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#2226 - ELIZONDO: El problema de Molyneux

 

El problema de Molyneux


Es un hecho perfectamente demostrable geométricamente que la condición humana es transitoria. Un día nacemos y otro morimos. Sabemos algo de lo que antecede y nada de lo que sigue. Esta ignorancia, con ser trágica, no es menos terrible que la que tenemos acerca del minúsculo islote desierto de lo desconocido rodeado del océano incógnito, que habitamos.

          No dudo que en algún día de su vida, que transcurrió entre 1656 y 1698, el físico y filósofo dublinés William Molyneux se haya hecho alguna reflexión acerca de la ignorancia que tenemos de la naturaleza y características de ese islote. No lo dudo porque seguramente de esas reflexiones fue producto una de las más arduas polémicas que conoce el pensar filosófico. 

          Molyneux se casó en 1678 con una joven a quien amaba y a la que tuvo el dolor de ver quedarse ciega antes de su muerte en 1683. Este hecho doloroso seguramente contribuyó a que el filósofo rumiara cuidadosamente un problema a cuya resolución se dedicaran esforzadamente algunas de las mentes más brillantes de su tiempo, las de muchos filósofos que se contaban entre los amigos y corresponsales de Molyneux.

          El problema --conocido desde entonces para la historia de la filosofía como "el problema de Molyneux"-- exigía una respuesta o solución que explicara la operación por la que la experiencia de los sentidos se convierte en conocimiento de la realidad o del mundo exterior por asimilación o asociación de los datos que aportan los sentidos acerca de la naturaleza de las cosas del mundo que por ellos se perciben.

          El planteamiento del problema se encuentra originalmente contenido en una carta de Molyneux a John Locke, autor del Ensayo acerca del entendimiento humano, publicado en 1690: "Supongamos --dice Molyneux en su carta-- un hombre nacido ciego y llegado a la edad adulta, que por el tacto ha aprendido a distinguir entre un cubo y una esfera hechos del mismo metal. Supongamos luego que el cubo y la esfera se colocan sobre una mesa y que al ciego se le da la vista; la pregunta entonces es la siguiente: ¿podría este hombre únicamente por la vista, antes de tocar los objetos, distinguir cuál es la esfera y cuál es el cubo?... El agudo y juicioso demandante contesta que no, pues aunque ha obtenido la experiencia de cómo la esfera y el cubo afectan su tacto, no así por lo que respecta a la vista recién adquirida…

          Locke comenta la proposición de Molyneux como sigue: “Estoy de acuerdo con este inteligente caballero, que me precio de llamar mi amigo, en su respuesta a su problema y soy de la opinión de que el ciego no sería capaz, al principio, de decir con toda seguridad cuál es la estera y cuál es el cubo…”

          George Berkeley, "el buen Obispo de Cloyne", formulador de la doctrina del idealismo subjetivo que preconiza la identidad del mundo y la idea, opina a su vez, que la identificación del cubo y de la esfera por medio de la vista recién adquirida es imposible sin la experiencia previa, es decir empírica, de estas formas visibles.

          Treinta años después de la muerte de Molyneux el médico Cheseldon describió el caso de un muchacho de trece años, ciego de nacimiento, al que le había sido dada la vista por intervención quirúrgica. Este acontecimiento prolongó las especulaciones acerca del problema de Molyneux hasta bien entrado el siglo XIX. Condillac, Leibnitz y hasta Goethe se ocuparon de él.

          En su obra ya clásica Eye and Brain, el doctor R. L. Gregory (de Cambridge) consigna que desde el año 1020 se han registrado unos sesenta casos de adquisición de la vista en ciegos de nacimiento. Casi todos los que han sido estudiados confirman las previsiones de los filósofos empiricistas y señalan que la experiencia es uno de los requisitos esenciales del funcionamiento de los sentidos. Hay que aprender a usarlos y ese aprendizaje es cada vez más difícil según la edad. En cierto momento --especialmente entre los ciegos de nacimiento que adquieren la vista en la edad adulta-- esta adquisición de un "nuevo sentido" se torna dolorosísima, al grado que casi todos estos sujetos se vuelven locos o se matan, según el propio doctor Gregory.

          No me detendría tanto tiempo en estas cuestiones si el famoso problema de Molyneux sólo fuera el pretexto para ilustrarlo con curiosidades médicas y filosóficas. De hecho hoy en día tal vez uno que otro profesor de filosofía recuerde su nombre y, cuando mucho, en el contexto de las aporías, pero si en realidad no es sino el replanteamiento, en lenguaje empiricista, de la primera cuestión de la filosofía, no tiene uno por qué no detenerse, aunque sea de vez en cuando, a hacerse ciertas preguntas fundamentales, como la que se hizo Molyneux. En su respuesta está el secreto del conocimiento y de la naturaleza del mundo.

Salvador Elizondo (Ciudad de México, 1932 - Ciudad de México, 2006)
Contextos
SepSetentas 79
SEP, México, 1973

2226 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
8-VII-2023. Selección de Felipe Garrido.
Miguel Ángel Porrúa, editor; Academia Mexicana de la Lengua; Creadores Eméritos FONCA




Reacciones a la selección previa:

Adolfo Castañón: Gracias por el envío de los cinco Trenos en Lira pentáfona que Susana Francis publicó en Desde la cárcel de mi piel (1967, Letras Mexicanas). Nacida en Amecameca en 1923 y fallecida en Tepoztlán M en 2018.fue discípula de Erasmo Castellanos Quinto y condiscípula de la lingüista Helena Beristain. Su tesis sobre el habla de los ladinos en Chiapas fue prologada por Rosario Castellanos. Otro de sus maestros fue Francisco Monterde quien tengo entendido que dictaminó su libro para el FCE. Otro condiscípulo suyo fue Rubén Bonifaz Nuño. El hilo de la soledad y del amor como uno de los imposibles del ser humano hilvana estos versos en que resuenan ecos de Santa Teresa --cuyos poemas sabía de memoria--, Sor Juana Inés de la Cruz, Fray Luis de León entre otros autores del Siglo de Oro cuya lectura llenaba sus días. Después de editado este libro, Susana Francis viajo a la India como si quisiera releer desde el otro lado de la trama los poemas que había escrito en su juventud. De esa experiencia se desprende el libro de memorias Rumores del camino, que tuve el honor de prologar. Al igual que Elsa Cross, Susana Francis supo ir a la India en busca de la luz  del sendero interior. 


Maya López: Me cuesta decidir por la mejor imagen de la Lira pentáfona, ¡tiene tantas! Hundo la mano en el cofre y tomo sólo algunas perlas: “el vestido de vidrios del silencio”; “dónde está mi tiniebla / que es para mi tristeza como una muelle almohada?”; “río doloroso que de doler no acaba”; “Secas están las bóvedas del llanto”; “y mi dolor en sueños se estremece / como reptil secándose en la arena.”


Bernardo Bátiz: La historia vuelve a repetirse una y otra vez; Garcí Sánchez de Badajoz relata en versos escritos en un español aún en formación, como un caballero muere de amor. Y cómo el sonido del agua y su enamorada le cantaron “las obsequias.” “La tristeza y el oluido,” Y al día siguiente, la generación de mexicanos de los que escuché hablar en mi clase, que luego yo impartí dos años (antes de la política y el derecho) de Literatura Mexicana e Hispanoamericana. Enormes, Pellicer en primer lugar, Owen y un pintor que escribe, Montenegro. Todos unidos por Ulises, el Ulises criollo que los impulsó y encaminó. Sin pensarlo, a distancia, pero soy, somos herederos de esa estirpe. Y para acabarla de acabalar, Susana Francis, a quien sigo en edad por unos años nos dice mucho, de tristeza y soledad: “…la conciencia, claro rio doloroso / que de doler no acaba.”


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