2249 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
14-VIII-2023. Selección de Felipe Garrido.
Miguel Ángel Porrúa, editor; Academia Mexicana de la Lengua; Creadores Eméritos FONCA
El huele de noche
I
¿Dónde la rosa que iluminaba el cielo?
Del aretillo, sólo el humo de nubes
incendiadas
y del granado,
la huida de sí mismo
inha sb moberdme
al centro de la grana.
Una alta estrella vigila
sosib orn aoñous da ol
un mar pálido avanza por la casa
los párpados se caen.
La fuente de los sueños
Homuib stasisbe abad
despierta blanca en el jardín.
II
No queda del jardín
sino la noche.
No queda del jardín
sino el fantasma.
Pálido golfo de perfume
lo oscuro lo rodea.
El viento que lo toca
se contagia.
Sonámbulo
reparte sueños en la casa,
presagios de otra luna.
Un ángel lívido, sin alas,
se sienta entre sus ramas.
No queda del jardín
sino el fantasma.
III
Blanco misterio de la noche
tenebroso perfume
racimo melancólico
presagio de la sombra
reflejo de la luna que te mira;
tu aromada cueva
es la ausencia de la tarde.
El balanceo de tus ramas
origina a la noche.
Entonces el juego queda roto;
recogen a los niños.
Huye el jardín hacia las sombras.
Tus flores estallan,
se deshojan hipnóticas;
extraños abanicos de perfume
se balancean sonámbulas.
Llegan los ángeles nocturnos
y tú, entre ellos,
velador del jardín,
permaneces flotando hasta la aurora.
IV
Fantasma del jardín nocturno
floreces en las sombras
te buscas en el cielo
te reconoces en la luna.
Abres indiferente tus sonámbulas ramas,
el viento se detiene ante ellas.
Nos das el olor de la noche
rama oscura;
tus flores blancas
deshojan perfumes y presagios.
La noche te rodea.
Un ángel pálido te mira.
El jardín
¿Dónde quedó el jardín?
¡Dónde la jacaranda y la palmera
deshoiándose azul y dando frutos amarillos?
Perdido está el granado.
Perdida la torre de la iglesia
que vivió en el cielo de mi casa.
En el centro, la fuente en la que nos mirábamos.
Al fondo, el pozo y los helechos.
Sobre el pasto, las huellas de nuestros pasos.
Sobre nosotros, el tiempo que nos hizo crecer.
Las lágrimas de mi madre en las baldosas del corredor.
La mano de mi padre cerrando puertas y ventanas.
Muy lejos, el viento solitario,
el árbol derribado
y el continuo caer de las hojas.
En el mismo espacio invisible
los aullidos del perro y los fantasmas
que habitaron mi casa.
Por esa rendija del tiempo
huveron también las fiestas patrias
y las pisadas nocturnas del huarache,
las jícamas, el soldado muerto
mientras bebía un agua de tamarindo
y el ruido de la banda militar.
Atrás, Rutilio, Estefanía, sus lágrimas de pobre
y el adiós.
¿Dónde, dónde recuperar aquellos días?
Elena Garro (1919-1998)
Cristales de tiempo. Poemas inéditos
Edición, estudio preliminar y notas
de Patricia Rosas Lopátegui
UANL, Monterrey, 2016
Dicen los lectores
Bernardo Bátiz: Extraño poema de Roxana Crisólogo; entreverados tres relatos y por tanto tres metáforas a desentrañar. Nada fácil.
Una familia, madre y padre ven partir a un hijo (todos y todas se van algún día o alguna noche; en realidad TODO se va algún día. Una pesada mochila y un impulso a viajar.
Y finalmente, unas terrazas o balcones en que dos mujeres esperan a sus maridos. Descripciones de rosas y un jardín. No encuentro nada más; no entiendo, sólo describo con mis palabras: tan inútil como leer el poema.
FG: Estamos ante dos poemas: 1) El hijo que se separa de los padres / los padres que ven a su hijo marcharse: no es una misma historia; es un mismo hecho que está visto desde sus dos perspectivas, Son, como atinadamente lo ve don Bermardo, dos historias distintas que ocupan la primera poesía. y 2) En la segunda hay una mujer con quien coincide, cada quien en su balcón, una vecina que, como ella, sale a lavar la ropa. Marqué la separación entre las dos poesías dejando entre ellas un espacio mayor al acostumbrado; debí haber puesto en negritas el título de la segunda.
Comentarios
Publicar un comentario