 1914
Tiene al andar la gracia del felino,
es toda llena de profundos ecos,
anuncian sus corales y sus flecos
un sueño oriental de lo divino.
Los ojos negros, cálidos, astutos,
triste de ciencia antigua la sonrisa,
y la falda de flores una brisa
de índicos y sagrados institutos.
Cortó su mano en un jardín de Oriente
una manzana del árbol prohibido
y enroscada a sus senos la serpiente
devora la lujuria de un sentido sagrado.
Mientras, en la tiniebla transparente
de sus ojos, la luz pone un silbido.
R. M. del Valle-Inclán, 1922.
Un fuego de rubíes todo tu cuerpo inflama
diríase que sangre te corre por sudor…
La pasión de tus ojos ha encendido su llama
y toda tú te abrasas en un fuego de amor…
Si Salomé volviese de los infiernos rojos
(donde es flor de las llamas su ardiente corazón)
al sentir en sus ojos el fuego de tus ojos
diría que el infierno está en tu corazón.
Y luego, cuando viese tu danza de los velos
sentiría el tormento del fuego de los celos
y en vez de la sangrienta cabeza de Johanan
¡pediría tu alma al Tetrarca Satán!
R. Gómez de la Serna, 1925.
En el centro de un círculo sonoro de vítores,
erótica sonríes mientras repican crótalos de oro
tus dedos enjoyados de rubíes.
Teje lúbricas danzas tu ligera planta
sobre el damasco de la alfombra,
y proyecta la negra cabellera
sobre tus hombros un temblor de sombra.
Francisco Villaespesa.
La danzarina trágica
Tórtola Valencia: tu eres la cadencia
de una vieja raza que el compás perdió
en los arrebatos de tanta pendencia
pero cuyo ritmo de sobria elocuencia
en los pies desnudos lo he encontrado yo.
Eres elegante y a la vez gitana,
dándote lo mismo gozar que sufrir;
complicadamente tu espíritu hermana
la rufianería bravía de Triana
con el donjuanismo del Guadalquivir.
Echas la baraja y abres la navaja;
desprendes las rojas hojas de un clavel;
golpeas en lo alto la redonda caja
de tu pandereta de vibrante maja;
pero al fin, te ofreces en mirra, oro y miel.
En tus actitudes de gracia armoniosa
sospéchanse ocultos fragores de lid,
como que tu danza de ágil mariposa
es un fuego fatuo que corre en la fosa
en que se deshacen los huesos del Cid.
Eres tú la España de hierro: la mía!
La España gloriosa y antigua eres tú...
Eres tú la España bélica y sombría,
que, como previendo tu arte, hizo un gran día
acuñar la frase de "¡Vale un Perú!"
Eres tú la España negra en la que me hundo
a pasear mi sombra por el Escorial;
la del displicente Felipe Segundo:
la del Duque de Alba, Tirana del Mundo;
la Conquistadora, la Inquisitorial...
Tal cuando sacudes tu figura entera
en la espiral de una desesperación,
pienso yo, evocando cosas de otra Era,
en una hechicera que se retorciera
dentro de una hoguera de la inquisición.
José Santos Chocano
A Tórtola Valencia
Valdelomar: Tórtola Valencia: tu cuerpo en cadencia
de un gran vaso griego parece surgir,
Hidalgo: y tu alma como una magnífica esencia
embriaga a la mía cual un elixir.
Mariátegui: ¿Ha sido un milagro nuevo de la Ciencia
que ha animado un noble vestigio de Ofir?
Valdelomar: Tú eres el milagro, Tórtola Valencia,
mármol, vaso griego, Tanagra, zafir.
Hidalgo: La América ruda de quechuas salvajes,
con voz te saluda de bravos boscajes,
Mariátegui: y su voz es canto, rugido, oración.
Y en la selva virgen de este continente,
Valdelomar: eres bayadera venida de Oriente
cual los Reyes Magos de la tradición.
Soneto alejandrino escrito por Abraham Valdelomar, Alberto Hidalgo y José Carlos Mariátegui, según una “distribución de trabajo” que se indica en el texto
Publicado en El Tiempo, Lima, 21 de diciembre de 1916. En La Nación, Lima, 12 de enero de 1917. En Hombres y bestias (bocetos críticos), por Alberto Hidalgo (Lima, 1918), pp. 178-179. Y en Valdelomar o La belle epoque, por Luis Alberto Sánchez (México, 1969), pp. 207-208.
Tórtola Valencia |
2191 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
2-VI-2023. Selección de María / Felipe Garrido.
Miguel Ángel Porrúa, editor; Academia Mexicana de la Lengua; Creadores Eméritos FONCA
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