Esta vez comenzamos con una explicación:
[…] En Gerardo Deniz es tan importante la música de las palabras, que donde se abra este libro aguarda el lenguaje en día de fiesta, con sus violines y sus trombones, interpretando una partitura que si bien puede abundar en rarezas, nos proporciona una experiencia única, que difícilmente conocíamos con anterioridad. Y es muy posible que esa experiencia nos enriquezca, lo cual, en tiempos de incertidumbre generalizada --artística, pero también política, moral, etcétera--, no podemos sino considerar como un obsequio.
¿En qué consisten esas rarezas? Críticos de lo más sesudo han respondido a esta pregunta. Según nos dicen, no es nueva ni extraña en la literatura de todas las lenguas la capacidad de producir obras (raras si se quiere) que tienden a la dificultad en determinados momentos de su evolución. Eso se debe a un sentimiento alojado en el corazón mismo de su tiempo, que encarna en algunos de sus autores, y los hace "oscurecer" su significado, o mejor dicho alejar todo lo posible de las obviedades y los lugares comunes la expresión de sus sentimientos y sus ideas, como si sintieran que la realidad --o, en ciertos casos, su realidad-- no está para hablar como todo el mundo habla.
Aquí nos topamos con un asunto que es esencial para no confundirnos al juzgar a esta especie de autores. De ninguna manera el hecho de que truequen su expresión para no hablar como todo el mundo significa que su literatura esté hecha de artificios, y por ello sea falsa o poco auténtica. Por el contrario --y ése es el caso de Deniz--, pueden ser profundamente coherentes con su mundo interior, y son capaces de mantener contra viento y marea una fidelidad respecto a su expresión más íntima. En términos literarios, ellos realmente "hablan" y piensan así; ésa es la expresión literaria que reproduce mejor su interioridad.
Los conocimientos a los que Deniz hace constante referencia en su poesía, y que la gran mayoría de las ocasiones escapan a nuestro entendimiento, todos ellos, forman parte de su propio mundo interior. No es que el amor o el odio, la ternura o la soledad no sean parte de su vida: por el contrario, esos sentimientos están allí, como en muchos poetas, pero se expresan mejor a través de referentes que han sido los de toda su vida.
[…]
Fernando Fernández,
en la Presentación
de Adrede y Gatuperio
Samsara
Las hijas de las madres que amé tanto
me besan hoy como se besa a un santo.
Tú y tú y tú,
venus esteatopigia, ángel un poco demasiado tomentoso, señora:
empieza a redactar
mi parcial ficha antropométrica
para --parcial-- orientación de tus hijas.
Tal vez alguna, Dios mediante,
después de llegar otra vez con retraso y absorta a la cena casera,
te ayudase a llenar renglones en blanco
--modos, hábitos, manías
que entonces no quisiste contribuir a establecer.
Ignorancia
Cuando se quita usted del labio el epíteto escupiéndolo al rostro de la amada,
siente usted que ha cumplido, hasta que le sale otro, v.gr. de tabaco,
y el proceso se repite ad nauseam.
Lo malo es esa manigua poblada de grillos y leopones,
esa insuflación de burbujas en el tuétano
--en una palabra, todo lo que hormiguea, desazona
un rato y hace amanecer los lunes
pensando
cómo será que a mis tíos y tías los poetas
les ocurre lo que relatan
y viven para contarlo.
Acertijo
Ilustres y poderosos hermanos,
no habrá por estos rumbos nada rupestre.
Fresco sí.
Según los mandamientos de la literatura,
Sófocles y Dante lo recogían en botes viejos de leche condensada.
--por tener el tamaño y la forma ideales—
y se pasaban las horas examinándolo, trasegándolo
revolviéndolo con el meñique.
De vómito se trata.
Han adivinado.
Gerardo Deniz (Madrid, 1934 - Ciudad de México, 2014)
Adrede y Gatuperio
Conaculta, México, 1998
2235 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
29-VII-2023. Selección de Felipe Garrido.
Adolfo Castañón: Gracias por el envío de los dos poemas de Thelma Nava, “Corazon.de la tarde” y “El sediento”, espigados de su poesía reunida, 1964-1995, “El primer animal”, presentada por Angélica Tornero y publicada por Conaculta en 2000. Los dos poemas están dedicados al corazón. El primero es un saludo cósmico o celeste al “cerrazón de la tarde, Dios del viento, demonio”. Es una invocación al amor y al demiurgo que apremia el deseo hasta lograr que “caigan las estrellas como un puñado de pájaros hambrientos en el tejado de la tarde”. En el segundo se diría que se desdobla el primero y que el monólogo iniciado con el primer poema se ayunta con su sombra y ese “indefinible corazón mío” capaz de hacerse un sinfín de preguntas ante el “pozo negro y vacío”.
El conjunto hace pensar en la forma espontánea en que la poeta se adentra en el paisaje y al mismo tiempo navega por su interior océano. Hace pensar desde luego en Pablo Neruda, y en una lectura enamorada de “Residencia en la tierra”. Hace pensar en el mar. Curiosamente, la fotografía que acompaña el poema de Rigoberto González Nicolas de Playa Riscalillo en Oaxaca, hace dialogar sus colores vivos con las aéreas y marinas sílabas de Thélma Nava.
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