Lira pentáfona
Trenos
I
Una larga cadena de gritos en el viento,
alud de toda voz surgida de las cosas
sacudiendo el vestido de vidrios del silencio,
y en medio del tumulto, mi soledad me ampara,
ánfora en que reposa mi voz desamparada.
Luces quiebran las sombras, ¿dónde está mi tiniebla
que es para mi tristeza como una muelle almohada?
Ciérrense las compuertas de la conciencia
--claro río doloroso que de doler no acaba—
y las aguas más turbias sumerjan en su verde
los recuerdos más hondos --peces en desbandada--.
II
Como los aguijones de la flama
que desfloran el himen
de los aires al vuelo;
que derrochan su filo sin otro fin.
sin dar calor a nada,
sin dar sustento,
así mi amor se prende:
combustible incendiado
sin fin, ni objeto.
III
Oro y perlas. En medio del desierto,
como el árabe aquel de la leyenda,
perlas y oro.
Nada más que un tesoro
para cruzar la sed de la jornada
¡pobre dispensadora de ternuras!
Sólo el páramo --piel de nuestra tierra—
para volcar la alforja
eternamente henchida.
IV
Nuestras dos soledades que se buscan:
dos agujas prendidas en la tela
del cuerpo --uniforme
habitado apenas cada día--
se rozan (tal vez sea
una historia solamente del tacto)
y las puntas se ahondan
cada una en sí misma.
Nuestras dos soledades que se buscan:
dos angustias perdidas.
V
Secas están las bóvedas del llanto,
áridos los caminos de la pena.
A fuerza de morir con cada hermano
se cansó mi dolor.
Mi entraña abierta
los buitres picotean.
Y mi dolor está dormido. A veces
mis oscuras raíces se conmueven
con la humedad de lágrimas ajenas,
y mi dolor en sueños se estremece
como reptil secándose en la arena.
Susana Francis (Ozumba, 1932)
Desde la cárcel de mi piel.
FCE, México, 1967.
2225 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
7-VII-2023. Selección de Felipe Garrido.
Miguel Ángel Porrúa, editor; Academia Mexicana de la Lengua; Creadores Eméritos FONCA
Reacciones a la selección previa:
Adolfo Castañón: Gracias por el envío de este intenso tríptico poético donde se dan la mano y el brazo Carlos Pellicer, Gilberto Owen y Roberto Montenegro, que parecen galvanizados por cierta unánime intensidad amorosa y contemplativa que no excluye la comunión silenciosa y la fervorosa contemplación de un paisaje: los poetas dibujan su firmamento interior mientras el pintor que escribe acuarela el paisaje que lo contempla. Gracias a Carlos Pellicer, a Gilberto Owen y a Roberto Montegro, tanto como al curador edtorial que lleva tu nombre.
Maya López: Arreola (entrega 2223) le dice a Garci Sánchez de Badajoz: “No morirás del todo, muerto de amor. Algo sigue sonando en la sombra de tu jardín romántico. Mira, aquí hay una nota de tu endecha desolada. Los pájaros cantan todavía en las ramas de tu fúnebre laurel.” Dice Pellicer tras informarnos que el buque chocó con ella: “Pero la Luna se fue a pique / a pesar de nuestros esfuerzos”.
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