My love,
you are water upon water
upon water until it turns
azure, montainous
Adeeba Shahid Talukder
Siempre sueño con el mar…
Siempre sueño con el mar. S dice que el agua es mi deseo; estoy suspendida en su centro, sola. Mi padre murió hace tres días y desde entonces no me habla. Ya no recuerda sus sueños. Ahora me indica a señas por las calles del barrio onírico que en algo se parece a San Juan de Dios, que yo también moriré.
Devuelta en la boca del océano, sobre el velo marino que apenas me sostiene como una boya indistinta porque el sol ha lamido sus colores hasta romperlos, pienso que estoy entonces en la palma de Dios, quien a su vez juega consigo o se sacude como si yo fuera un insecto o un mezquino en su piel porque es el cielo el que me aplasta, me tritura, me hunde entre plancton y bombones coralinos. Junto a la palabra padre se acercan, curiosas, otras especies de palabras como tú o tumba. Un azul sobre otro y otro más me oscurece el corazón, que de tan negro es ahora un carboncito para pintar en las paredes abisales diversas representaciones del amor.
Yéndome. Caigo al lado no al centro sobre mí hay galaxias de post-its y stabilos con fragmentos silábicos de color difuso: dibujo, cristalina la carencia, el peso del azul en las palabras, las alas negrísimas del vacío. Caigo a su pico estrecho, profunda imposibilidad de mí; el mundo emana contra mi pecho y asciende. Pistilos líquidos, gotas púrpuras, perseverancias del cuerpo, me veo caer en la espesura de un ozono liminar ya sin complexiones salvavidas como en la estela de una interjección lanzada al espacio, incontestable y absoluta.
Nunca sé qué hacer con el dinero. Se me ocurrió reproducirme, pero fui muy mala en eso. Ahora ni siquiera tengo padre. El psicoanálisis es una cámara de autovigilancia con un loop de la canción de Barney, en la que una decide encerrarse por voluntad propia y de la que no hay otra salida sino por medio de una traducción que empiece diciendo algo como te quiero yo y tú a mí. Una versión más aburguesada de Confieso, padre, que he pecado. Más cara, desde luego. Cada semana lo mismo. Es, a fin de cuentas, nuestro own personal Jesus en el Monte de los Olivos buscando entre las rocas una piedrita de fe.
S. dice que soy una buena mujer porque deseo. Me pregunto cómo una carencia pueda construir algo, volverte alguien, mostrarte en la solapa la pegatina con tu nombre, por si acaso. Pero, como siempre, S dice que ahora sólo va a escucharme; ahora nada de miradas rompiendo contra el suelo. S insiste en que soy mujer, en que soy buena, dice, porque hay algo dentro de mí que sigue sonando hueco.
Mi padre pagó sus exequias. Nadie asistió. Rellenaron su nombre con el cuerpo de alguien más, como película de los Cohen, bien absurdo porque supongo que así es morirse. Yo debería hacer lo mismo, pero pienso que aún hay tiempo y que si no, ya no seré mi problema, sino el de alguien más. Tal vez el tuyo. O, con un poquito de suerte, el de Hacienda.
Sigo soñando con el mar. Anoche me vi al borde de una grúa que daba al océano. Era, de nuevo, Veracruz. Soñé que habías construido un instrumento subacuático con inmensas columnas de cuarzo y cemento. Su música estaba hecha del flujo constante y del choque del agua, algas y el alba que desde arriba se sentaba a escuchar. Desperté con muchas ganas de aprender a tocarlo.
Xitlálitl Rodríguez Mendoza (Guadalajara, 1982)
Poesía morosa
Prositas de amor contra el SAT
Ícaro Ediciones, Chilpancingo, 2022
2198 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
10-VI-2023. Selección de Felipe Garrido.
FG: Ayer no pude mandar nada.
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