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#2212 - BECERRA: Oscura palabra (2/3)

 

Oscura palabra

[Segunda de tres entregas]


3

En el fondo de la tarde está mi madre muerta.
La lluvia canta en la ventana como una extranjera que piensa con tristeza
en su país lejano.
En el fondo de mi cuarto, en el sabor de la comida,
en el ruido lejano de la calle, tengo a mi muerta.
Miro por la ventana;
unas cuantas palabras vacilan en el aire
como hojas de un árbol que se han movido
al olfatear el otoño.
Unos pájaros grises picotean los restos de la tarde,
y ahora la lluvia se acerca a mi pecho como si no conociera otro camino
para entrar a la noche.
Y allá, abajo, más abajo,
allá donde mi mirada se vuelve un niño oscuro,
abajo de mi nombre; está ella sin levantar la cara para verme.
Ella que se ha quedado como una ventana
que nadie se acordó de cerrar esta tarde;
una ventana por donde la noche, el viento y la lluvia,
entran apagando las luces y golpeándolo todo.
28 de octubre de 1964
México, D. F.

4

Esta noche yo te siento apoyada en la luz de la lámpara,
yo te siento acodada en mi corazón;
un ligero temblor del lado de la noche,
un silencio traído sin esfuerzo al despertar de los labios.
Siento tus ojos cerrados formando parte de esta luz;
yo sé que no duermes como no duermen los que se han perdido en el mar,
los que se hallan tendidos en un claro de la selva más profunda
sin buscar la estrella polar.
Esta noche hay algo tuyo sin mí aquí presente,
y tus manos están abiertas donde no me conoces.
Y eso me pertenece ahora;
la visión de esa mano tendida como se deja el mundo que la noche no tuvo.
Tu mano entregada a mí como una
adopción de las sombras.
20 de diciembre de 1964
México, D.F.

5

Yo acudo ciego de golpe a tu llamado,
he caído y mi camino después no era el mismo,
he caído al dar un paso en falso en la oscuridad de tu pecho.
Y no pude gritar: "enciendan la luz o traigan una linterna",
porque nadie puede iluminar la muerte
y querer acercarse a los muertos es caminar a ciegas y caerse
y no entender nada.
Tú y yo, mamá, nos hemos sujetado en quién sabe qué zona ciega,
en qué aguas nos pusimos turbios de mirarnos,
de querernos hablar, de despedirnos sin que lo supiéramos.
Y esta casa también está ausente, estos muebles me engañan;
me han oído venir y han salido a mi encuentro
disfrazados de sí mismos.
Yo quisiera creerles, hablar de ellos como antes,
repetir aquel gesto de sentarme a la mesa;
pero ya lo sé todo.
Sé lo que hay donde están ellos y yo, cumpliendo juntos el paisaje
de una pequeña sala, de un comedor sospechosamente en orden.
Pero yo tropezaba porque caminaba siguiéndote,
porque quería decirles a todos que volvería en seguida contigo
que todo era un error, como pronto se vería.
Pero no hay luces para caminar así por la casa,
pero no hay luces para caminar así por el mundo,
y yo voy tropezando, abriendo puertas que ni siquiera estaban cerradas;
y sé que no debo seguir, porque los muebles y los cuartos
y la comida en la cocina y esa música en un radio vecino,
todos se sentirían de pronto descubiertos, y entonces
ninguno en la casa sabríamos qué hacer.
24 de diciembre de 1964
Villahermosa, Tab.

José Carlos Becerra (1936-1970)
Oscura palabra
Ediciones Mester
Universidad Autónoma de Querétaro
Tabasco, Secretaría de Cultura.
Manuel Casas (impresor), 1965.


2212 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
24-VI-2023. Selección de Felipe Garrido.
Miguel Ángel Porrúa, editor; Academia Mexicana de la Lengua; Creadores Eméritos FONCA


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