Crónica
Musa errante y libre,
musa de mis cinco sentidos princesa y esclava,
armoniosamente risueños, tus coros
entona y levanta; que tu acento vibre
en los rojos triunfos de la fiesta brava,
la fiesta de toros.
1
Resuena el clarín,
redobla el tambor,
y entre un gran clamor
inmenso, sin fin,
avanza en cortejo, con rítmico paso triunfal, la cuadrilla.
Tras los alguaciles marchan los infantes por el redondel.
El oro fulgura, resplandece y brilla,
en los alamares de la chaquetilla,
sobre los bordados de la taleguilla,
en el traje todo de sedas lucientes que viste el tropel.
y cual dardo de oro que los aires cruza
aún suena el agudo clangor del clarín.
La tarde, como una andaluza,
lleva en los cabellos rosas de carmín.
2
Cubre el sol de púrpuras quemantes
la arena, las gradas, las claras lumbreras;
enciende en las roncas gargantas resecas las risas,
los gritos, las bromas
de las muchedumbres compactas y fieras,
el loco entusiasmo latino de las viejas Romas.
Revienta en las almas deseos, cual rosas de pétalos rojos
que riega la linfa sensual y feroz de la raza.
Mil fiebres están en los ojos
buscando la traza
de antiguos empeños, de hazañas de gesta.
y un trueno retumba en la plaza,
señal de la olímpica fiesta.
3
Rebota en la arena, ligero,
un fiero astifino,
listón, capuchino
y a más botinero,
luciente por fino.
Muestra altivamente su testuz revuelto,
su grupa leonina, su perfil esbelto.
Mientras su arrogancia suspende a la tropa
de los lidiadores,
magnífico el toro ruge y se contrae,
y allá una morena con hondos ardores
sueña en Pasifae,
y una rubia sigue por mares fenicios el rapto de Europa.
4
Recogen las crónicas,
glorias, maravillas,
navarras, recortes, verónicas
y los peregrinos cambios de rodillas
del flamante Califa leonés;
el hijo
de este propio suelo,
que a las elegancias del gran Lagartijo
aduna los modos sobrios de Frascuelo
el de quietos pies.
(Esto no pensaron de Aquiles los sabios Homeros
cuando en las Ilíadas elogian al héroe de los pies ligeros.
5
Contra el caballero del bravo torneo
arremete el toro trágico y puntal,
y se yergue luego llevando el trofeo
de un cuartago mísero en la cornamenta mortal y sangrienta,
sangrienta y mortal.
El niño despliega la capa,
afronta a la fiera, la engaña, la corre, la empapa
en vuelos que fingen vistoso abanico;
y con regio porte,
la gracia del chico
remata la suerte marcando un recorte
castigo y quebranto de toros.
Y el cálido aplauso derrite
sus oros sonoros
que incensan la gloria del quite.
(Los ojos de Ojitos son de alcances largos,
y maravillosos cual los ojos de Argos.)
6
La tarde risueña, dorada, lujosa cual reina andaluza
que baja de un bello albaicín.
insensatos goces y sueños carnales despierta y aguza
con la risa loca que entreabre sus labios llenos de carmín.
Y mira el torneo.
Con las banderillas, cual tallos de rosas,
avanza el artista bordando figuras airosas.
Resaltan los golpes de luz en su traje,
diseña, gentil, un paseo,
y cambiando el viaje
en la misma cara del toro consuma el cuarteo.
Vinos dionisíacos
alegran las almas
y ruedan con palmas, tabacos,
tabacos y palmas.
Los címbalos cantan la gloria del diestro,
que un Olimpo surge por él redivivo.
(Emerson completa su libro maestro
registrando al último Representativo.)
7
Viene el más supremo de los ejercicios
donde el arte justo del leonés se ensancha;
el arte supremo de los Desperdicios,
de los Chiclaneros, de los Cara-Ancha,
y de aquel gran Montes
que sobre ideales Giraldas triunfante se empina,
Y, sol de la fiesta taurina,
descubre horizontes
que aun hoy ilumina.
El sin par Califa lleva en la substancia de su sangre criolla
finuras de esteta
que hubieran tentado la fuerte paleta
de Goya.
El sin par Califa
va por la alcatifa
que un himno sonoro
extiende a sus plantas de príncipe moro
vestido de oro.
Suspiran, suspiran las bellas,
y suerte que brinda, merece fijar las estrellas
que tuvo en sus ojos de llama la Cava Florinda.
La loca fortuna le sirve de esclava sumisa,
la gloria le da su embriaguez,
y la fama exclama con una sonrisa:
"fuera un majo digno de alegrar los ocios de la reina Luisa
en las cortesanas, en las áureas fiestas reales de Aranjuez.
8
Después de la fiesta,
cansada como una odalisca,
la tarde, en sus palcos aún resta
con enervamientos de esclava morisca.
Mas luego recoge sus briales
de reina andaluza: sus labios sensuales,
sus mejillas pálidas de seda rosada
perdieron su antiguo arrebol.
Quién sabe a qué Alhambras divinas se va enamorada
de un príncipe bello, y audaz, y valiente,
tras la lumbrarada del sol.
Con los ojos abiertos (1912)
Rafael López (Guanajuato, 1873 - Ciudad de México, 1943)
La Venus de la Alameda
SepSetentas 77
SEP, México, 1973
2227 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
9-VII-2023. Selección de Felipe Garrido.
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