Metamorfosis griega
Safo no fue una mujer, ni un hombre.
En medio de la flora y la fauna de una ciudad griega
y ocupados los hombres en los hombres,
Safo dibujó mar salado, una nave
y un barril de agua dulce.
Se hizo acompañar de su criada
y de puerto en puerto reclutó esclavos,
muchachos casi negros,
deseosos de hacer sentir el sexo.
Con alguno de ellos hizo una preciosa niña
que le ocupó el resto de sus días.
Nadie sabe cómo murió, porque ya vieja
cerró su casa a los curiosos.
La Historia asegura que envolvió su rostro
en un manto de seda y que luego de pronunciar
dos o tres frases inconexas,
se transformó en una mariposa,
que aún vive, que aún aletea
junto a la lámpara,
o sobre el sombrero de Proust.
Belkis Cuza Malé (Guantánamo, 1942)
Homenaje a José Cid
(Pintor español muerto en Cuba
el 21 de diciembre de 1979)
No sé en qué ciudad del Infierno
--de esas que usted pintaba para dar un hogar
a sus monstruos–
estará sentado ahora,
a la puerta quizás de un café de verano,
que allá ha de ser eterno,
la mitad del cigarrillo sin encender en la boquilla,
temeroso de quedarse allí también sin provisiones,
viendo pasar como Dante a las adolescentes
impúdicas de los versos renacentistas.
Recuerdo sus cartas, sus largas cartas
informándose de todo cuanto ocurría en mi ausencia,
contándome que la muerte se había paseado
por la oficina,
dándome noticias de Heberto, de mi hija, de mis amigas,
de la vieja higuera cercenada por el odio,
recuerdo especialmente la última,
la que escribió ya sin vida, pero confiado,
casi rozagante,
incapaz de sospechar la traición y la muerte.
La recuerdo porque es un documento para el museo
de lo imprevisible.
Hablaba allí de un viaje,
de lo bien que se sentía entonces,
de la posibilidad de que a un español
se le permitiera viajar fuera de Cuba
--nada menos que a España.
Y la recuerdo también porque me daba consejos
sobre mi hija,
consejos que ahora han pasado a engrosar
sus obras inéditas.
Casi noche tras noche,
en medio de la sala habanera,
teniendo que acercar el oído enfermo a la palabra,
lanzaba conjeturas desde su sillón
como una emisora de circuito cerrado;
nos prometía revelar un gran secreto,
pero sólo cuando estuviésemos todos sentados
a la mesa de un café de verano,
en alguna ciudad extranjera
que todavía estaba por pintar.
Y mientras esperábamos con impaciencia ese momento,
usted probaba todos los dulces que yo le ofrecía,
intercambiaba anécdotas,
apagaba y encendía sus cigarritos
recogidos en un tiempo demasiado terrible
en basureros, calles, plazoletas --no sé dónde–,
hacía crecer entre sus manos la ciudad prometida,
y para ese instante,
usted, Heberto y yo transformábamos el mundo,
le poníamos alas a la noche y nos lanzábamos
de cabeza contra las viejas murallas habaneras.
Belkis Cuza Malé (Guantánamo, 1942)
Melancolía I
Olvidé el poema
de la casa de La Habana
oliendo a pescado
y yo en el rincón del baño
lavando y llorando en silencio
mientras la radio proclama
un mundo que ya no existe.
Belkis Cuza Malé (Guantánamo, 1942)
La Fiesta Innombrable
Trece poetas cubanos
Prólogo de Guillermo Cabrera Infante,
presentación de Gastón Baquero
Selección de Nedda G. de Anhalt,
Víctor Manuel Mendiola y Manuel Ulacia
El Tucán de Virginia, México, 1992
2209 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
21-VI-2023. Selección de Chari Akal / Felipe Garrido.
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